Sandra Pacheco Páez
LAISUM, México, 29/06/2014
La internacionalización de la educación superior es un tema relevante, tanto por sus implicaciones conceptuales y teóricas, como por aquellas de orden pragmático que se observan a nivel del diseño e implementación de políticas públicas.
La relevancia que ha adquirido la internacionalización en el contexto de las transformaciones que ha vivido la educación superior, se evidencia en parte, en el diseño e implementación de las políticas educativas que impulsan los gobiernos y que se reflejan en los procesos de planeación de las instituciones de educación superior.
No es extraño entonces encontrar en los discursos de políticos y funcionarios universitarios expresiones lo más parecido a “la universidad se internacionaliza o la universidad responde a la globalización y a la sociedad del conocimiento a través de la internacionalización”, entre otras muchas frases elocuentes, pero no pocas veces, carentes de sentido.
De la misma manera en que existen diferentes conceptos y confusión alrededor del significado de la internacionalización, también existen algunos mitos o concepciones equivocadas acerca de qué y cuáles son actividades de internacionalización de la educación superior. Por mencionar algunas, se cree que una universidad es más internacional o está más internacionalizada si tiene más estudiantes extranjeros en su campus, si tiene más convenios internacionales o si imparte clases en inglés. También se asume que el tener más acreditaciones significa mayor calidad o que la internacionalización se da naturalmente en las IES.
Knight define “la internacionalización de la educación superior como el proceso de integrar la dimensión internacional/intercultural en la enseñanza, la investigación y el servicio de la institución” (Knight, 2001:22).
Es común y ha sido ampliamente discutido el tema sobre la influencia que tienen los organismos internacionales o supranacionales, en la agenda y diseño de las políticas educativas en el mundo y, en particular, en los países latinoamericanos. Las orientaciones de política se han derivado específicamente de dos de estos organismos la UNESCO y la OCDE.
El año 1998 representó un parteaguas en este sentido, al realizarse en París, Francia la Primera Conferencia Mundial de la Educación Superior, denominada La educación superior en el siglo XXI: Visión y acción, misma que tuvo como antecedente varios eventos similares a nivel regional, a fin de ir generando los consensos necesarios para la articulación final. Uno de los ejes fue estratégicos fue la cooperación, basada en la intensificación de la movilidad internacional de estudiantes y profesores. En el 2009 en la Segunda Conferencia Mundial de la Educación de la UNESCO, se refrendó el compromiso con el asunto internacional. La cooperación es el telón de fondo donde se incluye a la internacionalización como la gran apuesta para fortalecer el desempeño de las instituciones de educación superior.
Al referirse al tema de la internacionalización la OCDE enfatiza en la movilidad internacional, traducida en la posibilidad de que los estudiantes puedan incorporarse a una institución de educación superior distinta a la suya y, principalmente en un país también diferente. Ello les permitirá ampliar sus horizontes y comprender mejor la lengua, la cultura y los métodos para incursionar en el mundo de los negocios.
Desde esta mirada, los gobiernos y las instituciones de educación superior deben hacer esfuerzos en ambos sentidos. Por un lado, diseñar políticas y estrategias para promover la movilidad de sus estudiantes hacia otras instituciones y países y, por el otro, atraer estudiantes de otras instituciones y países para que se matriculen en sus programas. En ambos casos, el prestigio y la reputación institucional están en juego. Otra ventaja que se observa en la movilidad internacional es la posibilidad de ampliar la cobertura pero vía la matrícula internacional, lo que tiene implicaciones en el financiamiento a la educación superior, pues las instituciones receptoras establecen cuotas generalmente diferenciadas para estudiantes extranjeros.
De acuerdo con la información de la OCDE, Europa es el destino más importante a nivel mundial, para la movilidad de estudiantes en el nivel terciario, y recibe aproximadamente al 48% de ellos, seguido de Estados Unidos con el 21% del total de estudiantes internacionales. En el año 2011 aproximadamente 4.3 millones de estudiantes de educación superior estuvieron matriculados fuera de su país de su origen. Australia, Canadá, Francia, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos; en conjunto recibieron 50% de estudiantes en movilidad en el mundo. A pesar de que estos destinos han sido históricamente los más importantes, comportamiento que se potenció con el proceso de Bologna, otros países empiezan a constituirse en opciones relevantes para los estudiantes en el mundo, tal es el caso de Japón (4%), Rusia (4%) y España (2%), del total de estudiantes de movilidad alrededor del mundo (OCDE, 2013).
Los datos de la OCDE evidencian la tendencia que históricamente ha caracterizado a la movilidad estudiantil. Se observa una clara concentración en los países denominados desarrollados o de primer mundo, mientras que, por ejemplo, los países latinoamericanos no se han constituido en una opción para los estudiantes a nivel mundial. Esta tendencia se acentúa en lo que la OCDE identifica como los principales factores que afectan la decisión de los estudiantes al elegir el país de destino: el idioma, la calidad de los programas, las cuotas y las políticas de inmigración.
El inglés se ha constituido como el “idioma de la academia” por excelencia. Las instituciones de educación superior lo incorporan en sus diseños curriculares y los estudiantes con aspiraciones de movilidad lo observan como una necesidad. La calidad de los programas se mide actualmente en función del prestigio institucional, pero los rankings comienzan a ser un insumo relevante en la decisión de los estudiantes e, incluso, de las instituciones, quienes promueven la posibilidad de establecer convenios de colaboración con universidades reconocidas y con programas ubicado en los primeros sitios de los rankings más importantes a nivel mundial. El aspecto económico es otro factor de decisión para la movilidad. Los gobiernos de los países promueven apoyos traducidos en becas para que los estudiantes puedan incorporarse a la movilidad. Finalmente, es deseable que las políticas de inmigración no impliquen procesos altamente burocratizados que limiten el flujo de estudiantes de un país a otro.
En el caso de México, desde principios de la década de los noventa la internacionalización ha sido un tema de la agenda pública. Se ha incorporado a los programas de gobierno en materia educativa y diversos programas como el PROMEP para profesores y las becas de Conacyt para estudiantes de posgrado, han estado presentes a nivel nacional y han influido considerablemente en el diseño de estrategias de las instituciones de educación superior, principalmente las públicas.
A pesar de los esfuerzos realizados, no hay estudios o investigaciones que den cuenta de los logros alcanzados y de los problemas generados por las políticas de internacionalización de la educación superior, impulsadas por el gobierno. Por ello, es necesario valorar los efectos a nivel de los actores y de las instituciones, para fortalecer o reorientar dichas políticas. No hacerlo implicará seguir reproduciendo los comportamientos hasta ahora mostrados que simplemente reproducen las condiciones locales del país y de sus instituciones.
** Lic. en Relaciones Internacionales. Estudiante de la Maestría en Desarrollo y Planeación de la Educación de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.
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