lunes, 27 de abril de 2015

Los nuevos movimientos estudiantiles

Miguel Casillas
LAISUM, México, 26/04/2015



Introducción

Desde el año 2012 hemos sido testigos de la aparición de un nuevo tipo de movimientos estudiantiles que, aunque guardan muchas semejanzas y comparten características con los de otras épocas, se caracterizan por nuevos rasgos. Siguen siendo movimientos alegres e irreverentes por su condición juvenil, mantienen los tradicionales procedimientos de acuerdos en asambleas por escuela y asambleas generales, cuestionan el statu quo con frescura, y siguen desconfiando de la autoridad escolar y, más aún, del gobierno.

Los casos cuyos rasgos constitutivos trataremos de identificar son: #Yosoy132, Normal de Ayotzinapa, Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) e Instituto Politécnico Nacional.

#Yosoy132

Este movimiento se inició cuando el entonces candidato priista a la presidencia, Enrique Peña Nieto, asistió a la Universidad Iberoamericana en 2012 y, al salir del auditorio, un grupo de estudiantes le reclamó haber llenado una buena parte del edificio con personas vestidas de rojo, impidiendo con ello que ingresaran más alumnos; éstos protestaban también contra los hechos represivos y la violación de los derechos humanos en Atenco. El candidato del PRI y su aparato descalificaron la actuación de los estudiantes, tachándolos de acarreados y porros. Poco después, 131 estudiantes de esa universidad elaboraron un video que subieron a las redes sociales y que tuvo enorme impacto; en él repudiaban al PRI y sus descalificaciones. En otras ciudades, los gobiernos de ese partido reprimieron las expresiones estudiantiles y juveniles que se oponían a Peña. Días después, una manifestación muy espontánea integrada por estudiantes de universidades privadas convocó a cientos de jóvenes que se autoproclamaron el estudiante 132, en solidaridad con los jóvenes de la Ibero. En paralelo, a través de los medios electrónicos se convocó (en tan sólo unos cuantos días) a una manifestación de jóvenes encabezados por estudiantes de la UNAM y del IPN en el D. F., así como por estudiantes de las universidades públicas en casi todos los estados, en contra de Peña Nieto y de los medios, sobre todo contra la cadena Televisa. El movimiento convocó a muchos actos más; sin embargo, el más significativo fue el debate entre candidatos a la presidencia (al que Peña Nieto no asistió) y que fue transmitido por youtube a través de internet con más de cien mil visitantes que lo siguieron en vivo.

Las Normales

Por otra parte, durante 2012, en las escuelas normales surgió un amplio movimiento de inconformidad frente a la renovación de los planes de estudio. La principal demanda fue contra la incorporación obligatoria del inglés y del uso de recursos tecnológicos. Se trata de un movimiento con fuertes tintes políticos que se concentró con mayor fuerza en Michoacán, pero que tuvo manifestaciones en muchas otras partes del país. El conflicto se agravó cuando, luego de retener una buena cantidad de autobuses, algunos fueron incendiados y la policía intervino en su recuperación, lo que ocasionó una fuerte confrontación y el encarcelamiento de algunos estudiantes que días después (como resultado de una negociación) fueron liberados aunque no exonerados de los cargos y todavía siguen bajo proceso.

Asociado a la campaña de desprestigio y deslegitimación de la profesión docente que han desarrollado el gobierno federal y sus aliados, como Mexicanos Primero y la propia Elba Ester Gordillo, las escuelas normales en general, y en particular las normales rurales, han sufrido el embate de un profundo cuestionamiento sobre su quehacer, su futuro y su responsabilidad como potenciales docentes. A la histórica falta de recursos y del abandono de las políticas públicas estatales, en los años recientes viene a agregarse una constante espiral de violencia que suma decenas de estudiantes normalistas asesinados. El colmo ha ocurrido en la normal de Ayotzinapa, Guerrero, en la cual, en el otoño de 2014, fueron asesinados seis personas y secuestrados 43 alumnos –que hasta el momento de escribir estas líneas seguían desaparecidos– en una de las más oprobiosas agresiones que se conozcan. El repudio a estas acciones y a la inoperancia del gobierno para brindar justicia dio lugar a un movimiento estudiantil muy amplio, que ha incorporado crecientemente a miles de estudiantes y profesores universitarios, normalistas, de las escuelas tecnológicas, de las universidades públicas y privadas tanto mexicanas como del extranjero, con la exigencia de presentar con vida a los desaparecidos y castigar a los responsables por la violación de los derechos humanos.




La UACM

En el D. F., la Universidad Autónoma de la Ciudad de México sufrió un paro general de actividades que duró varios meses entre el 2012 y el 2013. El conflicto se inició cuando la rectora, Esther Orozco, se negó a reconocer los resultados de las elecciones a consejeros universitarios en algunas facultades, dando como resultado que estos estudiantes electos por sus comunidades no pudieran integrarse al Consejo Universitario y se alzara el reclamo de respeto a la legalidad y reconocimiento de los consejeros electos. Sacudida por muchas fuerzas políticas de izquierda y diversos grupos de interés interno, esta institución se paralizó, provocando que el conflicto se ampliara. El profesorado se dividió profundamente y el propio proyecto universitario estuvo en juego por la profunda crisis política que vivió la institución. Decenas de movilizaciones, agresiones y confrontaciones violentas expresaron la polarización a la que se llegó. Se intentaron varias intervenciones para mediar (profesores, expertos independientes, el gobierno de la Ciudad, la propia Asamblea Legislativa del D. F.), sin resultados positivos hasta que se firmó un acuerdo general mediante el cual se entregaron las instalaciones, renunció la rectora y se inició una lenta reactivación de la vida académica tras casi un año de conflicto.

El IPN

En el Instituto Politécnico Nacional, asociado a la consigna lanzada por el movimiento #Yosoy132 que impulsó un paro nacional universitario con motivo del 2 de octubre de 2012, se continuó la paralización de las actividades de varios centros y escuelas ubicados en el Casco de Santo Tomás y en Zacatenco en el D. F. Los motivos del paro eran varios: luchar contra la aplicación de un recorte presupuestal a esta institución, la mejora de los laboratorios y talleres, mayor transparencia y la democratización de las formas de gobierno. El pliego petitorio de los estudiantes se fue elaborando a lo largo del movimiento y el paro se levantó cuando los estudiantes y las autoridades firmaron un acuerdo que incluyó la promesa de no tomar represalias contra los paristas.

El movimiento renació dos años después, en 2014, cuando los estudiantes se rebelaron contra la modificación del Reglamento Interno del Instituto, el cambio en los planes de estudio de varias carreras y el autoritarismo que caracteriza al gobierno de esa institución. Al elaborar su pliego petitorio exigieron además la renuncia de la directora y la democratización de las estructuras de gobierno. Miles de estudiantes politécnicos se manifestaron en las calles y tomaron las instalaciones del IPN; de manera inusitada, el gobierno federal trató de mediatizar el movimiento, hizo renunciar a la directora e incluso el secretario de Gobernación negoció con ellos en la calle. Sin embargo, desconfiados frente al gobierno, los estudiantes persistieron en sus demandas y hasta el momento de escribir estas líneas continuaba la ocupación de las instalaciones aunque se logró la conformación de una mesa de debate y negociación, así como la promesa de un congreso resolutivo.

§

Estos nuevos movimientos, como siempre sucede, son hijos de su tiempo y su contexto social. En este sentido expresan las tensiones y problemáticas del México contemporáneo. En principio, hay que considerar que en México se manifiestan con crudeza los resultados de años de economía neoliberal: por un lado el férreo control de las variables macroeconómicas y el despliegue de una economía que crece lentamente y de modo insuficiente, dando como resultado una mayor desigualdad social, un incremento de la pobreza y de la exclusión social. Enormes desigualdades caracterizan a las poblaciones estudiantiles. Para los sectores educados de la sociedad es grave el desempleo y son escasas las oportunidades. La movilidad social como fuerza de legitimidad de los estudios superiores se ha ido deteriorando y en épocas de crisis o de recesión económica los estudios superiores están dejado de funcionar para ascender socialmente.

También hay que observar que, sobre todo entre los jóvenes, se ha erosionado la legitimidad de la incipiente democracia en México, abriendo cauce a una profunda crisis política en la que se desconfía de los partidos y de los políticos, las elecciones libres son una ficción y el gobierno de la restauración priista trata de imponerse con sus viejos métodos frente a una sociedad civil mucho más madura y participativa. Por su parte, otro de los pilares fundamentales de la vida democrática se encuentra profundamente impugnado: los medios de comunicación están siendo objetados por su parcialidad y su respaldo a las posiciones autoritarias, por su incapacidad de expresar la diversidad política y por ser agentes de difamación que generan un estado de ánimo social proclive a criminalizar las expresiones disidentes y a descalificar las demandas estudiantiles. 

Desde mediados de la década pasada se ha instaurado un clima de violencia generalizada en México: se calculan 200 mil muertos y decenas de miles de desaparecidos. La enorme mayoría de estos muertos y desaparecidos son jóvenes varones de entre 20 y 30 años. Esta violencia asociada al narcotráfico y la delincuencia organizada, ha venido afectando cada vez con mayor frecuencia y con mayor profundidad a los universitarios: estudiantes asesinados y heridos víctimas de balaceras, estudiantes ajusticiados, profesores y estudiantes secuestrados y extorsionados. En este entorno social se estigmatiza a los jóvenes, se criminalizan las diferencias y las disidencias. 

Paradójicamente, mientras que al gobierno mexicano le importa cada vez menos la educación superior (escaso financiamiento, violaciones constantes a la autonomía, contracción del mercado académico, reiteración de las mismas políticas públicas aunque ya muestren resultados decrecientes, etc.), en el mercado nacional y global avanza la sociedad del conocimiento y se incrementa el valor social de los certificados: cada vez son más necesarios e importantes para la nueva economía los poseedores de los diplomas universitarios. El conocimiento se ha vuelto un factor estratégico para el desarrollo de las naciones. Los estudiantes universitarios perciben esto y observan con amargura el deterioro de las instituciones, la falta de planes y programas de estudio que los estimulen y los coloquen en la vanguardia de los conocimientos de sus disciplinas, la incapacidad de las instituciones para escucharlos, para ofrecerles una oferta cultural de acuerdo con sus intereses, para dejar a un lado sus prácticas autoritarias y permitirles participar de la gestión y la elección de sus autoridades.

A diferencia del pasado, la composición social del estudiantado universitario se distingue por su diversidad cultural. Los nuevos movimientos estudiantiles reflejan esta condición, expresan y se vinculan a movimientos juveniles de muy diversa índole, articulan una pluralidad de intereses que confluyen en la exigencia de una educación superior de calidad y pertinente no en función del mercado, sino de las necesidades de los mexicanos, especialmente de los excluidos y marginados de la sociedad; también florecen los discursos ambientalistas, las perspectivas autosustentables y promotoras del cambio en los hábitos de consumo de los seres humanos; practican la igualdad de género y son partidarios de dinámicas inclusivas y respetuosas de la diversidad; como casi siempre sucede, desconfían de los liderazgos mesiánicos, rotan frecuentemente a sus representantes, no reconocen dirigentes y desarrollan prácticas de democracia horizontal.

Los nuevos movimientos estudiantiles no sólo corresponden a estudiantes de las licenciaturas convencionales. Congregan a estudiantes de todos los sectores (público/privado), de los sistemas tecnológicos, universitarios y de educación normal, de las modalidades abiertas y a distancia y, cada vez más, a estudiantes de posgrado. Los movimientos se han vuelto crecientemente reflexivos y analíticos en sus deliberaciones, pues esta diversidad de estudiantes aporta su capital cultural y construye una inteligencia colectiva. 



Uno de los rasgos distintivos más singulares de estos movimientos estudiantiles es su fuerte apego a la ley y el despliegue de conductas civiles, de escasa confrontación con la ciudadanía. Hay grupos radicales que organizan destrozos y que, encapuchados, se han apoderado de varias instituciones; aunque se les ha estigmatizado como anarquistas, siguen los mismos patrones del radicalismo pequeñoburgués con el que caracterizábamos a los ultras de otras épocas: a menudo se encuentran infiltrados por las agencias del gobierno, frecuentemente son utilizados como provocadores y su sectarismo es disonante con la amplia capacidad de acuerdo que caracteriza a los nuevos movimientos estudiantiles.

Los nuevos movimientos estudiantiles se caracterizan por formular demandas de carácter académico y de gestión institucional, por reclamar mejoras en sus escuelas y que el gobierno institucional se abra a su participación. Normalmente reaccionan frente a actos de autoridad, a imposiciones o acuerdos formales que no tienen legitimidad. Son movimientos solidarios entre sí, pues se tejen vínculos y reacciones de ayuda mutua entre estudiantes de diferentes facultades, universidades, estados, etc. Las redes y los modernos sistemas de información facilitan la intercomunicación entre los estudiantes y sus movimientos.

El más notorio de los rasgos de los nuevos movimientos estudiantiles es la fuerte utilización de las redes sociales digitales: muy identificadas con la nueva condición juvenil, están subvirtiendo el monopolio informativo de la TV y la prensa escrita. A través de ellas, los estudiantes y los jóvenes están organizando frecuentes campañas contrahegemónicas, poniendo en cuestión de modos muy innovadores el statu quo, el sistema de dominación y la manipulación de los medios. Una información alternativa circula con prontitud, en una escala que involucra a miles de internautas y con mayor credibilidad que la de los medios controlados. Todos los actores políticos sabían que las redes sociales cumplirían un papel relevante en la elección presidencial pasada; lo que nunca calcularon fue que su irrupción desbordaría los límites convencionales de las campañas, cuando los jóvenes indignados se rebelaran, encabezados por los universitarios, con sus demandas y sus exigencias democráticas. 

En los nuevos movimientos estudiantiles la convocatoria y la difusión de las actividades se establece prioritariamente a través de las redes digitales. Hay asambleas y discusiones presenciales, frecuente elección de representantes (pues se desconfía de lo liderazgos carismáticos que puedan ser cooptados), pero son muy frecuentes los procesos de colaboración y construcción colectiva de acuerdos a través de las redes sociales digitales que involucran a cientos de estudiantes. Las modalidades de lucha estudiantil que son las más frecuentes son las manifestaciones, los paros y la ocupación de las instalaciones. Pero también hay un enorme trabajo para desmontar la ideología dominante, para burlarse de los poderosos y ridiculizar a través de mensajes y de memes. Las redes y los sitios web de noticias independientes juegan un papel central en los nuevos movimientos: les dan proyección y les facilitan la articulación con otros movimientos semejantes desde la escala local hasta la global. 

Los nuevos movimientos estudiantiles se están convirtiendo en el embrión de los movimientos sociales del siglo XXI. Subvirtiendo el uso académico convencional de las TIC, practican una nueva ciudadanía digital, ponen en marcha nuevos procesos de deliberación, acuerdo y acción incluso en la red. Prefiguran con su sentido justiciero, de equidad, solidario, crítico e irreverente, una intensa respuesta a la visión neoliberal del mundo, de la educación y del uso social del conocimiento. Nos recuerdan que todas las sociedades tienen reservas de indignación ancladas en la juventud universitaria.

* Miguel Casillas es doctor en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París, investigador del Instituto de Investigaciones en Educación de la UV. Se especializa en sociología de la educación superior, sus agentes, procesos y organizaciones. 

** Artículo publicado en La Palabra y el Hombre Nª 31, enero-marzo 2015, Universidad Veracruzana, México

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