Jaime Requena
Tal Cual, 09/06/2014
Desde el año 2007, ha sido una política explícita de la camarilla que nos gobierna, acosar a aquellas grandes universidades públicas aferradas al credo de la autonomía. Desde esa época las universidades reciben el mismo presupuesto sin ni siquiera corrección monetaria por inflación y son el blanco favorito de las críticas gubernamentales que se regodea exponiéndolas como entes elitescos, ineficientes y desconectados de las realidades de su entorno.
El corifeo de mujiquitas burocráticos niega sistemáticamente cualquier cosa que las universidades soliciten, empezando por el tribunal que anula o impide elecciones universitarias en las que luce perdedor el partido de gobierno, seguido por cualquier oficina del gobierno confiscadora de cosas de su propiedad, hasta llegar al acueducto o empresa eléctrica que les niega atención a sus requerimientos para mejorar el servicio que les presta y por el que ellas pagan.
Cada día menos estudiantes, de postgrado y pregrado, entran a las aulas de las facultades de ciencia o a las escuelas de medicina o ingeniería o regresan a esas aulas como docente. Los profesores que quedan andan buscando jubilarse para irse a un nuevo empleo y los que todavía no reúnen los requisitos necesarios para ello, también están buscando empleo pero más allá de nuestras fronteras. El ejemplo es Ecuador, un país que no era uno de los destinos turísticos preferidos de los venezolanos y que a pasado a ser una opción para muchos de nuestros investigadores a través de su programa de captación de talento para la nueva ciudad del conocimiento de Correa.
Ahora experimentamos no una fuga de cerebros sino una ¡hemorragia de talento! El resultado de la política gubernamental de tratar de doblegar a nuestras grandes universidades autónomas está a la vista. Salones de clases derruidos, edificios destrozados; bibliotecas desactualizadas y sin conectividad a la red de redes para nutrir a estudiantes y profesores de nuevos conocimientos; laboratorios envejecidos con instrumentos vetustos y reactivos vencidos; campos deportivos desmantelados; comedores que dan hambre; profesores y estudiantes con remuneraciones o becas de miseria; Cátedras que no pueden comprar ni tiza; Facultades sin generación de relevo ni recursos para enviar un joven a capacitarse o realizar estudios doctorales y .... pare usted de contar.
Estos son algunos de los motivos para que una vez más el Núcleo de los Coordinadores de los Consejos de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico (CDCHT) y Equivalentes de las universidades nacionales en su reunión semestral, en Caracas el 22 de mayo pasado y desde la sede de la Universidad Pedagógica Libertador (UPEL), vuelva a emitir otra alerta más a la nación. Con esta nueva declaración ya se ha perdido la cuenta de las veces que las autoridades universitarias venezolanas han denunciado la crítica situación por la que atraviesan las universidades que dirigen y a las que el gobierno autista no le ha parado ni un ápice.
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