Juan Carlos Tedesco
Renato Opertti
Mássimo Amadio
En buena parte de los países el debate actual sobre el sentido y el rol de la educación aparece vinculado a imaginarios de sociedad que sean convocantes y realizables. La construcción de sociedades más justas constituye el núcleo central de estos imaginarios y hoy, más que nunca, la educación se define como condición necesaria para que dicho imaginario sea realizable. Sin embargo, esta situación es concomitante con la difusión de una fuerte desconfianza de la ciudadanía con respecto a la capacidad de los gobiernos para forjar y concretar políticas educativas de largo plazo y hacia las posibilidades de los sistemas educativos para responder efectivamente a los desafíos y a los problemas contemporáneos. Este escepticismo se expresa particularmente a través de los cuestionamientos de actores políticos, medios de comunicación, familias y evaluadores internacionales. Se cuestiona la educación por las carencias considerables que aún existen en la universalización de los saberes indispensables – una de sus funciones principales – y por las inequidades persistentes en la distribución social de estos saberes. Se cuestiona frecuentemente la calidad de la educación, medida de manera creciente en términos de los resultados de evaluaciones nacionales e internacionales. Se critica la organización tradicional del proceso de enseñanza y aprendizaje y sus contenidos, más y más percibidos como desfasados en relación a la adquisición de los conocimientos, capacidades, actitudes y valores (las competencias) necesarios para vivir en un mundo en constante transformación y en un siglo lleno de incertidumbres, pero también de oportunidades.
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