Roberto Giusti
El Universal, 25/06/2013
La miopía política de la clase dominante abandonada en el poder por Hugo Chávez queda en alarmante evidencia ante el conflicto universitario. Débil, deslegitimado y consumido por la lucha interna, el chavismo gobierna como si Chávez estuviera vivo, hubiera ganado las elecciones con un margen apabullante de votos y en pleno ejercicio de un mandato inequívoco. Pero la realidad marcha por un camino muy diferente porque despojado del amplio apoyo popular del pasado y reducido a una minoría cada vez más precaria, el esquema del dominio total de los centros de poder se muestra no sólo desfasado sino inviable.
Hay, además, un hecho que la soberbia, la cortedad de miras y el desconocimiento de la vida universitaria, les impide divisar en toda su claridad: en enero del 2011 Chávez vetó la ley de universidades por medio de la cual se desmontaba la estructura legal y operativa de la educación superior para convertir las casas de estudios en una suerte de sucursales académicas e ideológicas sometidas al diktat del Poder Ejecutivo. En aquella oportunidad y consciente de que se enfrentaba a una comunidad dispuesta a defender sus derechos y que ya lo había derrotado, con los estudiantes a la cabeza (2D del 2007), el presidente echó para atrás la ley por considerarla "inaplicable e inconsulta".
Ahora los herederos del caudillo pretenden, con la satisfacción a medias de unas reivindicaciones salariales congeladas por largos años, imponer, desconociendo los legítimos gremios universitarios, un esquema similar al vetado por Chávez para hacer realidad el viejo sueño, frustrado una y otra vez, de liquidar a la universidad crítica, generadora de conocimiento y formadora de profesionales de alto nivel. Esa es la verdadera razón del paro universitario. No se trata, entonces, como se quiere hacer ver, de un simple incremento de sueldos y salarios, sino de frenar, de nuevo, la rapacidad de un grupo de individuos que han intentado cogerse a las universidades sin haberlo logrado luego de casi tres lustros de luchas libradas en todos los frentes.
Primero probaron por la vía democrática-electoral. Rotundo fracaso. Luego apelaron a la violencia y la combinaron con la asfixia financiera que, luego de siete años de presupuestos reconducidos, no ha logrado minar la capacidad de lucha y la voluntad de sobrevivencia de las comunidades universitarias. Ahora pretenden hacerlo a la chita callando y juegan con fuego porque si el mismo Chávez, cuyo apoyo popular y recursos políticos resultaron insuficientes para lograr su cometi- do en el 2011, ¿qué pueden hacer los antiguos y ahora maltrechos encapuchados de La Plaza de las Tres Gracias, para tener éxito en el terreno donde su jefe arrugó estrepitosamente para recular en última instancia?
Ahora los herederos del caudillo pretenden, con la satisfacción a medias de unas reivindicaciones salariales congeladas por largos años, imponer, desconociendo los legítimos gremios universitarios, un esquema similar al vetado por Chávez para hacer realidad el viejo sueño, frustrado una y otra vez, de liquidar a la universidad crítica, generadora de conocimiento y formadora de profesionales de alto nivel. Esa es la verdadera razón del paro universitario. No se trata, entonces, como se quiere hacer ver, de un simple incremento de sueldos y salarios, sino de frenar, de nuevo, la rapacidad de un grupo de individuos que han intentado cogerse a las universidades sin haberlo logrado luego de casi tres lustros de luchas libradas en todos los frentes.
Primero probaron por la vía democrática-electoral. Rotundo fracaso. Luego apelaron a la violencia y la combinaron con la asfixia financiera que, luego de siete años de presupuestos reconducidos, no ha logrado minar la capacidad de lucha y la voluntad de sobrevivencia de las comunidades universitarias. Ahora pretenden hacerlo a la chita callando y juegan con fuego porque si el mismo Chávez, cuyo apoyo popular y recursos políticos resultaron insuficientes para lograr su cometi- do en el 2011, ¿qué pueden hacer los antiguos y ahora maltrechos encapuchados de La Plaza de las Tres Gracias, para tener éxito en el terreno donde su jefe arrugó estrepitosamente para recular en última instancia?
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