Carmen García Guadilla
La primera huelga universitaria ocurrió en la Universidad de Paris, en Febrero de 1229, y fue a causa de la muerte de dos estudiantes, uno flamenco y otro normando. Los estudiantes de aquella época, interesados en Teología, acudían a la Universidad de Paris de todas partes de Europa; así como los estudiantes interesados en Derecho acudían a la Universidad de Bologna, que había sido fundada un poco antes que la de Paris. Hasta el siglo XI el conocimiento europeo había estado depositado en los monasterios, bajo la tutela de los monjes, que lo preservaban con mucho recelo. Con las universidades se abrió el conocimiento a los espacios urbanos y muchas más personas tuvieron acceso a estos centros.
La creciente demanda en esos espacios urbanos por personas que tuvieran conocimiento, no solamente en teología, sino también en derecho canónico, derecho civil, y medicina, fueron importantes elementos para el surgimiento de las primeras universidades europeas. También fue importante el peso de precursores como Irnerio, Abelardo, Averroes, Avicena, Maimónides. Otro factor fue la circulación de nuevo conocimiento que llegó a Europa a través de las escuelas de traductores en España, con los textos conservados de las grandes bibliotecas orientales como la de Bagdad, pues los árabes, además de su propia producción, habían traducido las principales obras de los filósofos griegos. En esta etapa hay, pues, un renacimiento en relación al conocimiento, aun cuando todavía Europa estaba en la edad media.
La huelga en referencia ocurre a solo 21 años de haberse creado la Universidad de Paris. Duró dos años, con gran perjuicio para la ciudad, pues los profesores y estudiantes se fueron a otros lugares por el mal manejo que se hizo del conflicto.
Todo comenzó un sábado cuando los estudiantes tuvieron una fuerte pelea en una taberna por el precio del vino, y los taberneros les dieron una golpiza. Al día siguiente los estudiantes regresaron con otros compañeros, golpearon a los taberneros y a otra gente que se les interpuso en el camino. Entonces el Deán, responsable de ese Burgo, tomó la defensa de la gente golpeada y presentó una queja contra los estudiantes ante el Obispo de Paris.
El Obispo tenía mala predisposición con algunos grupos de estudiantes pues había vivido una experiencia de la que no podía olvidarse, aunque hacía ya cuatro años que había pasado. Los estudiantes le habían pedido a ese Obispo la confirmación de sus privilegios, que se remontaban a quince años atrás. El Obispo, que no estaba de acuerdo con esos privilegios, convocó a los profesores y, sin ni siquiera escucharles, rompió el sello de la universidad. Esto causó sorpresa, pues romper el sello significaba negar la autonomía del cuerpo universitario, siendo que la autonomía había sido reconocida tanto por el Rey como por el Papa. Entonces, profesores y estudiantes asaltaron la casa episcopal y el Obispo se apresuró a excomulgar a los atacantes. Pero no había transcurrido un mes cuando los ochenta profesores excomulgados fueron absueltos y el Obispo quedó muy disgustado.
Debido a esa experiencia, la historia de la taberna la utilizó para quejarse directamente a la Reina, viuda de Luis VIII de Francia, quién en ese momento estaba encargada del gobierno de Francia, pues su hijo el Rey Luis el Santo, estaba luchando en las cruzadas.
Pero la Reina era nada menos que Blanca de Castilla, hija de Alfonso VIII de Castilla, quien había creado la primera universidad española, en Palencia, en 1212, aunque no perduró. Blanca, nacida en Palencia, tenía malos recuerdos porque durante su infancia vivió el bullicio que significó la llegada de estudiantes a esa tranquila e ilustre ciudad castellana. Lo cierto es que la Reina dio orden al Preboste de la ciudad de castigar a los causantes del altercado, con la mala suerte que atacaron a unos estudiantes que no iban armados y que no habían participado en los hechos violentos. Entre los heridos, hubo dos estudiantes que murieron, ambos muy estimados y con gran reconocimiento del cuerpo universitario.
Ante esta situación, el gremio de profesores decidió suspender las clases y pidió a la Reina y al Delegado Pontificio que se hiciera justicia por el agravio. El portavoz de la universidad previno a la Reina que si para la próxima Pascua de abril, profesores y estudiantes no habían sido desagraviados, se decidiría una huelga general. Pero ni la Reina, ni el Delegado Pontificio, ni el Obispo de la ciudad, accedieron a sus peticiones. Razón por la cual la mayoría de los estudiantes se dispersaron y se fueron de la ciudad. Los cronistas cuentan que fue una gran equivocación, empezando por la Reina pues trató de solucionar el problema como si los estudiantes fuesen barones rebeldes, sin entender que ellos representaban algo muy distinto.
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