José Rafael Herrera
"Es el desgarramiento que se vive, aquí y ahora. Menos desarrollo cultural y educativo. Más ignorancia y violencia. El país avanza, quizá sin saberlo, por un precipicio, insensatamente conducido, en sí y para sí, por el lenguaje del desgarramiento"
Tomar prestada una frase de Hegel, con el propósito de desafiar la inteligencia y, en caso de lograrlo, contribuir con la propia comprensión del momento actual del país, siempre es un riesgo: “En esta arrogancia que supone haber cambiado un yo mismo ajeno por un plato de lentejas y haber obtenido así el sojuzgamiento de su esencia más íntima –dice Hegel–, (la riqueza) pasa por alto el sacudimiento completo de todas las trabas, este puro desgarramiento en el que, habiendo devenido plenamente desigual la igualdad consigo misma del ser para sí, todo lo igual, todo lo subsistente, es desgarrado, y que, por consiguiente, desgarra sobre todo la suposición y el punto de vista del benefactor”.
Hay gente a la que no le gusta mucho que se diga desafiar la inteligencia. Les aterra el hecho de ser descubiertos en su impotencia para producir pensamientos y, entonces, simulan, mientras acarician insistentemente su “diente roto” y ponen cara de conductor con hambre, bamboleándose cómodamente en su propio “chinchorreo” mental, que los caracteriza. Eso sí: se han convertido, con los años, en auténticos expertos en el aparentar y, por eso mismo, se han habituado a poner su “cara de interés” en el complejo asunto, sea cual fuere, a la espera de que, en el momento más indicado, y con un poco de suerte, o bien se pueda “cambiar el tema” y pasar a cosas “más interesantes” o hacer como esos personajes de los “cómics” que a la primera oportunidad huyen, unas veces “hacia la derecha” u otras “hacia la izquierda”. Son esos los que nunca llegarán a comprender que, precisamente, “el lenguaje del desgarramiento es el lenguaje completo y el verdadero espíritu existente de este mundo total de la cultura”. Hay, sin embargo, otros más sinceros: son los que abiertamente, y sin ningún tipo de miramiento, se hayan convencidos de que hay que sospechar de todo aquel que piense demasiado. Con el sensus comunis ya es más que suficiente. Son “peligrosos” –dirán– y, acto seguido, declararán su desprecio y hasta perseguirán cual epidemia las ideas que puedan brotar de “ese tipo de gente”, a la que le gusta “buscarle la quinta pata al gato”.