Luis Herrera Orellana
El Nacional, 11/11/12
El pasado mes de mayo le fue conferido a la filósofa estadounidense Martha C. Nussbaum el premio Príncipe de Asturias a las Ciencias Sociales, como reconocimiento a "una concepción universal de la dignidad humana y de los derechos de la mujer para superar los límites del relativismo cultural", según el veredicto del jurado. Esta distinción reconoce sus aportes al estudio de la filosofía helenística, la ética y el enfoque de las capacidades, pero también en otras como la educación y la defensa de las Humanidades (música, filosofía, literatura, teatro y artes en general) como esenciales para la formación de ciudadanos aptos para la vida en democracia. Precisamente, su libro Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades está dedicado a defender y promover el estudio tanto en la educación básica como en la superior (cualquiera sea la carrera) de las Humanidades y el uso del método socrático como necesarios para la formación de individuos aptos para usar sus capacidades y producir riqueza, pero también ciudadanos capaces de vivir en democracia.
Aclaremos que Sin fines de lucro no es un alegato contra la educación orientada a lograr el crecimiento económico. Esa educación es para Nussbaum necesaria e indispensable. Su crítica es a la tendencia observada en EEUU, Europa e India a valorar sólo la educación para el crecimiento económico, y a reducir o eliminar por "inútiles" la tradición socrática y materias humanísticas que estimulan la crítica y la imaginación, y aportan conocimientos para la vida en común que ni la economía, la informática o la ingeniería pueden aportar: "según esta tradición, la educación no consiste en la asimilación pasiva de datos y contenidos culturales, sino en el planteo de desafíos para que el intelecto se torne activo y competente, dotado de pensamiento crítico para un mundo complejo. Este modelo de educación llegó con el objeto de remplazar un sistema anterior en el que los niños (...) pasaban el día sentados en sus pupitres absorbiendo el material que se les prestaba para luego regurgitarlo. La idea del aprendizaje activo suele implicar un compromiso firme con el pensamiento crítico, que se remonta a la época de Sócrates".
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