Mariano Nava Contreras
El Universal, 16/05/2013
Cuentan los historiadores que en el año de 1115 cuatro doctores de la Universidad de Boloña, la más antigua del mundo, hicieron una consulta al emperador Federico Barbarroja acerca del estatus jurídico de los estudiantes de Derecho Romano. Para entonces ya Boloña se había convertido en un centro académico importante al que acudían estudiantes de toda Europa, y los doctores querían que el Emperador les aclarara cuál era el derecho que amparaba a estos estudiantes venidos de todas partes.
La respuesta de Barbarroja no pudo ser más generosa. Promulgó la célebre Constitución Habita, que acordaba importantes privilegios a todo aquel que fuera a estudiar a Boloña. En primer lugar, establecía que los estudiantes podían viajar libremente por todo el Imperio siempre y cuando fueran a estudiar, y que nadie tenía derecho a atacarlos, ni siquiera a maltratarlos durante el viaje, pues sería castigado con las penas más severas. En segundo lugar, lo que es más importante, beneficiaba a los estudiantes con un "privilegio de jurisdicción", es decir, que si un estudiante incurría en alguna falla, éste podía ser juzgado por los mismos profesores, o en su defecto por el obispo de la ciudad, escapando a la justicia ordinaria de los magistrados. El Emperador había entendido, pues, que las universidades debían dictarse sus propias normas, y que los que se dedican a la búsqueda del conocimiento y al cultivo de las ciencias debían gozar de protección y privilegios especiales por parte del Estado.
Pronto la Constitución Habita se convirtió en referencia para las demás universidades que iban floreciendo en Europa, como Oxford, Cambridge o Salamanca. En el año 1200, el rey Felipe Augusto de Francia decidió otorgar un edicto por el que sustraía a los estudiantes de la Universidad de París de la justicia ordinaria, encargándola al obispo. Esta Casa de Estudios, abuela de la actual París-Sorbona, fue siempre una Universidad especialmente combativa. Ya en el siglo XV estuvo varias veces en huelga por defender las exenciones de impuestos que le había acordado el Rey, y otras veces para exigir que los estudiantes detenidos en esas huelgas fueran juzgados por la justicia universitaria y no por funcionarios reales. En 1446 el rey Carlos VII somete a la Universidad a la jurisdicción del Parlamento de París y la ciudad se convierte en el escenario de los primeros disturbios estudiantiles de la historia, en los que participa nada menos que el poeta François Villon.
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