Daniel Cazés Menache
LAISUM, México, 22/06/2014
Para generar una continuidad respecto al último artículo publicado hace un mes, he seleccionado ahora un fragmento de un trabajo más extenso, donde Daniel Cazés, abordó, con su lucidez y perspectiva crítica, el papel profundamente formativo, no sólo profesionalizante, de las universidades públicas en México. Pasar un tiempo en la universidad, aunque no se adquiera necesariamente un título o “pergamino” es una actividad que posibilita abrirnos a otras formas de pensar y ver el mundo. Bien sabemos que lo que se vive en la universidad es mucho más que lo que acontece en salones y reuniones académicas. Las múltiples situaciones que se presentan son en sí mismas motivo de aprendizaje. Y viene a colación porque cada día me alegro de observar los encuentros diversos y diversificantes que se dan bajo en el jardín de la Torre II de Humanidades de la UNAM, llamado algunas veces el jardín de las delicias!
Sin duda alguna casi todos los jóvenes que entran a la universidad, llegan en pos de lo que les ofrecen de manera oficial las instituciones. Unos y otras son capaces de pasarse décadas enteras como si ignoraran que además o en lugar de los planes originales se cumplen otros, muy diferentes de los enunciados en folletos y formularios, o de los imaginados por esperanzas de progenitores y creencias ancestrales. De todos los jóvenes que en México inician estudios universitarios, no más del 40% los concluye –en plazos mayores que los mínimos estipulados.
Importan estos datos para tener una idea del número de jóvenes que, aún sin titularse, participan durante períodos más o menos prolongados de los procesos culturales (formalizados o no) que se dan en los campus de la UNAM.
Lo más relevante de estos procesos sin programa ni sanción administrativa, radica en que todas y todos los que en ellos participan reciben alguna información especializada bastante superficial, y una formación intelectual y ciudadana cuya profundidad y solidez dependen, entre otras cosas, del tiempo y de la intensidad con que cada persona se integre a la vivencia universitaria y del contendido específico de ésta.
Cualquiera que sea el destino escolar de la o el estudiante, la universidad es el único sitio en que establece contacto directo y constante con el trabajo intelectual, con su rigor y su disciplina, con las perspectivas de sus resultados; con las ideas y corrientes filosóficas, científicas, artísticas, políticas; con personas y obras en espacios cuyos ejes son el conocimiento y la crítica de las más diversas realidades, y las más variadas manifestaciones del pensamiento creativo; con la posibilidad de compartir estas vivencias únicas con otras y otros jóvenes.
María Haydeé García Bravo
Sin duda alguna casi todos los jóvenes que entran a la universidad, llegan en pos de lo que les ofrecen de manera oficial las instituciones. Unos y otras son capaces de pasarse décadas enteras como si ignoraran que además o en lugar de los planes originales se cumplen otros, muy diferentes de los enunciados en folletos y formularios, o de los imaginados por esperanzas de progenitores y creencias ancestrales. De todos los jóvenes que en México inician estudios universitarios, no más del 40% los concluye –en plazos mayores que los mínimos estipulados.
Importan estos datos para tener una idea del número de jóvenes que, aún sin titularse, participan durante períodos más o menos prolongados de los procesos culturales (formalizados o no) que se dan en los campus de la UNAM.
Lo más relevante de estos procesos sin programa ni sanción administrativa, radica en que todas y todos los que en ellos participan reciben alguna información especializada bastante superficial, y una formación intelectual y ciudadana cuya profundidad y solidez dependen, entre otras cosas, del tiempo y de la intensidad con que cada persona se integre a la vivencia universitaria y del contendido específico de ésta.
Cualquiera que sea el destino escolar de la o el estudiante, la universidad es el único sitio en que establece contacto directo y constante con el trabajo intelectual, con su rigor y su disciplina, con las perspectivas de sus resultados; con las ideas y corrientes filosóficas, científicas, artísticas, políticas; con personas y obras en espacios cuyos ejes son el conocimiento y la crítica de las más diversas realidades, y las más variadas manifestaciones del pensamiento creativo; con la posibilidad de compartir estas vivencias únicas con otras y otros jóvenes.