Diego Bautista Urbaneja
El Universal, 27/06/2013
Estamos ante un gobierno debilitado en su base política, a la defensiva en el terreno económico y social, y que ha perdido la guía y el criterio de acción que lo orientó durante catorce años.
Empujado sin embargo como por un impulso inercial, trata de retomar la ofensiva en los terrenos en los que siente que tiene posibilidades de lograr ampliar su poder. Son dos los campos en los que así trata de avanzar, bien visibles por cierto en el actual acontecer del país.
Medios de comunicación
Uno de ellos es el de los medios de comunicación. Las recientes operaciones de compra de medios de comunicación apuntan, si no tal vez a cercenar de un todo, sí a estrechar los canales de comunicación masiva que conecten a la oposición política con la población. Ello por cierto que debe ser un punto de atención específica para la unidad opositora: cómo compensar, mediante formas de comunicación más localizadas y más numerosas, la pérdida o disminución de los canales de comunicación masiva con los que se había acostumbrado a contar. Si logra el reemplazo, en verdad que no le vendría nada mal el cambio.
Pero nuestro tema de hoy es el tema universitario. Allí se está librando hoy por hoy una gran batalla democrática. Las universidades han salido en defensa de la universidad autónoma, plural y democrática. Todos los sectores universitarios tienen que tener muy claro que lo que está en juego es la desaparición del concepto de univer- sidad autónoma y plural, para ser reemplazado por el control político de la totalidad de las universidades venezolanas por parte del Gobierno.
Elemento económico
Hay ciertamente un elemento económico implicado en la crisis universitaria. Todo el país sabe ya la situación insostenible a la que han llegado los sueldos y salarios de profesores, empleados y trabajadores. Escudándose en esa situación, el Gobierno ha querido esconder su intención política detrás de unas mejoras económicas, que sabe que el personal universitario necesita con urgencia. Ha preparado así un tal convenio colectivo, "negociado" con entes gremiales y sindicales oficialistas, que no representan sino a una ínfima minoría de los profesores, empleados y trabajadores. Encierra tal documento la desaparición de la pluralidad ideológica, de la especificidad de los intereses de profesores, trabajadores y empleados, de la autonomía de la relación laboral de quienes trabajan en las universidades con su respectiva universidad. Un solo ente agruparía a todo el que labore en la universidad, un solo patrón - el ministerio - manejaría la relación laboral, una sola ideología orientaría la docencia y la investigación, que habrían de estar enmarcadas en el socialismo y tener como fin la construcción del hombre nuevo, y pare usted de contar.
Control político
Pero todo eso, como he dicho, queda oculto bajo unas mejoras salariales que se proclaman a los cuatro vientos. "Pero, ¿qué más quieren, si les hemos subido el cien por ciento?". No vamos a discutir en este momento si ese aumento es de esa magnitud real, cosa muy discutible. Porque lo que justamente importa es lo que está debajo de ese aumento, sea él cual sea. Eso es lo que tiene en pie de lucha a las universidades y lo que continuará teniéndolas. El mundo universitario sabe que el objetivo de control político es el objetivo de fondo de la política gubernamental.
Hay allí ciertamente un batalla que dar por la opinión pública. El mundo universitario y la ciudadanía que comprenda los verdaderos términos del problema, tienen que seguir explicando incansablemente al resto del país por qué las universidades autónomas no pueden aceptar lo que el Gobierno les ofrece, de la manera en que se los ofrece. Dada la forma en que el Gobierno ha planteado las cosas, es mucho más que un mejor salario lo que está en juego.
Corresponde al conjunto de las fuerzas universitarias decidir cómo mantener su lucha. Tal vez tenga ésta sus altibajos. Pero no podemos perder de vista lo que busca el Gobierno y lo muchísimo que está en juego para la vida universitaria y, por ende, para el país.
El Gobierno sabe muy bien lo que tiene que hacer. Sentarse a conversar con quien tiene que hacerlo, con los verdaderos representantes del mundo universitario, en sus diversas facetas. Nadie es loco y nadie va a aspirar en esas conversaciones a lo imposible. Pero la universidad sabe muy bien lo que no puede negociar ni entregar, so pena de desaparecer.
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