Héctor Silva Michelena
El Nacional, 16/06/2013
Pasar bajo las horcas caudinas: frase utilizada cuando alguien tiene que soportar una gran afrenta o humillación. Esto quiere imponer el ministro Calzadilla a la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios, Fapuv, con 42 años ejerciendo la representación y defensa de los profesores universitarios, debidamente reconocida por el CNE el 25 de noviembre de 2005 como organización gremial, conforme al artículo 52 de la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela referido al derecho de asociación. Fapuv agrupa 18 asociaciones universitarias públicas nacionales y representa a 40.000 miembros del personal docente, investigación y extensión. El instrumento que la rige son las Normas de Homologación de Sueldos, Salarios y otros Beneficios Adicionales que datan de 1982, y que siguen en plena vigencia.
A pesar de los conflictos desarrollados, Fapuv siempre defendió la trascendencia de la universidad autónoma, democrática y plural, como recinto de la libertad de expresión y del pensamiento crítico. Estas conquistas, glorias de la universidad latinoamericana, fueron arrancadas a gobiernos oligárquicos, sectarios o totalitarios mediante la lucha de la comunidad universitaria unida.
Parece que el ministro Calzadilla ignora las palabras de José Martí: “Ser cultos es el único modo de ser libres”, es decir, ignora el papel de la universidad en el desarrollo de nuestra cultura y nuestra identidad. La convención colectiva que a machamartillo quiere imponer a la universidad la subsume en el Estado totalitario dominante cuando dice que el término “empleador” se refiere a la República Bolivariana de Venezuela, representada por el Ministerio de Educación Universitaria, las universidades nacionales (autónomas o no) y otras instituciones. De este modo tiene lugar la abolición de la autonomía universitaria. En esta singularidad constitutiva de la universidad, y en su movilidad característica, hallamos algunas de las razones que explican su perpetuación institucional a lo largo del tiempo. Si la universidad no encarnase el valor social de la pura búsqueda –utópica y ucrónica–, sin lugar y sin tiempo, del conocimiento, sino que sirviera a intereses y objetivos materiales concretos, probablemente habría desaparecido ya como institución.
A lo largo de su rica y extensa historia la universidad ha sabido responder al reto del desarrollo de las ciencias, en cada tiempo y lugar. En este punto acudimos a la auctoritas de ese gran universitario Edgar Morin, quien dijo: La universidad tiene una doble misión, mediante una memoriza, conserva y regenera una herencia cultural de conocimientos; mediante la otra transmite ideas, valores y también regenera conocimientos. Esta es su misión transecular, de vital palpitación entre nosotros. Se pregunta Morin: “¿Debe la universidad adaptarse a la sociedad o bien debe la sociedad adaptarse a la universidad?”. En verdad una acción conlleva a la otra en un bucle que debería ser productivo. Aquí reaparece la misión transecular, por lo que la universidad llama a la sociedad para que adopte sus mensajes y sus normas. La universidad descansa, ilustra y fomenta en el mundo social y político valores intrínsecos de la cultura: la autonomía y de la consciencia, cátedras de investigación abiertas y plurales, la primacía de la verdad sobre la utilidad, la ética del conocimiento y no de una ideología. El frontispicio de la Universidad de Heidelberg dice: “Al espíritu vivo”.
Dice la propuesta de convención colectiva (artículo 6): “El empleador y la Federación se comprometen a poner en práctica actividades de divulgación de los valores humanos universales (…) valores y ética socialista, en pro de la consolidación del proceso educativo (…) de acuerdo con el Plan de Desarrollo Económico y Social 2013-2019”.
Tal convención es una estafa: suprime la autonomía y obliga a un pensamiento único caduco. Dijo Morin: “La palabra socialismo se degradó completamente con el triunfo del socialismo totalitario, y se desacreditó por completo después de su caída”. Un pensamiento en ruinas.
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