Jorge Medina Viedas
México, 04/02/2016
A partir de considerar que la internacionalización de la educación define políticas, estrategias y sistemas institucionales, a través de las cuales se enfrentan los desafíos económicos, tecnológicos y culturales impuestos por la globalización, se confirman la universalidad y el valor del conocimiento.
La universalidad del saber, como el saber mismo, son una obra humana forjadas a lo largo de la historia. Para su transferencia de generación a generación, de individuo a individuo, en forma oral o escrita, ha contado con diversos instrumentos tecnológicos como los medios de comunicación, los medios de transporte, el libro, entre otros, considerando a éste último en un lugar preferente entre las herramientas del saber.
Es sabido que la construcción del mundo moderno no habría sido posible sin el conocimiento acumulado del hombre, sin la experiencia y la cultura heredadas e intercambiadas entre los pueblos; en la actualidad, millones de seres humanos, gracias a las nuevas herramientas tecnológicas y de comunicación, pueden tener mayor acceso al conocimiento en cantidad y calidad y de manera mucho más rápida que en el pasado, a los espacios donde se encuentran.
Al tener como materia el conocimiento, las instituciones educativas, las universidades en específico, han sido piedra de toque en el desarrollo del saber y la cultura, en su creación, transmisión y difusión, así como decisiva ha sido su participación en los procesos civilizatorios de las sociedades.
Se puede decir que en los procesos del saber y en las funciones de docencia, investigación y extensión de la cultura, las universidades han evolucionado de la misma manera en que han evolucionado los propios países y las sociedades de su entorno. Las universidades suelen reflejar las condiciones, los problemas, las conductas y hasta las aspiraciones de sus comunidades.
Así, desde el poder, aquellos que históricamente y de manera originaria hicieron de la educación una de sus prioridades de gobierno, es casi seguro que dieron a su población niveles decorosos de bienestar. Por el contrario, aquellos que no contaron con las condiciones para hacerlo o le negaron a la educación el lugar que requería o merecía, han encontrado mayores dificultades para desarrollar las fuerzas productivas, y con ello, se ha impedido que la mayor parte de la sociedad viva mejor.
No es necesariamente una regla, pero es empíricamente demostrable que gran número de naciones que han fundamentado su desarrollo en la educación, han alcanzado un bienestar económico y social equilibrado. La diferencia norte-sur, los abismos estructurales entre Estados Unidos y América Latina o entre Europa y África, pueden ofrecernos evidencias en las cuales anclar la importancia de la educación como factor del desarrollo de las naciones.
La internacionalización de la educación superior, que en esta época se ha convertido en una política estratégica de las instituciones educativas, es una deriva de esas diferencias. Tal vez sea una quimera, pero las acciones tendientes a la búsqueda de conocimiento o de intercambio, o de cooperación e intercambio académico en otras naciones, están basadas en la necesidad de moderar dichas diferencias.
La internacionalización en nuestro tiempo
La influencia creciente de la internacionalización se dio a partir de los cambios acaecidos en el mundo en las últimas décadas del siglo XX, tanto en el terreno económico como en el político. Los cambios dieron origen a una nueva época que le dio otra connotación a las fronteras, agudizó las competencias comerciales y políticas, impuso desconocidos retos a las sociedades democráticas; aún las confrontaciones entre las naciones tomaron grados mayores de intensidad, la crueldad terrorista es ahora una amenaza permanente para los países occidentales, por lo general proveniente de los frentes islámicos. Asimismo, el incremento de las corrientes migratorias de los países asiáticos y africanos hacia Europa; de América Latina y el Caribe hacia Estados Unidos, principalmente, no oculta el hecho de que la emigración es hoy un fenómeno de la demografía a nivel mundial.
Estos cambios, obviamente, están relacionados con el agotamiento y caída del bloque socialista y la fragmentación de la Unión Soviética y de diversos países identificados como parte de la Europa Oriental; la instalación de China como protagonista superlativa de la economía mundial y la permanencia del poderío militar de Estados Unidos, confluyeron de igual modo en diversas mudanzas al interior de las naciones.
El contexto mencionado de nuevas dinámicas sociales y políticas galvaniza la vida de las comunidades, y junto al progreso tecnológico y científico se producen otras transformaciones que van a revolucionar el campo de la educación, en especial, la media superior, la educación superior y la terciaria.
Algo insoslayable y trascendente en diversos sentidos, es el hecho de que en el nuevo marco económico mundial, se ha ido adecuando el concepto de la educación a las tendencias del mercado global, con el objetivo concreto de que sea considerada una mercancía, aprovechando las posibilidades que ofrece la apertura de las economías a inversiones financieras como la educativa.
A este fenómeno de la economía mundial lo respaldan las poderosas fuerzas del mercado, que buscan imponer a las fuerzas políticas y a la opinión pública, la idea de que la educación es una mercancía y no un bien público al que deben acceder todos los que deseen hacerlo; una consecuencia de ello es que en los espacios escolares y en las instituciones se acentúa la diferencia entre lo público y lo privado, sobre todo en países como México y Chile, donde la educación es un derecho que se obtiene desde la niñez y hay una.
Un ejemplo que vale la pena mencionar es que a través del empuje de empresas universitarias de corte mundial, como Laureate International Universities, se estimula un rasgo cuestionable del fenómeno de la internacionalización, que denota que ésta tiene como razón de ser obtener beneficios pecuniarios de la globalización.
Aunque ya existían otras instituciones extranjeras operando con el mismo fin comercial, pero Laureate asocia en México a su proyecto a dos instituciones privadas importantes, la Universidad del Valle de México y la Universidad Tecnológica de México, con lo cual modificó el panorama educativo del país, particularmente en el ámbito de las instituciones privadas. Implantada en 29 países, Laureate cuenta con 80 instituciones y más de un millón de estudiantes,
Asimismo, la empresa Laureate revela que una de las principales estrategias de la internacionalización es estimular la competencia comercial entre las instituciones, la cual va en detrimento del objetivo social y científico de las universidades. Sin considerar que estamos ante el lado oscuro de la internacionalización, lo cierto es que la globalización y la hegemonía del modelo económico que la tutelan, conspiran contra la educación pública, presionada casi siempre por las exigencias y condiciones de la entrega de recursos por parte del Estado.
En el norte también hace aire
Sin abandonar esta perspectiva crítica, el estudio de Velina Félix Medina y Santos López Leyva, Compromisos de las universidades mexicanas en la internacionalización de educación superior, ubica este fenómeno en sus expresiones más complejas, al mismo tiempo que da cuenta y razón de cómo se generan los procesos de internacionalización, las organizaciones que adoptan, los conceptos y categorías y las formas de implantación creciente en la educación superior de América Latina, Europa, los Estados Unidos y en México.
En lo específico, el estudio se concentra en tres casos de universidades que practican la internacionalización, las Universidades de Baja California, Sonora y Sinaloa, acerca de las cuales se ponderan las ventajas (y las dificultades) que se pueden obtener de ello.
Es importante señalar que los autores tienen una visión optimista y al mismo tiempo objetiva del fenómeno. Es decir, destacan que si bien la internacionalización ha enriquecido positivamente las políticas universitarias, a través de ella ha sido posible también detectar algunas deficiencias internas, con lo cual los beneficios de la calidad educativa que se persigue, se multiplican.
Demuestran los autores, desde esta perspectiva, que la internacionalización es asumida como un instrumento para tomar ventaja de la globalización. Desde hace varias décadas, diversas universidades lo han venido haciendo mediante líneas de actuación tendientes a superar “la calidad educativa y posicionarse por encima de otras instituciones”.
Para el logro de este propósito, las instituciones “promueven programas de movilidad internacional para estudiantes y profesores, impulsan la participación en redes internacionales, ofertan programas de grado o posgrado con enfoque internacional, firman convenios con instituciones educativas extranjeras, promueven la participación en eventos académicos internacionales, entre otras actividades”.
Aunque en México, desde los años cincuenta se ha venido presentando casos de movilidad de estudiantes y académicos a otros países, la mayoría de las universidades mexicanas le han dado un carácter estratégico a partir de los años noventa. El análisis de Félix Medina y López Leyva, focalizado en estas tres universidades del norte mexicano, las tres de carácter público y con fuerte influencia en sus entidades, se concentra en las vicisitudes que han vivido durante la última década.
Los datos anteriores son importantes porque dos de ellas pertenecen a estados fronterizos y la de Sinaloa tiene vínculos cercanos con la zona. En los tres casos hay coincidencias y discrepancias en su acercamiento al proceso de participar en las redes de universidades que existen en el mundo; lo mismo ocurre con la idea que cada una tiene de la cooperación, con las formas de organización institucional a partir de las cuales se han propuesto elevar la calidad de sus instituciones, formar mejores recursos humanos y plantarse cara a cara con las mejores universidades del país y del mundo.
Tomada en serio por estas tres instituciones, la internacionalización se ha convertido en alternativa académica para estudiantes y profesores. Para las propias universidades ofrece áreas de oportunidades en “la creación de redes internacionales, asociaciones, proyectos; nuevos programas académicos e iniciativas de investigación; la transmisión de educación a otros países mediante universidades filiales o franquicias, tanto presenciales como a distancia”. (Ana María Corti, Dolores Leonor Oliva, Silvia de la Cruz, RESU, 174)
No se podría entender el nivel alcanzado en materia de política de internacionalización de estas tres casas de estudio, sin la información histórica, geográfica y los datos cuantitativos que proporciona el estudio de los investigadores Félix Medina y López Leyva.
A partir de los datos y testimonios de los protagonistas, se pueden saber las grandes y pequeñas diferencias entre las tres instituciones, como en el caso de la movilidad de estudiantes y profesores, donde la UABC aventaja a las otras dos, y en el caso de las redes sociales, es la UAS quien las adelanta.
Hay otros aspectos históricos y políticos contrastantes entre estas universidades y que de tenerlas en cuenta en el estudio, nos permitirían explicarnos mejor los avances o rezagos en este tema; pero esta omisión no impide ver los obstáculos comunes que enfrentan, como es el caso de la falta de financiamiento suficiente, los tratos diferenciados a cada una, etcétera.
No obstante, en las historias singulares de las universidades de Baja California, Sonora y Sinaloa, descubiertas en esta excelente investigación de Velina Félix Tamayo y Santos López Leyva, independientemente de los obstáculos que tengan que superar, es evidente la indiscutible voluntad política institucional de cada una de ellas, de considerar y lograr, en el mediano plazo, que la internacionalización sea una de sus fortalezas, apuntalando la calidad académica de sus comunidades
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