María Amparo Grau
El Nacional, 24/06/2015
Fundada el 16 de junio de 1915 con el objeto de “iluminar la conciencia jurídica nacional”, la Academia de Ciencias Políticas y Sociales este año conmemora su centenario.
Es la cara de la Venezuela positiva la que muestran estas instituciones –las academias– porque son manifestación del respeto al conocimiento científico, y en el caso de la hoy centenaria se representa la defensa de los principios y valores de la ley y la justicia, por encima de las posturas políticas.
Estas sociedades científicas se han vinculado desde su creación y a lo largo de su historia a producir documentos y eventos que demuestran la relevancia que a la educación debe darse.
La Academia de Ciencias Políticas y Sociales fue creada por un texto legal dominado por la técnica y por el objetivo noble de dotar al país de un establecimiento público que aportase con rigor científico a las ciencias jurídicas, el conocimiento de sus destacados miembros en el ánimo de contribuir al desarrollo del ordenamiento jurídico, el respeto a la ley, y la concreción de la justicia.
Junto a las universidades nacionales, así como con el importante aporte de las casas de estudio privadas, la labor de la academia contribuye en la cultura jurídica, política y social. La educación es objetivo que se concibe como una de las principales responsabilidades del buen gestor de lo público, de aquel que gobierna para la satisfacción del interés de la colectividad, pues un pueblo instruido es un pueblo destinado al progreso, y consecuentemente, a la mayor producción de bienestar para la sociedad que lo integra.
La ignorancia fomenta la arbitrariedad, la arbitrariedad produce la injusticia, la injusticia el sufrimiento de los individuos y la destrucción de la cohesión social. El dramático deterioro del respeto al conocimiento que se ha verificado en la Venezuela de hoy es sin duda causa importante del retroceso que se experimenta en el país.
La producción expedita de profesionales sin la necesaria formación académica los convierte en instrumento de la destrucción programada de una revolución que no tiene fin. Son en muchos casos, estos, instrumentos, pero a su vez víctimas de esa política de aniquilación de la institucionalidad, porque lo que se logra sin el esfuerzo y por un camino distinto al de la verdadera formación profesional a la que propende la academia termina siendo una farsa, y lo que no es genuino nada aporta al desarrollo personal que retribuye en lo individual y que contribuye en logro del bien común.
Se ha expropiado a las universidades su titularidad para conducir los procedimientos de selección, basados en el conocimiento y en la aptitud de los aspirantes para culminar con éxito la formación universitaria y convertirse en exitosos profesionales que aporten al éxito mismo de la comunidad a la que posteriormente servirán.
Esto aunado a los indignos salarios de los profesionales de la educación, los parasistemas educativos para dar resultados saltando los procedimientos, sustancia y tiempos requeridos, las designaciones de dirigentes y autoridades carentes de toda formación para el desarrollo de las funciones que le corresponden a los cargos, ha conducido al caos en que se halla sumida la Venezuela de hoy, que afecta al ciudadano, en la medida que no se sea de aquellos que participan en la rebatiña del poder, pues en esto se ha convertido el sistema político social venezolano.
La centenaria académica ha conmemorado este aniversario, como corresponde, con un acto solemne, y en el ilustrado discurso de apertura de la sesión realizada a tales efectos, su presidente, Dr. Eugenio Hernández Bretón, quien a su vez es decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Monteávila, con gran atino expresó: “Siguiendo a Cecilio Acosta, me siento feliz repitiendo ‘que la justicia es eterna, que la virtud no muere, que las almas generosas dan siempre en el peligro el grito de alarma para salvarla y enaltecerla y que los resabios sociales son como los trastornos de la naturaleza, duraderos solo mientras ella recobra sus fuerzas armónicas y se viste otra vez de su belleza y sus pompas”.
El irrespeto al conocimiento que hoy impera explica la improvisación y el desacierto en las ejecutorias. Lo que a veces produce risa puede convertirse en un drama, el del retroceso y la carencia en cuanto a la satisfacción de las necesidades básicas y los elementos para la convivencia y el avance social en consonancia con la modernidad. La falta de educación es sinónimo de atraso, así se constata de forma muy lamentable en la Venezuela de hoy.
El académico Alfredo Morles Hernández, en su condición de presidente de la comisión organizadora de la celebración del centenario –exdecano de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello– también tuvo una brillante intervención, de la cual cabe resaltar su referencia a que la academia como “vigía guardián intelectual de los valores superiores del ordenamiento jurídico” “ha declarado formalmente, que desde la sentencia de la Sala Constitucional en el caso de los alcaldes Scarano y Ceballos y a partir del despojo de la cualidad de diputada de la ciudadana María Corina Machado, en el país dejó de existir el Estado de Derecho, así como también ha dicho que la defensa de la Constitución ha quedado abandonada a la sociedad, pues ya no puede esperarse, lamentablemente, de los entes jurídicos concebidos institucionalmente para tal fin”. También desde este puesto de vigía se ha sumado a “las expresiones nacionales e internacionales de preocupación y rechazo por el retiro de Venezuela del sistema interamericano de derechos humanos.”
El decano de los académicos, el Dr. René De Sola, también exdecano de Derecho, y con una larga trayectoria dedicada a la ciencia jurídica, a la diplomacia y a las letras, a la magistratura y a la docencia, tuvo el discurso de orden para hacer un brillante balance de los 100 años de la institución.
El acto de la academia permite pensar en una Venezuela con valores, principios, respeto a la legalidad, búsqueda de la justicia, y en un país donde se premie la excelencia y el saber se ponga al servicio del bienestar colectivo.
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