Claudio Bifano
El Nacional, 21/12/2014
Está en curso una nueva amenaza a la ciencia nacional. Esta vez es la decisión de un grupo de parlamentarios del partido oficialista que forman parte de la Comisión permanente Ciencia, Tecnología e Innovación de la Asamblea Nacional de proponer y aprobar en primera discusión una nueva ley a través de la cual se pretende trastocar la razón de ser del IVIC y convertirlo en otro instituto, el Instituto Venezolano de Ciencia Tecnología e Innovación de dudosa naturaleza. La motivación de la ley es supuestamente colocar al IVIC a tono con los últimos adelantos que en la materia ha tenido la sociedad científica nacional e internacional, también con el momento político de transformación de la sociedad venezolana para que se perfile definitivamente hacia un modelo de inclusión social, de soberanía e independencia tecnológica y sobre todo de un modelo que se construya al calor del poder popular incorporando….la participación del pueblo en el quehacer científico, tecnológico y de innovación. Esas son algunas de las ideas que expresa la exposición de motivos del proyecto de ley. Decimos que lo que se pretende hacer es de dudosa calidad ya que, si bien es rol del Estado formular políticas públicas dirigidas a la solución de problemas de la sociedad, alarma constatar que en lugar de ofrecer claras bases conceptuales en materia de investigación y desarrollo, la motivación del cambio invoca el Poder Popular, el Plan de la Patria y responsabilidad y conciencia revolucionaria.
Durante más de cincuenta años el IVIC ha demostrado ser una institución científica exitosa, reconocida dentro y fuera del país por la calidad del trabajo de sus investigadores y, por supuesto, a tono con los últimos adelantos en la materia. Esto lo ha logrado, entre otras razones, por el extremo cuidado de quienes lo han dirigido hasta hace un tiempo de seleccionar y formar personal de alta calidad y exigir de ellos un rendimiento adecuado a sus obligaciones. Al igual que en cualquier otra parte del mundo civilizado, para instituciones de ese tipo el IVIC se ha siempre apegado a criterios de excelencia académica universalmente aceptados, sin caer en improvisaciones ni cegueras políticas.
El intento de imponer la ley que transforma el IVIC en el IVECIT es el último pero no el único caso de tergiversación de la función de las instituciones científicas en nuestro país. Otros Institutos de Investigación y Desarrollo, que otrora mostraron importantes resultados de investigación básica y aplicada ya la han sufrido y, como era de esperarse, no son ni la sombra de lo que fueron o pudieron llegar a ser. Y más aún, lo hace contra las universidades en las que aun se hace investigación. Me refiero a las autónomas y algunas privadas, que tradicionalmente mucho han aportado y aportan a la generación y la aplicación del conocimiento científico.
A las primeras como no se les puede cambien tan fácilmente su ley, desde hace ya unos siete años se les asigna el mismo presupuesto en valor absoluto, que alcanza apenas a pagar los miserables salarios de sus profesores y empleados. Y en consecuencia los montos que pueden destinar a la investigación a través de los Consejos de Desarrollo Científico y Humanístico son risibles frente a los costos que implica hacer ciencia de alguna calidad; tan dramáticamente risibles como son los sueldos de los profesores. A las privadas, sin distinción alguna, se las trata como si fueran despreciables mercantilistas. El ansia de transformarlas en remedos de universidades es otro de los enormes daños que se le están haciendo al país, un daño lamentablemente apoyado por el silencio cómplice de algunos de sus profesores vinculados al gobierno. Y a pesar de tan lamentable situación los buenos profesores-investigadores universitarios siguen haciendo investigación de buena calidad y formando profesionales bien capacitados.
No es, pues, solo contra el IVIC que está actuando el gobierno, no es que quieran acabar con una institución de investigación prestigiosa porque así se le ocurrió a alguien en un momento de desvarío; no, se trata de implantar una política que pretende oscurecer el sentido y el modo de hacer ciencia. De banalizar sus estándares hasta el punto de convertirla en una actividad al alcance de cualquier persona que quiera intentarlo aún sin tener la preparación necesaria para hacerlo sin importar el costo y el desprestigio que acarrea. Y peor aún mediatizar la formación de profesionales educados en instituciones cuya docencia se basa en la investigación científica y humanística.
Además de rechazar la decisión de parte del Poder Legislativo de transformar al IVIC, la comunidad científica y el profesorado universitario tienen ante sí dos importantes desafíos. Es menester que se comprometan con el empeño de evitar que se desdibuje el fin y la importancia de la ciencia reconocida como tal dentro y fuera del país, el conocimiento requerido para hacerla y su función como elemento de desarrollo social, independientemente de la institución en que se haga, porque lo primordial es defender valores y capacidades profesionales. Y velar, además, por una educación de calidad a todos los niveles, porque todos sabemos que viene siendo sistemáticamente mediatizada a través de un discurso obsoleto, materiales de estudio de escasa calidad y políticamente orientados, acompañados de enfoques lamentables en cuanto a su operatividad, a todas luces incompatibles con las necesidades de una sociedad que pretenda alcanzar algún nivel de desarrollo.
Retos fundamentales que hay que enfrentar con decisión en los tiempos que corren.
Claudio Bifano presidente de la Academia de Ciencias Físicas Matemáticas y Naturales
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