29/09/2019
"Las universidades
venezolanas han logrado mantenerse como espacios de reflexión y defensa
de la libertad. Sin embargo, hacernos conscientes de la impronta de la
violencia en Venezuela es sustancial en la organización y planificación
de las políticas post-chavismo, orientadas a programas educativos, que
consoliden ámbitos de estudio sobre las amenazas a la libertad. Esto
disminuirá sin duda que los individuos no se conviertan en artefactos de hombres, como propagadores y perpetradores de la violencia"
Uno de los fundamentos de la dominación totalitaria
es la instauración de un régimen de vida donde la violencia es
omnipresente y cotidiana. ¿Es esta la situación de Venezuela?
La
dominación totalitaria comprende la institucionalización de la
violencia, eso es lo que ha pasado en Venezuela desde 1999. Desde su
ascenso al poder político, el chavismo convierte a la violencia en
política de Estado, pero también en cotidianidad, para tal fin,
configura mecanismos y procedimientos, ejecutados por grupos
institucionalizados o no dentro del aparato estatal. Al margen de la ley
se articula con ellos, deja de lado el castigo y en su lugar propone la
impunidad y hasta la recompensa del delito. “La revolución es la
tentativa del uso de la violencia” decía Bobbio. ¿La llamada revolución
bolivariana ha hecho algo distinto?
El chavismo estableció su propio itinerario a través de las redes de la violencia,
con el único objetivo de mantener el poder, lo cual involucra
necesariamente el sometimiento de los ciudadanos, característica de todo
régimen totalitario.
Hannah Arendt define el carácter
instrumental de la misma y su necesaria justificación en un fin futuro.
En el programa del chavismo, la violencia consigue justificación para el
logro de su revolución bolivariana y posteriormente para la consecución
del socialismo el siglo XXI, ambos para la instauración de un Estado
corrupto, violador de DDHH, tal como se demuestra en el Informe de
Michele Bachelet.
Esto nos pone de frente con la anatomía del
chavismo, al mostrarnos sus dos caras: como poder, surge del contexto
democrático en crisis, al ganar el voto de los venezolanos. La inacabada
apelación romántica al pretérito heroico consiguió darle legitimidad.
Como bien dice Arendt, “El poder necesita legitimidad no justificación” y
el chavismo supo legitimar su poder.
En
la otra, glorificó la lucha armada, los grupos guerrilleros y
paramilitares, así como también a personajes como Fidel Castro, Che
Guevara, Sadam Hussein, solo por nombrar algunos. En este aspecto la
inversión de los valores de vida por los de la muerte resulta
fundamental y allí están los especialistas de la violencia para
ejercerla, en escenarios de represión y tortura. Así todo aquel que se
enfrente o se oponga a la violencia, “descubrirá que no se enfrenta a
hombres sino a artefactos de los hombres”, como los llama Arendt. De
esta forma la violencia moral, material y simbólica nos asedia desde el
inicio del proyecto ideológico del chavismo, es su naturaleza y así ha
quedado demostrado desde febrero de 1992