jueves, 16 de julio de 2020

Más allá del techo caído de la Ciudad Universitaria

Laura Vidal*
15/07/2020

El dolor por el patrimonio nos debe hacer pensar sobre los antecedentes de la crisis académica y lo que podemos hacer los universitarios para salir de ella, incluso desde afuera


Los espacios universitarios están para hacerle espacio a la reflexión y al ejercicio de pensar en colectivo. Foto: Manuel Sardá, VidaUCAB.

domingo, 12 de julio de 2020

Entrevista a Gioconda Cunto de San Blas

12/07/2020


—En 2017, la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales cumplió 100 años. Tres años después ¿podría esbozarnos un panorama del estado de la ciencia hoy en Venezuela?

—Como todo en el país, ha habido una regresión en lo logrado entre 1958 y 1998, particularmente los primeros 25 años. La creación de instituciones científicas, el reforzamiento en infraestructura y formación de personal altamente capacitado, permitieron que en Venezuela se hiciera investigación de calidad, entre las mejores de América Latina, a pesar de que la contribución presupuestaria del Estado siempre estuvo lejos de 2% del PIB recomendado por la Unesco como el mínimo para garantizar un desarrollo razonable en ciencia, tecnología e innovación (CTI). A principios de este siglo el gobierno tuvo algunos aciertos, como la creación del Ministerio de CTI, que permitió darle mayor visibilidad al sector dentro del gabinete ejecutivo, y la Ley Orgánica de CTI (Locti), con la cual los investigadores científicos pudimos tener acceso a fondos externos a través de convenios con empresas y el estado para investigaciones específicas de interés mutuo. Lamentablemente, el mismo régimen se encargó de acabar con esas posibilidades de progreso. Su declarado desprecio por el conocimiento obtenido a partir de una ciencia rigurosa ha conducido a favorecer una pseudociencia generada a partir de la ignorancia. Ejemplos recientes han sido el entusiasta respaldo del Ejecutivo a un brebaje para la “cura” del covid-19, patrocinado por un “científico” de difuso origen y el declarado desdén por el desarrollo de modelos bioestadísticos que ayuden a las autoridades en las decisiones a tomar sobre el confinamiento por coronavirus, como se está haciendo en otros países.