Editorial, 05/03/2016
Pareciera que, en medio de tantas crisis que han estallado al unísono a lo largo del país, resultara por demás excesivo insistir en el tema presupuestario de las universidades, pero en medio de esta debacle moral y de robo estandarizado que ha impuesto el chavismo madurismo, no hay lugar para indecisión alguna pues se trata de un asunto no sólo grave sino escandaloso.
Aunque en la Venezuela actual no hay problema que no lo sea, lo cierto es que esta suerte de ahorcamiento en cámara lenta que Nicolás Maduro le está aplicando a las universidades autónomas y democráticas no tiene otro fin que esclavizarla. Si ello llegara a ocurrir, entonces la escasez de neuronas que hoy está enterrando a la improvisada revolución chavista se extendería a lo largo de las aulas universitarias y terminaría obligando a los jóvenes a gritar “¡Todos somos Maduro!” Tan espantoso futuro debe ser detenido ya si se quiere salvar a Venezuela.
Nicolás se niega rotundamente a entregar lo que le ordena la ley, la inteligencia y la educación superior. Quiere acabar con los profesores aplicándoles la ley del hambre. ¿Se imagina el lector estar dos meses desesperados sin cobrar el sueldo? Así de cruel es el proceder de Maduro. De muestra vale un botón: la mayoría de las universidades apenas el 29 de febrero recibieron los fondos para cancelar sueldos y salarios.
La rectora de la Universidad Central de Venezuela y presidenta de la Asociación de Rectores, Cecilia García Arocha, declaró el miércoles que se trata de un mecanismo de presión más del gobierno para acelerar el cierre técnico de las casas de estudios superiores. “Los recursos para pagar gastos, salarios y providencias estudiantes de febrero ingresaron el lunes, el martes pagamos el salario del pasado febrero”, señaló en una entrevista a Unión Radio.
La única manera de entender la situación por la que atraviesan las universidades venezolanas es cuando se mira en retrospectiva todo lo que ha intentado el régimen rojito en contra de la educación superior. Pareciera que algunos personeros del gobierno cambiaron la capucha y las piedras que usaban en sus tiempos de estudiantes por una saña extrema dirigida a liquidar a las universidades.
No es de extrañar que los profesores dejen la universidad para dedicarse a otras actividades con la esperanza de ganarle la partida a la megainflación. Ni los obreros se salvan de esta calamidad, mucho menos los servicios necesarios para atender como es debido al estudiantado. No hay casa de estudio que pueda sostener la excelencia que le deben al país si el gobierno no les da el presupuesto que merecen.
No importa cuántos personeros gubernamentales hayan pasado por sus aulas, porque es obvio que no quieren la universidad, no valoran la educación y desprecian a los profesionales que egresan a duras penas todos los años.
Los venezolanos honestos deben exigirle a este gobierno inepto y corrupto que ceda el paso para que quienes sí saben comiencen a hacer las cosas bien y pulcramente.
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