domingo, 29 de septiembre de 2013

Fraude antiuniversitario

Nicolás Bianco
El Nacional, 29/09/2013

En medio de una intensa actividad en las universidades autónomas en estas semanas de septiembre, orientada en parte a cumplir con la familia venezolana en cuanto a la reprogramación de semestres y años e inscripciones de la diversas cohortes 2013-2014, las comunidades que integran las nóminas respectivas de cada universidad y los estudiantes que poseen el derecho constitucional del disfrute de óptimas providencias estudiantiles han podido constatar el gigantesco fraude antiuniversitario perpetrado por el gobierno ilegítimo de Maduro Moros. 

En el marco de mesas de trabajo cuyos "acuerdos" son ignorados por el MEU y la simultánea puesta en vigencia en términos unilaterales y dictatoriales de la Convención Colectiva Única, CCU, se ha estafado no sólo a los profesores sino a todos los sectores de nómina de las casas de altos estudios del país. Las resoluciones de la junta directiva de Fapuv, del 25 de los corrientes, respaldan nuestra aseveración. Los acuerdos del 6 de agosto (Averu, Fapuv, MEU) han sido descaradamente burlados. 

A manera de ilustración, la propia comisión de expertos de Fapuv ha considerado que si el Gobierno hubiese respetado y honrado las Normas de Homologación del sector universitario público, tomando como referencia el lapso 2009/14, el profesor titular a dedicación exclusiva recibiría 558.225 bolívares en lugar de 31.016 del retroactivo 2013 que pautan las fatídicas tablas salariales de la CCU, y que han sido depositadas en las cuentas del personal activo. En el caso de los instructores con similar dedicación, la diferencia es también abismal (NH: 241.196 bolívares versus 20.503 bolívares de la CCU). 

Más aún, la adhesión a las prácticas de "exterminio" del oficialismo subyace en la disposición de la CCU de discriminar y perjudicar al sector de profesores universitarios jubilados. Al rechazar la aplicación de la CCU en julio, en nuestra condición de rector (e) de la UCV para el momento, hicimos un categórico planteamiento ante el funcionario del MEU ­por cierto, Calzadilla sigue siendo un ministro clandestino­ en que afirmamos la ilegalidad y anticonstitucionalidad de la CCU y asumimos la defensa irrestricta de los derechos constitucionales del profesor universitario jubilado. 

En el MEU no sólo se desconocen las Normas de Homologación y las enormes deudas acumuladas con todos los sectores nominales desde 2002, sino que en breve se anunciará la reconducción para el año 2014 y, por sexto año seguido, del presupuesto universitario. Con toda mala fe, se niega una vez más la reposición de cargos que con absoluta responsabilidad hemos solicitado en términos prioritarios en la cuota presupuestaria que la UCV preparó para el próximo año fiscal. En los últimos 4 años se nos han negado 8 millardos de bolívares. 

En momentos en que escribía el artículo, los compañeros estudiantes me dieron a conocer la nueva burla del MEU en contra del sector estudiantil, al hacer caso omiso del pírrico aumento de becas a 1.000 bolívares mientras envían fondos por los montos de 200 y 400 bolívares para becas y ayudantías. Como si fuera poco, un fraude similar se anunciaba en el caso de los casi 500.000 venezolanos que integran las nóminas de la educación primaria y media. 

Es una hora decisiva para la Venezuela democrática y para sus universidades. La dictadura se mantiene por la represión, la muerte y el apoyo de los gobiernos que, como el de Maduro, son forajidos. 

Un nuevo llamado a la unidad nacional y universitaria. Rechacemos los enfrentamientos estériles. La autonomía es a la universidad lo que la democracia es a la nación.

Véase también, Campanadas autonómicas, otro artículo interesante del autor

jueves, 26 de septiembre de 2013

El ingreso de personal académico: lealtad, capacidad, antigüedad?

Tirso Suarez-Nuñez
LAISUM, México, 22/09/2013

J. March, refiere un popular epigrama acerca de la decisión que postula lo siguiente: “ la economía y la psicología intentan comprender como decide la gente, mientras que la sociología, la antropología y la ciencia política, se encargan de demostrar que en realidad no tiene nada que decidir” y ese parece ser –en síntesis-- el panorama del ingreso del personal académico en muchas universidades publicas. Los antecedentes son necesarios.

La proveeduría de bienes y servicios al sector publico, hasta hace algunas décadas, era mediante invitación de algún funcionario con poder, a amigos o compadres, a los cuales se les confiaba el suministro de materiales, mas por su lealtad que por su capacidad y a sabiendas de que el pago no era siempre en los plazos convenidos, pero a cambio se permitía que la calidad varíe incluso salir de la norma, era una especie de convención. La mismo lógica funcionaba en relación al ingreso a la docencia e investigación en muchas universidades; en aquel tiempo, la lealtad al catedrático que invitaba, era mas importante que la capacidad, o bien, en el mejor de los casos, no se tenia una idea clara de los requisitos indispensables para la función y se optaba por la lealtad como la primera condición de ingreso.

Pronto el sector publico llegó a ser un cliente importante para muchas empresas y la sociedad empezó a reclamar transparencia en materia de proveeduría, la racionalidad hacia su entrada en la adquisiciones del gobierno: los concursos eran los mecanismos que demostraban que se revisaban todas las alternativas y finalmente se elegía al mejor proveedor y al mejor producto de los existentes en el mercado, diversas medidas y criterios delimitaban la mejor oferta, entre ellos el precio, evidentemente.

El ingreso del académico a las universidades siguió prácticamente la misma trayectoria, el crecimiento del plantel de profesores --que el aumento de la matricula demandaba-- llevó a las autoridades federales a exigir a las universidades publicas racionalidad y transparencia en sus procesos de gestión de personal académico. En respuesta las universidades publicas introdujeron en su reglamentación normas para el ingreso, promoción y permanencia que garantizaran igualdad de oportunidad de los profesores potenciales y la capacidad como el principal criterio valorativo cuya especificación, medición y valoración se encargaba a una comisión de académicos, en reconocimiento a la complejidad de la decisión.

viernes, 13 de septiembre de 2013

¿Por qué se mueren los académicos?

Luis Porter
LAISUM, México, 08/09/2013


Ilustración: Natalia Porter


Así que, de momento, nada de adiós muchachos, 
me duermo en los entierros de mi generación; 
cada noche me invento, todavía me emborracho; 
tan joven y tan viejo, like a rolling stone.

Joaquín Sabina


Una tarde su jefe de departamento le envió un mensaje que decía: “Necesito verte con urgencia, no es nada grave”. El sabía que un mensaje así era alarmante porque en la universidad nada es urgente y todo es grave. Acudió con cierta curiosidad ante la insólita invitación, y una vez sentado frente al jefe, éste le dijo en un tono innecesariamente confidencial, que existía una oferta interesante, dependiendo de su antigüedad, para tramitar su “retiro anticipado”. El profesor más de una vez había pensado en retirarse, pero en todas le había costado poco entender que no le convenía. Nadie de la administración había pensado en un plan interesante para ellos, todo se reducía a fórmulas y paseos por los irracionales laberintos administrativos, para lo que ya no tenía energía. Por ello preguntó  con el tono del que no espera nada: ¿incluye esta oferta alguna forma de seguir activos, continuar nuestros proyectos, tener algún espacio que compartir? El jefe no tuvo respuesta, ni tampoco sobre el seguro de salud, su permanencia en el SNI, ni otros “detalles” para los que “no había sido instruido con la adecuada precisión”. El profesor le preguntó si no creía más apropiado que fuera alguien mejor informado y con más autoridad, el que le hiciera algo que se pareciera a una propuesta, y no una indagatoria. El jefe contestó que eran demasiados los profesores en esta situación, que las altas autoridades no tenían tiempo para tratar el asunto en forma personal. Lo dijo con esa sonrisa de condescendencia propia del que consideraba desproporcionadas sus pretensiones.  

El profesor le regresó la sonrisa, aunque con otro significado: una mezcla de lástima por el mal papel al que se prestaba,  y la dosis de indiferencia que le otorgaba su plaza definitiva. Sin embargo, al salir del breve encuentro, sintió como una garra sujetándole la garganta. No entendía por qué de pronto se sentía tan mal, había pasado más de 30 años en una institución que siempre había sido indiferente con él. No debía extrañarle que  ahora lo tratara como desechable.  Pero eso lastimaba. Trató de sacudirse lo que quiso ver como una trampa sentimental pasajera, pero todavía después de haber bajado los tres pisos, seguía sintiendo ese ahogo. Pensó en los colegas que habían recibido propuestas similares, recordó la indignación con que se lo habían contado, misma que consideró exagerada. Pensó en las lágrimas de aquella querida amiga, misma que consideró demasiado emotiva. Le vinieron a la mente los contados amigos que se habían arrepentido de haberse retirado.  A veces los veía caminando por la universidad - ¿que hacían? ¿a qué venían? - se preguntaba. La universidad no les había dado una salida honrosa. Habían salido por una puerta trasera y ahora regresaban sin razón, quizás a constatar su vejez, a confirmar que tanto dentro como fuera los años pasan cada vez más apresurados. Envejecer, se escuchó hablando con el aire. Le vino a la mente la palabra “aging”. El inglés siempre tiene palabras “políticamente correctas”, pensó. Me estoy volviendo añejo, se dijo, y sonrió imaginándose metido en una barrica de roble.

...

Pensó en su carrera. Pensó en su destino. Pensó en sus colegas y en el ambiente en que había vivido las últimas décadas. Pensó más que nada y que nadie, en los que a últimas fechas se habían muerto de súbito. Las noticias fúnebres se habían incrementado. Ahora llegábamos a la universidad temerosos de escuchar otra vez la misma noticia con un nuevo nombre. Existía una crisis existencial. Para explicarla  dibujó  en  el  pizarrón  una  matriz  de  doble  entrada  para  relacionar variables. La audiencia lo observaba curiosa. Arriba, en tres columnas verticales, la tipología de los viejos. A la izquierda, las características del clima institucional que empeoraba con cada sexenio.

Ilustración: Natalia Porter

En el grupo uno ubicaba a los profesores/as añosos  que se caracterizan por haber vivido y seguir viviendo su existencia universitaria como si se tratara de un año sabático constante. No había mayor diferencia entre lo que les pasaba dentro  de lo que les pasaba fuera de la universidad, porque eran mundos en armonía. Se complementaban. Mantenían una sana distancia respecto a la institución, cumplían bien  con  la  docencia,  investigaban  en  redes  y  proyectos  inter-institucionales, habían creado un decoroso nombre. Originales, transdiciplinarios, multitemáticos, conectados con redes visibles, metidos en espacios dialógicos menos visibles, siempre interactuando, conversando. No habían perdido su medida en el infinito mundo de la academia. En su invisibilidad, allí estaban, manejando las demandas externas, sin abandonar su propia realización de la que dependían sus estudiantes y disfrutaban sus colegas. Eso los mantenía de buen humor, dispuestos a compartir, a seguir cuidando de su condición humana. Este es el viejo sabio, el académico-luz, ingrediente esencial para dar calidad a la universidad.

El grupo dos lo conformaba un contingente más nutrido y diverso. Menos visibles, porque prefieren mantenerse ocultos, agazapados en sus rutinas, son la sombra de lo que alguna vez fueron. Aferrados a su disciplina, monotemáticos, repetitivos en su docencia, inclinados al refrito en su limitado oficio de escribir, aislados o coludidos, sospechosos. Sin embargo ya bajo la mira, dejan ver su inestabilidad emocional que repercute en lo mental, su itinerario errático entre exabruptos y litigios, creadores de una gama de nuevas patologías tan complejas que nadie se ha atrevido todavía a estudiarlas. Es el académico-sombra, el que oscurece a la institución.

En el grupo tres, nos encontramos con un perfil tan común como corriente en la academia: esos que no toman su sabático nunca y cuando lo toman no saben que hacer con él. Son los que han logrado anular o reducir al mínimo su docencia, ser recurrentes en su tema de investigación, cuando lo tienen, convirtiéndolo en un gastado leitmotiv, y de esa forma tener tiempo para “serles útil a la institución” ejerciendo algún mando administrativo. La investidura del puesto toma el lugar del diploma  o  grado.  Son  especialistas  en  asuntos  jurídicos,  en  la  aplicación  y expansión infinita de los reglamentos. Se personifican en los procedimientos, cuyo manejo les resulta suficiente para compensar su falta de desarrollo intelectual. A sus múltiples carencias se suma la no-autocrítica, base de su baja conciencia., expertos en maltrato, descalificación y exclusión. Es el académico-bruma, el que no deja ver.

...

Una vez planteado esta parte del esquema: luz, sombra, bruma, el conferencista se abocó a sintetizar en el otro eje, el clima de la institución. La institución, en otras épocas sitio de reflexión y encuentro, de transmisión o compartimiento de sabidurías, hoy estaba inundada con sus modernas y mortales reglas de juego: evaluaciones, puntos, méritos, credenciales. Sobre las demandas del sistema se sobreponían  el mapa de las mafias, cofradías, territorios y fronteras, desafiando al sistema desde una lógica delincuencial. Las malas prácticas amparadas por un sistema  basado  en  las  apariencias.  Un  clima  que  neutraliza  toda  estrategia defensiva del profesorado. Nadie puede sobrevivir sin negociar. Las comisiones dictaminadoras se multiplican, definen puntos, aprueban protocolos, deciden qué se publica y qué no, etc. Es así como los académicos viejos, desde sus diferentes tipologías, ven expuestas sus emociones, hasta que ellas actúan con mayor rapidez que su inteligencia. Pareciera que no piensan en como este cúmulo de presiones externas,  provenientes  de  las  políticas  aplicadas  desde  los  diversos  centros ubicados fuera de la institución, puede llegar a afectarle. No se dan cuenta que sus remedios caseros no puedan curar la enfermedad. La edad avanza tanto sobre los buenos como sobre los malos académicos. Ambos sometidos a un tipo de administración que maneja y controla su conducta por medio de lo económico y lo político, en forma similar a la de cualquier empresa autoritaria y jerárquica. Mientras nos ocupamos de hacer distinciones, que nos ayuden a ubicarnos y ubicar al colega, y entender mejor qué está ocurriendo,  la institución no se preocupa por hacerlas,  ni  por  conocer  a  su  planta  académica  en  términos  psicológicos  o anímicos. No ven distinciones entre buenos y malos, entre lúcidos y sombríos, menos aún entre sanos y patológicos. Todos somos tratados como si fuéramos malos académicos. Ni las posibles excepciones se salvan (SNIs, “distinguidos”, etc.), somos un conjunto de “madera muerta”, incluyendo los que se esconden entre las brumas de la política, donde no es necesario pertenecer al SNI para ser jefe, director, o rector.  Los viejos, luces y sombras, son un lastre producto de la desidia  de  las  políticas,  de  la  falta  de  imaginación  de  los  políticos.  Es  un contingente que ha crecido,  ha  envejecido  y del  que hay que deshacerse.  No existen políticas de renovación, donde la calidad intelectual sea el factor clave. Amenazan  con  nuevas  formas  brumosas  de  convertir  las  plazas  de  tiempo completo de los viejos, en fragmentos de mercancía, sujeta a las nuevas reglas del mercado académico. Un mundo donde   los jóvenes se muestran temerosos y sumisos, y los viejos juegan el anacrónico papel de ser los revolucionarios.  En este ambiente, que puede resumirse como “de falta de afecto y de respeto” tanto el buen como  el  mal  académico  termina  siendo  simplemente  un  “académico  viejo”.
Académicos  que  fueron  creciendo  mentalmente,  y  deteriorándose  físicamente, condición que termina siendo la visible, por encima del talento invisible a los ojos institucionales. Y es en ese instante en que el académico viejo se pregunta: ¿Cómo es posible moverme de este sitio en el que me arrinconaron? ¿Qué hago para que mis estudiantes, colegas y hacedores de políticas  reconozcan en mi las cualidades propias de los viejos? Escondida en esta pregunta está la naciente consciencia de su no-respuesta, la alternativa entre vivir o morir.

...

Ahora en el pizarrón la matriz estaba casi completa. Como en otras ocasiones giró de súbito y preguntó a la audiencia: ¿Por qué un profesor o una profesora saludable hasta ayer, hoy ya no existe? ¿Cómo impacta en la salud del viejo profesor o profesora este clima institucional? En suma, ¿Quiénes son los que se están muriendo? Ya encaramado en su palestra teorizaba:   partamos de dos hipótesis cuyos marcos teóricos son muy conocidos para todos ustedes (esto lo decía con falsa certeza). La hipótesis uno gira en torno al concepto de “autopoiesis”, creado por Maturana y Varela en 1974. Significa auto producción. Se define como "el centro de la dinámica constitutiva de los sistemas vivientes".   Para vivir esta dinámica en forma autónoma, los sistemas vivos necesitan recursos que obtienen del medio en que viven.  La estructura de un sistema dado depende de la manera en que  sus  componentes  se  interconectan.  Si  esta  organización  pierde  sentido  el sistema comienza a extinguirse. Los cambios tienen un límite de tolerancia. Lo que le pasa a un sistema en un momento dado, depende de su estructura en ese mismo momento.   Si la autopoiesis de cada persona se subordina a la autopoiesis de la sociedad en las que viven, el individuo es vulnerable a las condiciones de su medio, y con mas razón al inmediato, como lo es su sitio de trabajo. Un organismo desgastado por la edad, sometido a la alta presión de las incertidumbres, de las imposiciones o las demandas del entorno,  terminará afectado. Si es un ser lúcido, lo hará de una manera, si es un ser de sombras, de otra. No hay partes prescindibles en los sistemas naturales. Como resultado, y siempre conservando el foco en el contexto biológico, un individuo como una sociedad puede considerarse autopoiética, sólo mientras satisfaga la autopoiesis de todos los individuos que la constituyen. Por lo que inmersos en una comunidad que nos abruma con demandas externas absurdas, y con actitudes indignas, mas las demandas personales, que dependen de la auto-valoración y disciplina del individuo, conforma un sistema que está atentando contra si mismo y por consecuencia contra la vida.  Si la universidad fuera un sitio para la formación y la revitalización de los que a ella acuden, estaría cumpliendo con su función natural. Deja de serla cuando el medio, el clima organizacional, interviene alterando su calidad orgánica.

La hipótesis dos que refuerza la primera, se refiere a la experiencia en la vida cotidiana universitaria como parte de un proceso colectivo definido en la multiplicidad de acciones conjuntas que establecen la forma en que nos vemos como  personas.  Las  respuestas  que  las  otras  personas  dan  a  nuestro comportamiento así como el nuestro hacia nosotros mismos y hacia los demás, forman parte de los procesos constitutivos de la identidad. El tema se apoya en estudios alrededor de la constitución social de la subjetividad. La descripción de aquello que nos pasa, de lo que sentimos realizado para nosotros mismos o para los demás, constituye, de acuerdo con este punto de vista, la esencia misma de la identidad.  Tal  conciencia  es  la  resultante  de  una  experiencia  plenamente subjetiva, y es esa subjetividad misma la materia de la que estaría constituida nuestra identidad y lo que se ve afectado en un medio ambiente hostil donde prevalece la falta de respeto y de afecto. Hasta que no nos decimos con palabras aquello que sentimos, y se lo decimos a los demás, no habremos obtenido la experiencia de la identidad. La identidad es un dilema entre la singularidad de uno mismo y la similitud con nuestros congéneres, entre la especificidad de la propia persona y la semejanza con los otros, entre las peculiaridades de nuestra forma de ser o sentir y la homogeneidad del comportamiento, entre lo uno y lo múltiple. Uno, ante lo múltiple de una universidad sin vida, ve mermada y por lo tanto amenazada su capacidad vital.

...

Habiendo planteado su esquema, hizo un silencio para dar lugar a la pregunta crucial:   -¿Cómo   responden   los   académicos   a   esta   confluencia   nefasta   de condiciones que se ha agudizado en la universidad de hoy? - Se detuvo un instante para reconocer algunas caras, allí estaba su colega de Sonora, atento como siempre, más allá la compañera tan admirada de Nayarit, su viejo amigo de Xalapa tampoco faltaba, la admirada investigadora de la UNAM, los de Colima, Tamaulipas, Durango, Guadalajara... eran sus amigos de siempre. Se sentía honrado con su presencia.   Por ello midió sus palabras para el desenlace: - No tenemos que sorprendernos por lo que está ocurriendo con nosotros, los resultados son lógicos: El universitario sensible, el que mantiene su luz hasta la vejez, envuelto por las crecientes condiciones negativas del medio, que no dan sitio para la presión que viene del malestar que ello le produce y de sus propias demandas, se verá súbitamente agotado, al límite de su resistencia, expuesto a desfallecer y por lo tanto  es  el  que  nos  sorprende  con  una  muerte  súbita.  El  universitario  de  las sombras, víctima de su falta de auto-demanda y de sus constantes y sucesivos reacomodos a la realidad decadente, sobrevive físicamente, pero ha ido perdiendo la razón hasta formar parte de la diversidad de patologías esmeradamente auto cultivadas. Los no-universitarios, los que se sumieron en la bruma de la des-organización sostenida por el andamiaje del marco jurídico, sobrevivirán dentro de una existencia no muy diferente a la de la mala yerba.

¿Cómo validar estas conclusiones? - preguntó - Les pidió que hicieran una lista de los exponentes de la comunidad que forma su radio de acción, incluyéndose. Les pidió que intentaran definirse y definirlos adaptándose a esta matriz, o utilizando la nomenclatura o tipología que más les acomodara.  Continuó: - No olvidemos, que una de las situaciones sorprendentes que rebasa a los más rigurosos investigadores educativos, es que en la academia, sin mayor necesidad de encuestas o análisis, se sabe, con un margen insignificante de duda, quiénes son unos y quiénes son otros, quiénes son las luces y quiénes las sombras, quienes mantuvieron su cordura y quiénes se volvieron locos. Con un poco más de tiempo y esfuerzo, también es posible imaginar una institución educativa en la que el respeto y el afecto se reconstituyan. En una universidad ideal por imaginada, utópica pero no imposible, el viejo-luz, resplandecería, el viejo-sombra, recobraría la luz perdida, y el que tiene ánimos organizativos, desplazaría de las brumas el actual gastado estilo de gobernar, para convertirlo en la suma de liderazgos capaces de reflexionar en la acción, que tanto necesitamos.-

El hecho indiscutible es que en cada institución educativa de hoy, todos nos encontramos en el inexorable camino de ser académicos-mayores, con treinta años de labor cumplida. Todos estamos o estaremos a punto de recibir el llamado de nuestro jefe para enfrentarnos o seguir evadiendo la inevitable ventanilla del retiro. Podemos mirarnos  al espejo y no  reconocernos como aquél profesor o profesora, que en algún momento decidió ser un intelectual y desarrollar su trabajo como una forma de realización personal que le proporcionara placer. Si la universidad pretende  salvarse,  habrá  que  abandonar  la  poltrona  en  que  hemos  convertido nuestra plaza, salirnos del juego de las alianzas, que permiten sobrevivir en el mal-ocio y la gastada-rutina, superar los injustificados y cobardes enconos, y recuperar nuestra vocación y nuestra capacidad creativa y lo que es más importante, el cariño y el respeto por los demás. - Si esto ocurre, - dijo por fin el conferenciante acomedido- podremos aspirar a llegar a un final honroso.

martes, 3 de septiembre de 2013

100 años de vida de Jacinto Convit, médico y científico venezolano

Dayne Rosales
El Nacional, 03/09/2013

Al abuelo le gustaba recostarse sobre un mueble y tener a su alrededor niños jugaran. Su pelo blanco ya pintado por el pasar de los años era el reflejo de mucha sabiduría, aunque para los más pequeños era motivo de bromas. Le decían: "Abuelo mira que lindo te quedó el peinado", y él se reía, pues se regocijaba con las travesuras de sus nietos. La anécdota la recuerda quien en ese entonces era una de esas niñas, Ana Federica Convit. 

El protagonista de la historia es Jacinto Convit, reconocido científico venezolano que trabajó más de 50 años para desarrollar la vacuna contra la lepra, una enfermedad bacteriana crónica de la piel y de los nervios de las manos y los pies, altamente contagiosa. La sufren los seres humanos y los armadillos (cachicamos), y fue gracias al estudio de estos pequeños mamíferos que se fabricó la vacuna. 

Nacido en La Pastora el 11 de septiembre de 1913 y próximo a cumplir 100 años de edad, siempre ha llevado una vida sencilla y llena de principios que le inculcaron sus padres: Francisco Convit y Flora García. Cuándo era pequeño, la familia vivió una difícil situación económica, tanto que Convit alternaba los zapatos con sus hermanos. Su padre, hombre honrado, justo y trabajador, les enseñó a sus hijos la importancia del estudio y el trabajo. Y con ese credo creció. 

Cuando era estudiante de Medicina visitó Cabo Blanco, el lugar donde aislaban a los leprosos. Aquello lo impactó tanto que lo impulsó a ayudar a las personas. 

Quién diría que años más tarde salvaría muchas vidas de los riesgos de ese mal con la vacuna que descubrió. 

Contrajo matrimonio con Rafaela Marotta, de origen italiano. De la unión nacieron cuatro hijos: Francisco, que estudió Administración; Oscar, que falleció en un accidente de transito, y los morochos Antonio y Rafael, ambos médicos. 

Ana Federica recuerda que su abuelo decía que "su Rafaela" era una de esas mujeres que estaban en peligro de extinción: "Fue la mejor esposa, madre y abuela; el pilar de la familia". Cuenta que era muy expresiva y que "hablaba hasta con la pared". Falleció hace dos años. 

Benefactor de los leprosos. Jacinto Convit estudió Medicina en la Universidad Central de Venezuela, donde recibió el título de doctor en Ciencias Médicas en octubre de 1938. Ese año entró como residente en la Leprosería de Cabo Blanco y 10 años más tarde fue nombrado director de esta institución. 

Inició una batalla a favor de los leprosos y luchó contra el aislamiento y el maltrato de los enfermos con implantación de tratamientos ambulatorios. Una de las cosas que más le impresionaba no era la enfermedad, sino el maltrato que recibían quienes padecían la enfermedad. 

Tiempo después fundó, junto con un grupo de colegas, la Sociedad Venezolana de Dermatología y Venerología. En 1944 se incorpora al Hospital José María Vargas de Caracas, donde fue jefe del Servicio de Dermatología. 

La calidad de sus trabajos y su dedicación fueron premiadas desde los comienzos de su carrera, en la que ha brindado importantes aportes para el estudio científico del control de enfermedades en el mundo. Particularmente a la Organización Mundial de la Salud. 

Desde la trinchera de la docencia. Comienza la actividad docente en 1940 con la materia Medicina Tropical en la UCV. 

Se dedica a enseñar a los jóvenes aspectos clínicos y de laboratorio relacionados con la lepra. En 1967 crea la cátedra de Clínica Dermatológica en la Escuela de Medicina José María Vargas, y al poco tiempo se convierte en profesor titular jefe de la cátedra, en la cual se han formado cantidad de estudiantes. Poco después abre el primer posgrado de Clínica Dermatológica y al año siguiente el de Microbiología Médica. 

En 1972 funda el Instituto Nacional de Dermatología, que se constituye en un centro de intensa actividad científica con cerca de 20 secciones. En 1984 cambia de nombre por el de Instituto de Biomedicina, debido a que sus actividades traspasaron las fronteras de la Dermatología. El centro es el reflejo y el empeño de Convit y su equipo. 

Convit ha hecho contribuciones de gran relevancia no sólo sobre la lepra, sino también en otras áreas de la salud, siempre relacionado con el combate y control de enfermedades. Ha publicado más de 230 trabajos en revistas nacionales y extrajeras; una de las contribuciones que le dio más relieve internacional fue el desarrollo de la vacuna contra la lepra. 

Su nombre ha figurado en institutos o centros de mucha importancia en el país y en el exterior. En 1968 fue designado presidente de la Asociación Internacional de la Lepra y de la Internacional Journal of Leprosy Corporation. En 1971 fue nombrado director del Centro Cooperativo para el Estudio Histológico y Clasificación de la Lepra, y en 1976 fue elegido director del Centro Panamericano de Investigación y Adiestramiento en Lepra y Enfermedades Tropicales. 

Es considerado uno de los científicos venezolanos más queridos; un hombre indudablemente sencillo. Los trabajos científicos publicados en su mayoría son elaborados en equipo, sólo en contadas oportunidades es el autor exclusivo. Siempre habla en plural y ha reiterado que todo es el resultado del trabajo, la constancia y el esfuerzo en conjunto: "Yo soy uno en un equipo. Y ese equipo ha sido en mi vida uno de mis mayores logros". Sus aportes los ha disfrutado con sencillez, por eso en una oportunidad dijo: "Ganar un premio no me quita el sueño, el cáncer si". 

Una de sus grandes cualidades es su espíritu de niño, ese que le permite soñar, luchar, reír, curiosear, experimentar y seguir adelante, persistente y constante a pesar de las dificultades y los años. Ese niño que conserva vuela alto y nunca ha dejado de creer, dicen quienes lo conocen bien. 

Venezuela se siente orgullosa de tener un hijo llamado Jacinto Convit. 

lunes, 2 de septiembre de 2013

"La cultura propuesta por el chavismo nos achata intelectualmente"

Michelle Roche Rodríguez
El Nacional, 02/09/2013

Entrevista con Iraida Casique, profesora de la Universidad Simón Bolívar: "La revolución bolivariana ha borrado el valor del conocimiento"

Durante casi 10 años, Iraida Casique se ha dedicado a estudiar cómo la revolución bolivariana ha cambiado el significado del papel que desempeñan los intelectuales en el país. 

Orientada por su preocupación en cuanto a que la cultura es un factor fundamental para la gestión de convivencia, la construcción de ciudadanía y el mejoramiento individual, la profesora de la Universidad Simón Bolívar en ponencias que ha dictado entre 2003 y 2012 dentro y fuera del país se ocupa del conflicto entre la formulación de ideas y el contexto histórico, así como de reflexionar sobre la dinámica intelectual venezolana en la revolución bolivariana para determinar qué perfil de pensadores diseñó el proceso y qué papel se les otorgó en la transformación cultural que se ha ensayado en Venezuela en los últimos tres lustros. 

De acuerdo con Casique, el chavismo parece encontrarse en una fase crítica decretada por la muerte de su máximo líder, Hugo Chávez, que era también su principal figura intelectual. Esto, dice, ha concretado en una serie de cambios a partir de los cuales se hace fundamental preguntarse sobre el lugar de los intelectuales, tanto en el oficialismo como en la oposición. 

Así, considera que el conflicto universitario y la reciente aprobación de la Ley Orgánica de Cultura evidencian que es en la relación con el conocimiento y los productores de pensamiento crítico donde se encuentra el aspecto más vulnerable de la revolución. 

Con esto no quiere decir que el Gobierno no le ponga atención a la cultura, todo lo contrario. Para Casique, en los primeros años parecía que este sector no tenía ningún valor para la revolución bolivariana, pero desde la creación del ministerio en 2005 empezó a entender dónde estaba su interés: "Al igual que están haciendo ahora con las universidades, la gestión oficial se concentra en una política de desmantelamiento. Así pasó con el Consejo Nacional de las Artes: lo descalificaron, lo desmantelaron y pasaron a otra forma de gestión". El problema, señala, es que no hay una propuesta articulada sobre qué instituciones tomarán el lugar de las que se están desmantelando. 

--De acuerdo con Antonio Gramsci ­un filósofo que a Chávez le gustaba citar­, los intelectuales no son sólo escritores, sino directores y organizadores involucrados en la tarea práctica de construir la sociedad. ¿En quiénes puede observarse ese papel en el chavismo? --Me quedan dudas de si era que Chávez no entendía el modelo de intelectual que proponía Gramsci o si, en cambio, lo entendía muy bien y quería proponerse él mismo como el gran intelectual central del país, erigirse como uno al estilo del siglo XIX, porque decía qué caminos debíamos tomar, qué se valoraba o cómo debía opinarse. 

--¿Cuál es el perfil de intelectual que propone el chavismo? --El intelectual está execrado del proceso por considerar que pertenece a una clase pudiente y no está interesado en las necesidades del pueblo. Asumen la cultura como una marca de clase. Por ejemplo, cuando en 2005 anunció el lanzamiento de la Misión Cultura ­concebida como un horizonte programático para el recién creado ministerio­, Farruco Sesto insistió en la insuficiencia de los modelos culturales previos y señaló la necesidad de uno nuevo en el cual se creara una institucionalidad orgánica de gente que viviera "donde vive el pueblo" y trabajara en proyectos de la comunidad. En cuanto al perfil de los intelectuales con el proceso, yo los veo detrás de una cortina, no tienen necesariamente un papel protagonista. Pienso también en el Centro Cultural Miranda, donde hay poca presencia venezolana y los que se han atrevido a ser críticos han tenido que recular, como le pasó al español Juan Carlos Monedero en 2009, cuando dijo que la revolución bolivariana estaba en una encrucijada por la magnificación de la figura de Chávez y que los diferentes niveles del país, en lugar de hacer el esfuerzo de buscar sus soluciones, esperaban que el liderazgo del Presidente se las bajara. Si este ente, que está dentro del proceso, no tiene permiso para formular críticas constructivas, está claro que uno de los elementos que se rechaza de la intelectualidad es la conciencia crítica. Ese trabajo se está haciendo mejor desde la oposición que desde el chavismo, que está desperdiciando una oportunidad valiosa. 

--¿Qué función se le ha otorgado a la cultura en la revolución bolivariana? --La entiende como un instrumento de lucha política y esta reducción fomenta la uniformidad de pensamiento. Ahí tenemos el ejemplo de los museos: todos están unificados bajo un ente central que va a coordinar, más que las exposiciones que se presentan ­­que cada vez son menos­, trabajos en los barrios. Así, la cultura no es un espacio para el disenso ni para la pluralidad o la diversidad ni necesariamente para la inclusión, sino uno para la construcción de un pensamiento ideológico. Lo diverso forma parte de la naturaleza humana, pero aquí no se está impulsando este modelo, sino el de la uniformidad y el conformismo. Más allá de los espacios culturales que estamos perdiendo, el impacto de esto será terrible en la población porque terminaremos convencidos de que no podemos aspirar a mucho. Nos están poniendo una plancha de acero en el techo para que siempre nos proyectemos desde allí y nos visualicemos felices. La cultura propuesta por el chavismo nos achata intelectualmente. 

--¿Cómo los enfrentamientos con las universidades públicas y la reciente sanción de la Ley Orgánica de Cultura prueban que el chavismo no se interesa por los intelectuales? --En ambos casos se borra el valor del conocimiento. Para el chavismo, como muestra la ley, la cultura se circunscribe a las expresiones típicas, como el baile de joropo: está reducida a su expresión mínima de la venezolanidad. 

Limitándola a una sola posibilidad, terminará por imponerse el pensamiento único. 

No se espera que los intelectuales problematicen nada, porque si todos nos sentimos identificados con el joropo y las maracas no hay conflicto con la identidad y no vale la pena preguntarnos sobre eso. 

Por supuesto que esto se inserta en el discurso antiimperialista, pero no veo que estas medidas nos inviten a crecer culturalmente, sino que nos reducen a conformarnos con lo nacional y rechazar lo demás. 

--¿Cuál es el perfil del intelectual de oposición? --De ese lado se han vuelto creativos por las dificultades que han tenido que sortear. 

Hoy más que antes, la clase media está interesada en el campo cultural, porque se ha convertido en el espacio de la reflexión y la discusión que está negada del otro lado. 

Se está valorando el conocimiento y el trabajo cultural tanto de académicos como de cantantes populares, lo cual amplía lo que se comprende como cultura y creo que allí hay un enriquecimiento en la variedad de propuestas.