Andrea Montilla
El Nacional, 08/06/2014
Docentes venezolanos recurren a técnicas poco ortodoxas para acceder a información científica internacional, debido al cerco presupuestario. Más de 3.000 proyectos esperan financiamiento desde 2013
En 4 años han egresado solo 4 estudiantes de Ecología Experimental en la Universidad Simón Bolívar. El laboratorio es el que más ha graduado en la USB, afirma con orgullo Aldo Croquer, PhD en Biología de Organismos.
Las dificultades para hacer ciencia, especialmente en una disciplina escasamente valorada en el país, han reducido el número de investigadores en el área. Las limitaciones son mayores cada año.
El laboratorio mantiene a duras penas las investigaciones de 9 alumnos actualmente. Croquer señala que sus estudiantes suelen ser muy apreciados en el exterior porque en Venezuela se les enseña a trabajar con “extremada” limitación de recursos.
La cantidad de viajes de este grupo disminuyó por la falta de presupuesto y la inseguridad. Los estudiantes han sido asaltados durante trabajos de campo en sitios remotos. En 2013 robaron la camioneta del departamento con la que hacían algunos viajes y no la han podido reponer por falta de dinero.
Contar con los instrumentos necesarios requiere de mucha paciencia. Cada orden para la adquisición de reactivos, necesarios para realizar técnicas moleculares en arrecifes de coral, demora al menos un año en llegar al país. Recibir los materiales del exterior también constituye todo un desafío. “Unos colegas de países del Caribe me enviaron reactivos por Ipostel y no se sabe si llegaron, me dicen que se perdieron”, cuenta Croquer.
El investigador de 43 años de edad y sus aprendices se han visto obligados a recurrir a técnicas poco ortodoxas para acceder a revistas científicas internacionales: una página rusa donde “hackean” los artículos en PDF o un grupo en Facebook donde solicitan a algún colega que les descargue información desde el extranjero. Lo más común es compartir los artículos por correo electrónico, pidiéndoles el favor a amigos en Estados Unidos, Inglaterra o Brasil.
Deterioro creciente. Desde hace 7 años, la mayoría de las universidades autónomas venezolanas no cuenta con acceso a bases de datos para revisar bibliografía. Se requiere de divisas para su suscripción. Solo la base de datos que necesita la USB tiene un valor de un millón y medio de dólares, asegura la decana de Investigación y Desarrollo, Elia García.
El coordinador del núcleo de Consejos de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico, Alejandro Gutiérrez, explica que ante la alta inflación son insuficientes los recursos que otorga el Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación —ente adscrito al Ministerio de Ciencia y Tecnología—, para el desarrollo de las investigaciones en el país.
Desde septiembre de 2013, más de 3.000 proyectos nacionales están a la espera de que el Estado entregue la segunda porción de financiamiento para continuar los estudios, puntualizó Gutiérrez. Se trata de proyectos vinculados a las áreas que según el Estado son las más prioritarias y se inscriben dentro del Plan de la Nación 2013-2019. Allí no tienen cabida las ciencias básicas, afirma Gutiérrez.
Hace dos años, por ejemplo, la USB propuso 255 proyectos en una gran convocatoria hecha por el ministerio, pero solo se aprobaron 13, comentó García: “Desde 2009 se paralizaron muchas líneas de investigación. La ciencia experimental y básica (Biología, Física y Química) se han visto más afectadas”.
Gutiérrez denuncia la dramática caída de la producción científica y la fuga de talento debido al cerco presupuestario. Un estudio hecho por Ismardo Bonalde, del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, reveló que hace seis años la producción sufrió una caída de 38% y continúa a la baja. Frente a los 1.600 artículos de investigación que se elaboraron en el país en 2008, solo 1.300 se realizaron el año pasado, la misma cantidad que en 1999. A juicio de Gutiérrez, el año pasado se divulgaron menos de 1.000 publicaciones.
Hasta el año pasado había 23.465 investigadores registrados en el Observatorio Nacional de Ciencia y Tecnología, según cifras del ministerio, pero solo 12.792 hacían investigación, es decir, 54% del total. Bonalde duda de las cifras debido al “alarmante” éxodo de personal calificado por las deficientes condiciones de trabajo. Aunque no dispone de datos nacionales, precisa que en la USB, por ejemplo, de los 850 profesores investigadores que había, 278 migraron en los últimos 4 años. Asegura que la tendencia es casi la misma en el resto de instituciones del país que hace investigación.
“Vivimos una etapa total de oscurantismo desde el punto de vista de información científica. La carrera de investigador va a desaparecer con el tiempo”, dice García.
Calidad mínima se mantiene
El país descendió 10 puestos entre 2009 y 2013 en el ranking SCImago Institutions, una plataforma de evaluación de la investigación en universidades e institutos de todo el mundo. La Universidad Central de Venezuela, la primera en el país en cuanto a investigación se refiere, se ubicó en la posición 43 de una lista de 412 de Latinoamérica. En los 10 primeros lugares estuvieron Brasil, México, Argentina y Chile.
El estudio indicó que solo 4,68% de la producción científica de la UCV se ha incluido en el grupo de 10% de trabajos más citados en su campo en el mundo.
Paradójicamente, Venezuela ascendió 6 puestos en el ranking QS Latin America University, el cual evalúa reputación académica, mejores graduados, cantidad de personal docente, trabajos de investigación citados, número de investigaciones por facultad, docentes con PhD y proyección en web.
La UCV, la UCAB, la USB y la ULA obtuvieron buenos resultados. No obstante, continúan aún muy por debajo de instituciones de Brasil, México y Chile. En el indicador relacionado con citas de trabajos en otras piezas de investigación, la UCV descendió 8 puestos entre 2013 y 2014. La USB bajó 3 lugares en el número de investigaciones por facultad.
El rector de la Universidad Metropolitana, Benjamín Scharifker, consideró que algunos cambios positivos en el ranking se deben al gran esfuerzo que realizan las casas de estudio venezolanas por mantener sus estándares mínimos de calidad.
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