Sean Coughlan
BBC MUNDO, 20/09/2014
Hoy por hoy, ningún sitio web universitario que se respete está completo sin una frase que diga que la institución pertenece a las "mejores 100" de esto o aquello.
Los rankings se han convertido en una parte ineludible de la reputación e imagen de marca de las universidades, lo que las ayuda a atraer estudiantes, personal e inversiones para investigación.
Puede que algunas autoridades universitarias sean escépticas acerca de estos listados, pero todas están muy conscientes de su importancia.
Las tablas de clasificación de universidades son un fenómeno de la última década. Y sin embargo, su influencia es innegable.
"Es correcto decir que la universidad que no preste atención a cómo se construyen estas tablas es tonta", dice el jefe de admisiones de la Universidad de Oxford, Mike Nicholson.
Pero estas tablas de clasificación parecen dominadas por un selecto grupo de instituciones que se repiten una y otra vez.
El Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) se acaba de coronar, por tercer año consecutivo, como la mejor universidad del mundo, de acuerdo con la lista de QS World University Rankings.
Entre las 20 primeras figuran 11 instituciones estadounidenses. El resto lo componen, en su mayoría, universidades europeas. Cambridge es una de las tres universidades de Reino Unido entre las 20 primeras.
¿Cuál es el secreto de su éxito? ¿Qué hace falta para clasificarse entre lo más granado de la educación superior mundial? ¿Cómo ser la mejor?
El factor más importante en el ranking de QS es la reputación académica. Se calcula encuestando a más de 60.000 académicos en todo el mundo sobre los méritos de la institución.
Ben Sowter, director de QS, explica que esto significa que las universidades con un nombre establecido y una marca fuerte tienen más probabilidades de figurar mejor. Algunos critican los rankings por no fijarse en la calidad del alumnado.
El segundo factor, "citaciones (a profesores) por facultad", estudia la fortaleza de la investigación en las universidades, a partir del número de veces que trabajos de investigación son citados por otros especialistas.
La proporción de académicos en relación al número de estudiantes representa otro elemento de enorme peso.
Estos tres aspectos dan cuenta de cuatro quintos de la puntuación.
También se otorgan puntos por ser más internacional, en términos profesorales y estudiantiles.
Grandes marcas
Todo esto significa que las universidades grandes, prestigiosas, de mucha investigación, con departamentos científicos fuertes y mucha colaboración internacional, tienen mayores probabilidades de alzarse con los primeros puestos. Las clasificaciones ayudan a las universidades prestigiosas a captar más personal y recursos.
¿Es esta una manera justa de determinar qué universidades son mejores? ¿Hace esto alguna referencia a la calidad de la enseñanza o a las habilidades de alumnado?
"No miramos de forma exhaustiva lo que están haciendo las universidades", dice Sowter.
"Siempre será un instrumento poco refinado", apunta, para añadir que esta característica constituye la fortaleza y la debilidad de tales listas.
Puntos por inmigración
El efecto general de una década de rankings ha sido positivo, argumenta Sowter. Ha hecho que las universidades se examinen con más detalle a sí mismas para averiguar cómo se comparan con sus rivales.
Siempre ha habido "listas no escritas, basadas en estereotipos", dice. Así que tener más transparencia permite un debate más abierto. Algunas universidades se han granjeado su prestigio sin rankings por siglos; las clasificaciones son cosa de la última década.
Pero la creación de un ranking de esta naturaleza tiene su propia dinámica. Sowter admite que se han dado consecuencias no intencionadas.
"Algunos se obsesionan demasiado", dice. Mejorar la posición de la universidad en el ranking se ha incorporado a la misión de algunas universidades.
También ha ganado un estatus cuasi oficial. El sistema de inmigración de Dinamarca le otorga puntos adicionales a los aspirantes según el puesto que su universidad ocupa en la clasificación.
La presión para escalar posiciones ha empujado a algunas universidades a intentar manipular el resultado, enviando datos incorrectos.
Se necesita dinero del bueno, es esencial pagar los salarios que atraigan y retengan a los mejores especialistas y para construir las instalaciones que se requieran Editor del THE, Phil Baty
El ranking de educación superior de The Times (THE) es todavía más específico acerca de los criterios que hacen que una universidad se encuentre entre las mejores 200.
Incluye un ingreso total superior a US$750.000 por académico, una relación de estudiantes-profesores de casi 12 a 1, cerca de un quinto de profesores y estudiantes internacionales y un ingreso por investigación de cerca de US$230.000 por académico.
"Se necesita dinero del bueno, es esencial pagar los salarios que atraigan y retengan a los mejores especialistas y para construir las instalaciones que se requieran", dice el editor del THE, Phil Baty.
Clasificaciones múltiples
Sin importar cómo se calculan, hay una seductora simplicidad en las tablas de clasificación.
"Para bien o para mal, los rankings han sido muy influyentes entre los estudiantes, así como entre líderes políticos y algunas universidades en varios países", dice Philip Altbach, director del Center for International Higher Education del Boston College.
Pero advierte sobre los criterios que se usan para la medición. ¿Deberían las universidades que no hacen investigación ser comparadas con instrumentos diseñados para las que sí la hacen en forma intensiva?
Un intento por crear un tipo diferente de comparación universitaria fue lanzado este año por la Unión Europea, con el proyecto U-Multirank.
El proyecto hace menos hincapié en la reputación y deja que los estudiantes seleccionen sus propios criterios para hacer las comparaciones.
La idea es que un estudiante que quiere inscribirse en un curso de arte no va a sacar mucho de clasificaciones hechas sobre el número de proyectos internacionales de investigación en ciencias. Schleicher cree que es hora de tomar en cuenta otros factores.
Andreas Schleicher, director de educación de la OCDE, organización que creó la prueba Pisa para las escuelas, quiere comenzar a efectuar comparaciones en educación superior.
Schleicher dice que el público exige que se evalúe la calidad de las universidades.
Pero en vez de mirar qué entra a las universidades -dinero, personal, instalaciones-, quiere averiguar qué sale de ellas, en la forma de lo que los estudiantes están aprendiendo.
Una propuesta para elaborar una clasificación diferente será sometida a consideración de la OCDE dentro de poco, asegura.
No es difícil ver las limitaciones de los rankings de universidades, actualmente dominados por cierto tipo de institución y sin mucha consideración por los atributos de sus estudiantes.
Pero tales listas tienen un atractivo innegable.
"El hecho de que la gente esté discutiendo el asunto es un incentivo para el cambio", admite Sowter.
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