miércoles, 29 de enero de 2014

Odio a la inteligencia

Fernando Rodríguez
Tal Cual
Editorial, 29/01/2014



No hay proposición más reiterada cuando se habla de éxitoo, al menos, de sobrevivencia en el mundo globalizado, que aquella que señala que el arma mayor para tales fines, más que los dones de la naturaleza o las dimensiones de la estructura productiva de un país, es la formación intelectual de sus ciudadanos. La tan mentada sociedad del conocimiento, todo un paradigma. 

Y en los análisis de América Latina se señala reiteradamente como una de las grandes rémoras en su acceso al desarrollo la mediocre calidad de su educación. No es por azar que Brasil, entre las diez grandes economías del mundo, gasta hoy inéditas sumas en el desarrollo de la investigación científica y tecnológica, hasta el punto de que científicos del primer mundo migran hacia ese país por las condiciones óptimas que les ofrece para su quehacer. 

Este desgraciado país nuestro pudiera ser el modelo de lo que no se debe hacer con las neuronas colectivas. Todos los limitados avances que habíamos logrado hasta los años noventa en la ciencia, la cultura y la educación se han deshecho, pasto del culto a la ignorancia, la demagogia y el provincianismo propios del populismo militarista. ¿No hicimos del mérito un reprobable vicio elitista? Pues bien, estamos cosechando los frutos de ese desprecio de la inteligencia y el saber que necesitábamos como el oxígeno para salir de las garras del subdesarrollo. Baste pensar en los centenares de miles de profesionales que han emigrado, y que lo seguirán haciendo mientras esto dure, seguramente de lo más valioso que habíamos formado. Recordemos igualmente, como tan bien ha precisado el experto Jaime Requena, que nos hemos quedado con un millar de científicos que merezcan ese nombre.O la degollina de la élite de Pedevesa, más de veinte mil de un tajo, y el natural desmoronamiento de su excelencia. O las bibliotecas y librerías totalmente depauperadas, otro ámbito terrible de la escasez que nos agobia. Las instituciones culturales convertidas en camposantos. 


El Nacional y Tal Cual sacaron antier sendos reportajes sobre el deplorable estado de nuestras más destacadas universidades, no las que el gobierno tiene por tales. ¡Qué cifras patológicas, enfermedad terminal! Centenares de profesores jubilados o que han tomado otros rumbos y cuyos cargos no han sido repuestos. 

Falta de laboratorios, instrumental técnico, bibliotecas actualizadas. Concursos desiertos, los pocos que hay. Y como consecuencia de ello vasta y cruel reducción de los cupos estudiantiles. Estudiantes, además, que vienen de un bachillerato descoyuntado donde faltan casi veinte mil profesores en materias científicas fundamentales, un 40%, que las imparte algún compañerito ignaro o que en gran parte de los casos no se dictan (sic). Hablamos de física, matemáticas o biología, entre otras. 

Es el odio que ha manifestado el gobierno contra las universidades autónomas, donde siempre ha sido repudiado, donde no ha habido elección que gane. En las que incluso sus colectivos revolucionarios han atentado físicamente contra sus instalaciones, al carajo el patrimonio de la humanidad, y sus pacíficos moradores, con la más absoluta impunidad. Que han sometido durante años a la mayor penuria económica y que han llegado hasta a bloquear la posibilidad de hacer elecciones democráticas para renovar sus autoridades, cuyos cargos tienen ya años vencidos, creando una situación de estancamiento asfixiante. 

¿Sospecharán siquiera que la catástrofe flagrante que es este país mucho tiene que ver con ese criminal cercenamiento de nuestras posibilidades educativas y culturales? Con esas luces que son tan necesarias, como decía aquel. 

lunes, 27 de enero de 2014

Escasez de profesores

Ana María López
Tal Cual, 27/01/2014

La crisis en la Universidad Central de Venezuela por falta de profesores a dedicación exclusiva no se centra solo en la Escuela de Idiomas. La de Artes presenta una crisis igual de grave, lo que los obliga a reducir el número de ingreso de estudiantes para el año 2015.

El profesor Juan Francisco Sans tiene cinco años al frente de la dirección de la escuela de Artes, tiempo en el que ha tenido que firmar 13 jubilaciones de profesores de los cuales ninguno se ha reemplazado.

"Son 670 estudiantes inscritos en este semestre, pero para este 2014 se van a jubilar otros seis profesores. Lo que suman ya 19 profesores menos sin esperanza de que me repongan ninguno. Además, a finales del año pasado me llegó una comunicación de CNU (Consejo Nacional de Universidades) solicitándome aumentar el cupo, a pesar de que saben que bajamos el número de alumnos porque tenemos menos docentes", explicó Sans, quien es Magister Artium de la Universidad de Costa Rica.

Para este año se admitió 111 estudiantes que ingresaron por CNU, prueba interna o credenciales artísticas, pero para el año 2015 solo podrán admitir 90 estudiantes. En la escuela ya hay una cátedra que fue cerrada y la otra está a punto de ser suspendida.

La primera es Historia del Cine que contaba con tres profesores, de los cuales dos fueron jubilados y una que laboraba medio tiempo sufrió un percance de salud que la obligó a abandonar la asignatura.

Otra de las materias que está próxima a ser cerrada es Realización Cinematográfica, una de la más populares de la institución, que solo le queda un profesor a medio, tiempo porque el otro esta por retirarse.

Entre los profesionales que están a punto de ser jubilados están los de la cátedra Teatro, que tiene 86 años de edad. La preocupación ocurre porque en esta área no solo se encargan de atender 665 estudiantes de pregrado, sino de las maestrías: teatro, artes plásticas y musicología. A eso se le suman 8 diplomados más.

La situación, sin embargo, no es solo entre los docentes. En el área administrativa es peor, advirtió Sans, porque los 665 estudiantes de pregrado son atendidos por una sola persona que se va a jubilar este año.

Estas responsabilidades antes eran atendidas por cuatro profesionales que ya se han retirado. Lo grave es que no hay opción de contratar nuevas personas porque el Ministerio de Educación Universitaria (MEU) no da cargos desde el 2007 y la nueva Ley del Trabajo prohibió la contratación a través de ingresos propios.

"Yo soy un conserje literalmente, si yo no abro la puerta y la cierro en la noche los estudiantes no ven clases. Esto es un ahorcamiento presupuestario, llega un momento en que no se puede sostener más, aunque no puedo cerrar, la es cuela se mantiene abierta en ciertas condiciones", dijo el especialista en Música.

CRISIS GENERAL 
Pero la problemática de falta de profesores no solo ocurre en Idiomas y Artes. Víctor Márquez, presidente de la Asociación de Profesores UCV, explicó que no existen los recursos suficientes para continuar el aprendizaje en algunas asignaturas.

En otras escuelas esta ocurriendo que no hay insumos para cumplir con la actividad de enseñanza, como pasa con hematología de la Facultad de Medicina: no logran conseguir reactivos, no tienen microscopios ni demás implementos esenciales para un laboratorio. "Un bioanalísta mal formado en hematología será un pésimo bioanalista", dice el gremialista.

Durante el conflicto universitario que llevaron adelante los profesores en 2013 se plantearon todos estos problemas, comentó el vocero de los profesores de la UCV, porque dice pone en riesgo la calidad académica y "por eso progresivamente se ha deteriorando la universidad; lo que es un grave problema porque también ocasiona fuga de personal". La problemática de los reactivos con la clase de Hematología originó que los profesores renunciaran al cargo y quedara la cátedra desierta desde el año pasado, recuerda Márquez.

Anteriormente casi todos los docentes eran a dedicación exclusiva y ahora se están contratando a medio tiempo o tiempo convencional, porque no quieren optar a cargos que los obligue a estar todo el día en la universidad por el bajo salario.

CALIDAD EDUCATIVA 
Para Amalio Belmonte, secretario de la UCV, lo ocurrido con Idiomas se produce además porque la planta profesoral es una de las "más envejecida...esa escuela es la realidad de la UCV". En general, si no se repone su planta profesoral le puede pasar algo parecido a toda la casa de estudios.

Eduardo Santoro, director de la Escuela de Psicología, recuerda que anteriormente contaban con 130 profesores, de los cuales 80 eran a dedicación exclusiva. Ahora tiene 75, y solo seis laboran todo el día en la institución.

Como no se pueden dejar de dictar las materias se están colocando más alumnos por curso. Además, si sale un profesor de permiso no remunerados, ese dinero se puede ahorrar. En caso de que se dicten cursos también se ahorra dinero, pero nunca va a cubrir todos los gastos, porque los ingresos son mínimos en comparación con los sueldos que se deben cancelar.

Los laboratorios de Psicología están desactualizados, por lo que los alumnos de Investigación Animal y Psicología clínica no pueden recibir clases debidamente. También las autoridades advierten que como no se consiguen personas con experiencias, se están contratando recién egresados, pero no tienen la formación académica en comparación con los profesores que se han ido. "Uno pudiera desarrollar una educación a distancia, pero no tenemos presupuesto para comprar nada, porque nuestro presupuesto es el mismo que se tiene desde hace cinco años", dijo Santero.

Yajaira Sánchez, coordinadora docente de la escuela de Nutrición, explicó que, al igual que el resto de las carreras, ellos están preocupados por sus cátedras. A Bioquimica y Técnica Dietética les quedan dos profesores, lo que les preocupa porque cuando soliciten la jubilación no tendrán cómo cubrir ese espacio para 120 estudiantes que ingresan anualmente.

En Nutrición cuentan con un profesorado que también realizan investigaciones, lo que los obliga a encargarse del pregrado y de buscar nuevas técnicas que orienten a los alumnos a la mejora de la ciencia. Sin embargo, advierte que toda la carga académica no es compensada con los bajos salarios y las pocas herramientas con las que deben trabajar en la máxima casa de estudios del país.

Un país sin universidades

El Nacional
Editorial, 27/01/2014

Si el espacio y la paciencia del lector lo permitieran, el título de este editorial podría ser: ¿Es posible vivir en un país sin bibliotecas, sin laboratorios, sin estudiantes universitarios y sin universidades que dispongan de los recursos mínimos para cumplir con la función que la sociedad demanda de ellas? La respuesta a esta larga pregunta sería la de un rotundo No, no es posible, puesto que la investigación y la transmisión del conocimiento son bienes imprescindibles para la vida de las sociedades.

El lector puede pensar, y ello sería razonable, que la respuesta es obvia: en pleno siglo XXI, un país sin universidades pertenece a la dimensión de lo impensable. El trabajo que hoy se publica en estas páginas describe justamente el avance hacia una situación imposible: un país de universidades cada vez más limitadas, con sus capacidades disminuidas para presentar los resultados que se esperan de ellas. Dicho de otra manera: se habla aquí de universidades afectadas por una política presupuestaria cuyo propósito parece ser el de volverlas impotentes, arruinarlas de forma paulatina.

Se olvidan los burócratas del régimen, muchos de ellos formados en las mismas universidades hoy sometidas a un programa de empobrecimiento, que es en la universidad donde se transmite y se renueva el conocimiento que hace posible diagnosticar y pensar en las respuestas que demandan los problemas de nuestro tiempo. La complejidad que ha alcanzado la sociedad venezolana no resiste políticas fundamentadas en la improvisación, en el voluntarismo o en el revanchismo social.

La universidad, que es el establecimiento pedagógico de mayor nivel en Venezuela y en el mundo, cumple una función social insustituible: propagar las herramientas del conocimiento necesarias para hacer posible la articulación entre el individuo y la sociedad. Si el individualismo extremo y el colectivismo también extremo son los más peligrosos paradigmas de nuestro tiempo, las más siniestras amenazas que acechan a la sociedad, los causantes principales de la conflictividad y las guerras, la universidad es el centro social que puede racionalizar los intereses en disputa y transformarlos en soluciones y políticas públicas.

Y así llegamos a una cuestión que es medular: se ha pretendido que Venezuela y las universidades son entidades distintas y hasta contrapuestas. Más todavía: se ha intentado convencer a los venezolanos de que el precepto de la autonomía universitaria es contrario al bienestar de la sociedad, cuando es justo lo contrario: es la garantía, quizás la más significativa de todas, de que las universidades, dotadas de los recursos necesarios para su funcionamiento, son la fuente más apropiada y calificada de ideas, visiones y ciudadanos calificados, para atender la trama, cada vez más dolorosa y enrevesada, que ha adquirido la crisis social venezolana.

sábado, 25 de enero de 2014

LA CRISIS DE LA UNIVERSIDAD


Fernando Mires

La verdad es que el punto arquimédico entre la universidad medieval, la universidad como aparato de Estado, y la universidad-empresa, aún no ha sido encontrado. Quizás no exista. Puede incluso que lo que ha de caracterizar a las universidades del futuro sean combinaciones de diferentes formas institucionales, estableciéndose así una suerte de permanente equilibrio inestable dentro de ellas.

1. Universidades arcaicas

Aún hoy, en el siglo XXl, muchas universidades europeas arrastran consigo una pesada carga medieval

En la mayoría de las universidades europeas las relaciones entre catedráticos corresponden a las de “pares entre pares”. Cada uno es dueño de un territorio específico dentro del cual domina casi sin contrapeso un determinado“señor”, en este caso un profesor. La cátedra es otorgada de por vida, y no son pocos los casos de eminentes profesores que designan incluso a sus sucesores, destinados a mantener la línea impuesta por el “gran maestro” (que no siempre es tan grande ni tan maestro). Del mismo modo, entre catedráticos se concertan alianzas y pactos cuyos objetivos son aumentar el poder personal tanto fuera de la universidad como dentro de ella. Cada catedrático posee además un séquito especial formado por asistentes, auxiliares, secretarias, tutores, etc. (la nomenclatura varía de universidad a universidad). Al igual que en el medioevo, el séquito, o hueste personal, es adqirido por contrato, pero en el fondo está basado en relaciones personales y, por supuesto, en la incondicionalidad absoluta del “siervo” al “señor”. Lo que no siempre está claro es a qué periodo medieval corresponde la estructura descrita. A veces da la impresión de que en ella se mantienen las formas de la más temprana Edad Media. No obstante, otras veces he llegado a pensar que estamos en el periodo de plena decadencia del feudalismo. Esta última impresión la he confirmado observando la enorme proliferación de títulos académicos equivalente a la superabundancia de títulos de nobleza que caracterizó a la “tardía Edad Media”, particularmente en países como España, Italia y Portugal. Así como en ese periodo las cortes y los patios de los castillos estaban repletos de nobles con título, pero sin riquezas ni tierras, señores de capa y espada (con criado, cochero y toga, aunque muertos de hambre), hoy en día los campus universitarios se ven atestados de doctores sin sueldo ni puesto de trabajo; y lo que es peor: sin capa y sin espada.

Pero no sólo se encuentran en la universidad europea moderna las raíces feudales que le dieron origen, sino además las clericales. En los claustros universitarios (la palabra claustro no es casual) se dan todavía procesos de iniciación muy similares a los que tenían lugar en los conventos. Del mismo modo, en el largo proceso de aprendizaje que lleva a la obtención de un título universitario hay que pasar por largos periodos de “expiación”. La sacralidad de la profesión universitaria no se da sólo en las formas, sino también en una dogmática muy similar a la de las diferentes ordenes sacerdotales. En ese sentido, uno de los grandes éxitos de los movimientos estudiantiles alemanes del 68 fue haber puesto fin a la llamada Ordinarius-Universität. El Ordinarius era el prófesor de cátedra que dictaminaba sobre contenidos y formas en su terriorio académico. Una especie de preceptor laico. Pero que el Ordinarius sea sólo una reliquia medieval, no es muy seguro. 

Hay universidades en las que suelen formarse grupos cerrados que rinden culto a una determinada línea, excluyendo cualquiera posibilidad de interrelación con otras disciplinas del pensamiento. Tales grupos, si se encuentran articulados en alguna institución interna o externa a la universidad, pueden ser considerados como equivalentes a las ordenes religiosas medievales. Pero, como suele suceder en las grandes iglesias, es frecuente que a su alrededor también proliferen sectas, las cuales suelen agruparse en torno de una figura profética o mesiánica. Si el profeta o mesías ya está muerto, mucho más imponente e inapelable es su “mensaje”, y sus seguidores le rinden una veneración que envidiarían los monjes tibetanos.

Alrededor de nombres papales como Marx, Freud, Jung, Lacan, Sartre, Foucault, Wittgenstein, Habermas, por ejemplo, se forman en las universidades “escuelas de pensamientos” que preservan y siguen las lecciones del “gran maestro” con la misma fidelidad que los franciscanos a Francisco de Asís y los jesuitas a Ignacio de Loyola. Por cierto, tanto en uno como en otro caso, en el seguimiento condicional al gran maestro se esconden intereses que no son siempre científicos, pues una cosa es la especialización en un determinado sistema de pensamiento elaborado por alguna eminencia, lo que en sí no tiene nada de cuestionable, y otra cosa muy distinta es convertirse en algo así como su representante en la Tierra, o lo que es peor, en su “intérprete”. Así, la mayoría de las escuelas interpretativas se limitan a reproducir el pensamiento originario, ordenándolo en sistemas, estructuras y jerarquías, y lo que es peor, en manuales, cuyo objetivo es elevar a verdad indiscutible todo que dijo (y no dijo) el gran maestro. Lo que ocurrió con la compleja obra filosófica de Marx a gran escala, cuando cayó en manos de los bonzos del Kremlin, tiende a ocurrir a escala menor en los “claustros académicos” donde asoma, impertinentemente y con mucha fuerza, la casuística monacal que forma parte del inconsciente de cada ciencia.

2. Castas académicas 

Después del feudalismo y del clericalismo, la tercera de las raíces que explica el carácter patriarcal de la universidad europea –cuyos modelos han sido exportados hacia las más diversas latitudes– viene de los llamados gremios o corporaciones medievales que, a diferencia de feudos y conventos, tenían un asiento predominantemente urbano. Como es sabido, la principal característica de los gremios era su jerarquización vertical. 

Ahora bien, como ocurrió con otras instituciones públicas, aquel orden organizacional que predominaba en los gremios fue transferido a las universidades, de modo que también en sus diferentes cátedras tendían a formarse relaciones corporativas, particularmente alrededor de un catedrático que pasaba a ocupar el lugar del antiguo maestro del mismo modo que los llamados asistentes y profesores auxiliares ocupaban el de los aprendices. Dicha relación se veía fortalecida por el hecho de que –hasta hoy– cuando algún iniciado pasaba al lugar del catedrático, obtenía el cargo de por vida. Como todavía se dice, “cuando se nombra un catedrático, ya no hay como sacárselo de encima”. De tal modo, el catedrático se convertía en un propietario de un medio de producción intelectual que él organizaba del mismo modo que los empresarios urbanos a su personal subalterno (Weber 1995, p. 6).

Muchas de las estructuras gremiales y/o corporativas que caracterizaban a la antigua universidad siguen prevaleciendo, aunque por .supuesto bajo nuevas formas. Las relaciones consanguíneas en las “castas” no tienen hoy un papel relevante, pero su lugar ha sido ocupado por la “familia ideológica”, algo que, aun después del fin de la Guerra Fría y de la inevitable polarización ideológica de los sistemas de conocimiento que de ahí se derivaban, continúa existiendo no sólo en las ciencias sociales, de por sí “politizadas”, sino también en las ciencias naturales. Desde luego, aunque todo el mundo universitario está consciente de ese hecho, nadie lo dice abiertamente. Mediante un acuerdo tácito se sigue haciendo “como si”, es decir, como si los cargos universitarios fueran ocupados exclusivamente de acuerdo con méritos individuales, y “como si” las adscripciones ideológicas no tuvieran ningún papel en los nombramientos. Pero hay todavía universidades de “izquierda” y otras “conservadoras”. Dentro de cada una hay también reductos que agrupan a los miembros de una o de otra familia ideológica. Dicho secreto a voces no es problemático cuando en la vida extrauniversitaria rigen condiciones propias al pluralismo ideológico o político, de tal modo que cada estudiante es teóricamente libre de decidir en cuál alma máter y cátedras quiere realizar sus estudios.

Problemático es cuando rigen en el mundo político institucional sistemas bipartidistas, y lo que es peor, monopartidistas. En esos casos, la oferta ideológica es extremadamente limitada, y las universidades tienden a constituirse en simples prolongaciones académicas de poderes extraacadémicos.

Pero no sólo en el plano de las relaciones ideológicas, sino además en el de las personales, rigen, en la vida académica, formas y normas que eran constitutivas del orden de los gremios medievales. En el pasado, haber sido aprendiz de uno u otro maestro era un signo que garantizaba la calidad de un arte o técnica, hecho que podía ser certificado en las prácticas manuales.

Un maestro que hubiera sido aprendiz de la casa Stradivarius poseía sin duda un “sello” de indiscutible prestigio en el rubro de la fabricación de violines. En las prácticas científicas, el efecto es parecido, aunque no pueda verificarse en la realidad como en las actividades manuales y artísticas, pues alguien puede haber sido discípulo de Einstein y continuar siendo un físico mediocre. No obstante, hay académicos que han aprendido a utilizar el “con quien” estudiaron de modo magistral.

3. La “americanización” de la universidad

Frente al extremo medievalismo de la universidad alemana, Max Weber ponía como contrapunto, en su libro clásico: Ciencia como Profesión, el otro polo: la universidad americana.

Por americanización de la universidad entendía Weber una suerte de mercantilización de la vida académica, según la cual rige una flexibilidad en los cargos determinada más bien por las leyes de oferta y demanda, y donde la enseñanza es concebida como una mercancía que ofrece la empresa, en este caso la universidad, a los consumidores, que son los estudiantes (p. 6). El estudiante paga una matrícula alta y compra así una determinada cantidad de conocimientos, y con ello los correspondientes títulos que necesita para su plan de vida. La relación que impera en la academia es, por tanto, una relación empresarial que, por lo demás, es la misma que rige los destinos de la sociedad fuera de las universidades. En este contexto, el profesor pierde la presencia majestuosa, casi papal, que adquiría en la universidad alemana en los tiempos de Weber. Como contrapartida, se convierte en una suerte de vendedor público de saberes, teorías y conceptos y, como todo vendedor, ha de esforzarse para que sus productos sean más atractivos que los que ofrece otra empresa, en este caso, otra universidad. 

Weber caricaturizaba ya en 1917 tanto a la universidad alemana, como a la norteamericana. En uno como en otro caso se trata sólo, para emplear la propia terminología de Weber, de “construcciones ideales” que, por serlo tales, no encuentran jamás una correspondencia exacta con la realidad en el marco de los dos peligros que marcan el tenor de casi toda la sociología weberiana. Uno, el de la extrema racionalización; el otro, el de la extrema economización. Como es sabido, para Weber ninguno de los dos excluye al otro, constituyéndose así un tercer peligro que, valga la tautología, es el más peligroso, y éste es el que se da a través del entrecruce de relaciones capitalistas con la creciente complejización de la esfera burocrática, tema que hoy signa a casi toda la sociología de Habermas. Tanto una tendencia como la otra se sirven de estructuras de dominación “arcaicas”, de modo que la relación entre tradición y modernidad no sólo es antagónica, sino además complementaria. Esto significa que una universidad puede estar edificada sobre bases medievales, constituirse como empresa moderna, y ser extremadamente burocrática a la vez, sin que todo eso implique, necesariamente, una contradicción.

Cuál es el modelo que ha de prevalecer en las universidades del futuro es un tema permanente en la discusión interuniversitaria. En algunos institutos norteamericanos se añora e idealiza la antigua universidad europea. A la vez, en muchas universidades de Europa se intenta adoptar, indiscriminadamente, formas supuestamente americanas de funcionamiento. Como en los tiempos de Weber, los académicos europeos viajan a EEUU, a veces sólo por una semana, y regresan encandilados con la agilidad, movilidad y flexibilidad que muestran algunas universidades del “nuevo mundo”. Continuamente presionan para imponer dichas formas y estilos en instituciones universitarias que han sido diseñadas en el marco de tradiciones diferentes, y a las que no es fácil, y quizás tampoco sea conveniente, renunciar. El resultado es que se ha ido formando en Europa un híbrido que conserva en sí todas las formas autoritarias y patriarcales de la universidad medieval, a las que se agrega el autoritarismo burocrático estatal –en países como Alemania todavía muy fuerte–, y la mercantilización del saber académico que es característica de algunas nuevas universidades norteamericanas (pues, por lo general, las tradicionales son más europeas que las europeas). Algo así como un McDonald dentro de la catedral de Notre Dame, pero atendido por funcionarios públicos. 

En diferentes trabajos que se refieren a los procesos de modernización de instituciones tradicionales, Max Weber destacó que la tradición no excluye la modernización. En ese sentido, en muchas universidades modernas, la creciente mercantilización de las relaciones académicas no sólo coexiste con la burocratización de la enseñanza y con la mercantilización de la investigación científica; además cada uno de esos procesos ha terminado por ser funcional al otro. Para poner un ejemplo, los proyectos de investigación científica que se realizan en un recinto universitario reciben financiamiento externo, que puede ser del Estado, de empresas privadas, o incluso de bancos. Por lo tanto, si un profesor es interesante para una universidad, no lo es sólo por sus conocimientos o por sus cualidades sino también por su capacidad para obtener fondos y administrar proyectos; lo que implica, en primera instancia manejar un complejo de relaciones públicas y privadas que permitan canalizar medios de financiamiento para esos diferentes proyectos. De este modo el profesor posmoderno no sólo debe ser un sabio patriarcal, sino además un excelente manager, es decir, alguien con manejo empresarial y administrativo. De más está decir, en este caso, que las prestaciones de servicio y las relaciones de dependencia personal, propias a la universidad medieval, se acrecientan cuando el profesor-empresario actual está además en condiciones de crear empleo, distribuir dinero y financiar investigaciones entre los miembros de su séquito. Éstos rara vez se encuentran en condiciones de cuestionar las teorías del profesor-empresario, por descabelladas que sean, so pena de poner en peligro no sólo sus posibilidades de ascenso profesional, como ocurría en el pasado, sino además su subsistencia económica. Ello quiere decir, y a eso voy, que el saber científico no sólo no es siempre objetivo, ni puramente discursivo. Además es construido en espacios de relaciones que no excluyen las de dinero, subordinación e incluso, como he podido comprobar tantas veces, de simple servilismo. Sin embargo, que las universidades puedan ser convertidas en meras prolongaciones de fábricas, empresas e incluso bancos, no implica satanizar cualquiera posibilidad de des-estatización.

El Estado no ha sido en ninguna parte el mejor garante de la autonomía universitaria, a la que se ha confundido por lo general con autonomía estatal en la universidad, o con universidad como entidad aislada donde cada miembro pueda hacer lo que le da la gana, hasta llegar a albergar en su interior grupos terroristas (como ha sido el caso de algunas universidades latinoamericanas).

Pero des-estatización tampoco es necesariamente privatización, ni mucho menos, empresarización; ella puede ser entendida también en el sentido de la integración creciente de la universidad en un proyecto civil de sociedad. De acuerdo con Daxner: “La ciencia es una cosa pública, una res-pública. Y ya que los principales establecimientos de la ciencias son las universidades, hay que exigir que ellas sean establecimientos de propiedad pública. Esto significa que la universidad ha de pertenecer a todos los miembros de una sociedad, con todos los derechos y obligaciones que implica cada propiedad” ( p.193). No obstante Daxner -uno de los mejores analistas de las universidades alemanas- no establece la diferencia entre "lo público" y "lo estatal". Una universidad puede ser privada y prestar enormes servicios públicos o puede ser estatal, pero con una muy débil incidencia pública.

La verdad es que el punto arquimédico entre la universidad medieval, la universidad como aparato de Estado, y la universidad-empresa, aún no ha sido encontrado. Quizás no exista. Puede incluso que lo que ha de caracterizar a las universidades del futuro sean combinaciones de diferentes formas institucionales, estableciéndose así una suerte de permanente equilibrio inestable dentro de ellas.

4. Entre el clientelismo estatal y la universidad “chatarra”

Con el fin del comunismo y de las ideologías para-estatistas que lo legitimaban, la universidad puramente estatal ha entrado en descrédito en casi todo el planeta. Pero aún subsiste en países donde el Estado sigue ocupando el centro tanto del proceso productivo como del ideológico (como es el caso en los países islámicos y en los restos de comunismo que perviven en China o Cuba), o en el marco de relaciones partidistas, como las que imperan en algunos países latinoamericanos donde no pocas veces los cargos docentes son ocupados por personas que, antes de dar pruebas de conocimiento han de dar muestras de fidelidad a un partido, régimen, Estado, o ideología. En Chile, para referirme a un caso que bien conozco, las universidades estatales están atestadas de “apitutados”, vale decir, personas que han alcanzado cargos académicos gracias a sus adhesiones políticas.

Como reacción a la, en muchos casos, corrupta universidad estatal, han surgido en diversos países latinoamericanos (así como en muchos de los países poscomunistas de Europa del este) micro-universidades empresariales (también llamadas “universidades chatarra”) que funcionan de acuerdo con el estilo impuesto por una economía mercantil, y que no reconocen ninguna otra ley que no sea la de la oferta y la demanda. En términos estrictos, esas no son universidades, ni deben ser llamadas así. Se trata simplemente de institutos privados y empresariales de enseñanza especializada pero que, si vamos a seguir hablando de universidad no caben dentro de ese concepto. Puede sí, que adelanten con su presencia el fin definitivo, y ya tantas veces proclamado, de la universidad tradicional. Pero ese ya es otro tema. No obstante, debe ser dicho que la formación de institutos autónomos, tanto dentro como fuera de las universidades, en lugar de permitir la aparición de entidades en las cuales la ciencia obtenga más libertad, crea las condiciones para que tales institutos puedan ser cooptados por intereses de Estado, o de corporaciones y empresas privadas.

La siempre anunciada crisis de la universidad resulta, en consecuencia, de la indefinición existencial de la institución. Si renuncia a sus fundamentos arcaicos, se transforma en una empresa comercial, o lo que es peor, en una instancia burocrática del Estado (y de los partidos políticos que lo controlan). Si renuncia a sus características empresariales modernas, se transforma en una reliquia de museo, o en un lugar para realizar visitas turísticas (como ocurre ya con algunas universidades “clásicas”).

La universidad moderna es portadora de una contradicción histórica hasta ahora no resuelta. Pero quizás la condición que permite que esa institución llamada universidad siga existiendo a través de los tiempos es la imposibilidad de resolver dicha contradicción. Eso quiere decir que la crisis de la universidad no es una anomalía. Por el contrario: la crisis puede ser también su forma natural de existencia.

Referencias: 
Max Weber: Wissenschaft als Beruf, Reclam, Stuttgart 1995Max Weber: Schriften zur Wissenschaftslehre, Reclam, Suttgart 1991
Michael Daxner: Die blockierte Universität, Campus, Frankfurt 1999

lunes, 20 de enero de 2014

Academia de Medicina rechaza declaraciones del ministro de Educación

El Universal, 20/01/2014

Caracas.- La Academia Venezolana de Medicina emitió un comunicado en el que rechazan por "infortunadas y ofensivas" las declaraciones del ministro de Educación, Héctor Rodríguez, quien aseguró que parte de los avances en el gremio médico son debido a la acción de médicos cubanos y destacó la "falta de experiencia" de los profesionales venezolanos.

El comunicado señala que el ministro "ignora" la trayectoria de más de dos siglos de estudios médicos en el país y destacan "la detención y retroceso" sufrida por la profesión en el país, consecuencia del diseño "de un ataque continuado e inmisericorde" hacia el médico venezolano.

La intención de estos "ataques", según establece el comunicado, ha sido "despojar de su altruismo" al galeno y hacerlo ver como "un desalmado comerciante".

El médico venezolano, agregan, ha visto amenazado su cabal ejercicio profesional en tanto ha tenido que soportar "salarios bajos e injustos", el deterioro de los sistemas de salud y sus sedes. Han sido, según señalan hasta "privados de seguridad" en sus sitios de trabajo.

Además cuestionan la forma en la que el gobierno ha querido, a través de la propaganda, aupar el sistema de salud cubano en detrimento del venezolano y platean al país una contraposición entre el ejercicio de la medicina pública y privada, "una falsa antonimia".

Recuerdan al gobierno nacional y en especial al ministro que los médicos venezolanos han sido formados en universidades públicas y han hecho su trabajo de pasantías en instituciones públicas de la salud.

"...Aprendimos de nuestros sufridos pacientes, a respetarlos, a honrarlos, a dedicarle los mejores cuidados posibles, a esmerarnos en el trato, sin discriminación y a actuar con la mayor compasión y excelencia, como parte de los valores inmanentes de nuestra profesión, aun cuando existieran crueles privaciones de recursos para atenderlos, como los que ocurren de manera agravada en el momento actual", escribe la Academia Nacional de Medicina.

Médicos "improvisados"

Además de rechazar las declaraciones del ministro demuestran su preocupación por las formas de capacitación que emplea el Estado para los nuevos médicos integrales y las consecuencias que ello trae para los pacientes en todo el país.

Señalan que quienes han violado las formas y el fondo para la enseñanza de la medicina ha sido precisamente el gobierno desde la Universidad Bolivariana en la que, sin que exista una Facultad de Medicina se crearon "estudios médicos improvisados y paralelos con la producción masiva de los llamados médicos integrales comunitarios".

"El pensum es deficiente y similar al de carreras similares que se cursan en Cuba, con un alto contenido ideológico, diseñados a espaldas del Consejo Nacional de Universidades y confiados a la Misión Médica Cubana, sin pruebas de selección de aspirantes ni profesores reconocidos, llevados a cabo en forma fraudulenta para formar profesionales de atención primaria de salud", apunta el escrito.

La Academia alerta asimismo sobre la creación de un postgrado en Medicina General que ahora mismo tiene más de 6 mil inscritos.

lunes, 13 de enero de 2014

La diáspora científica reflexiona sobre Venezuela

Valentina Oropeza
El Nacional, Siete Días, 12/01/2013

Cientos de científicos venezolanos se marcharon del país en los años ochenta y noventa atraídos por ofertas generosas en recursos para hacer ciencia. Espantados por la inseguridad, la falta de empleo y la polarización en esta década, una segunda generación se asienta en universidades extranjeras y forjan carreras exitosas en otras lenguas y a cuatro estaciones. Seis investigadores debaten sobre cómo recuperar el conocimiento generado fuera del país

En 1982 un profesor universitario a tiempo completo en Venezuela ganaba 3.100 dólares mensuales. En 1995 percibía 800 dólares. En febrero de 2013, la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios hizo el ejercicio de comparar los salarios de sus miembros con los de sus colegas en otros países del continente americano y encontró un hallazgo aplastante: mientras Canadá paga a sus docentes a dedicación exclusiva alrededor de 9.500 dólares cada mes, el Estado venezolano ofrece un sueldo 19 veces menor: 423,33 dólares (calculado a la tasa de cambio oficial de 6,30 bolívares por dólar).

El sociólogo Iván de La Vega, profesor de la Universidad Simón Bolívar, convirtió la migración de científicos y tecnólogos venezolanos en su campo de estudio en 1995, cuando el presidente del Consejo Venezolano de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, Ignacio Ávalos, le encargó rastrear la trayectoria de los investigadores que eran financiados por el Estado como parte de un programa de seguimiento de becarios que abrió el organismo para combatir un fenómeno denominado entonces como fuga de cerebros.

Tras acumular casi 20 años de entrevistas con científicos que hicieron carrera fuera de Venezuela o que se preparan para hacerlo, De La Vega advierte que los motivos para irse del país han cambiado entre las dos generaciones. 72% de los 2.000 profesionales que fueron becados por el Conicit entre 1970 y 1998 se marcharon a Estados Unidos en busca de recursos para investigar y oportunidades laborales para proseguir sus trayectorias académicas.

Hoy, la diáspora de profesionales venezolanos se dispersa en 65 países y, según cálculos de De La Vega –no existen cifras oficiales–, sobrepasa el millón de personas. “Los estudiantes que hemos consultado desde 2011 hasta ahora quieren irse del país por tres factores: la inseguridad, la precariedad laboral (falta de empleo y bajos salarios), y la polarización política”, precisó.

El desafío es aplicar políticas públicas que conecten a ese personal altamente calificado con Venezuela de nuevo. De La Vega recomienda diseñar programas de asesorías a las universidades locales impartidos por los investigadores que emigraron, así como proyectos de cooperación que les permitan hacer visitas regulares al país y formar a los alumnos que estudian en Venezuela por medio de programas de intercambio.

El físico José Álvarez-Cornett, profesor de la Universidad Central de Venezuela, emprendió un proyecto digital llamado VES (Vinieron, Educaron y Sembraron – Viajaron, Emigraron y Surgieron) para recoger las historias de 50 científicos que nacieron en el exterior pero se formaron en Venezuela o que estudiaron en el país y emigraron. “¿Qué pasaría si esos venezolanos que están fuera del país se unieran para hacer aportes sistemáticos a la ciencia en Venezuela? Probablemente podríamos recuperar nuestro recurso más valioso: el capital humano”.

Carencias internas

Desde 1990 hasta octubre de 2010, el Estado promovió la actividad científica a través del Programa de Promoción al Investigador, que financiaba la formación de expertos a partir de un baremo que evaluaba su producción de conocimiento. Después de invitar a los científicos a “salir de su encapsulamiento y meterse en los barrios”, el fallecido presidente Hugo Chávez ordenó reemplazar el PPI por el Programa de Estímulo a la Investigación, una estructura que se propuso respaldar únicamente la “ciencia pertinente”.

Según el Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, en 2012 Venezuela cumplió por primera vez el parámetro establecido por la Unesco de tener 1 investigador por cada 1.000 habitantes de la población económicamente activa con 16.722 científicos. Jaime Requena, experto en el estudio de la actividad científica, asegura que este valor refleja el número de inscritos en el Registro Nacional de Investigadores sin medir su rendimiento. Advierte que en Venezuela no hay más de 1.500 investigadores que cumplan los requisitos para llamarse como tales: tener grados universitarios, publicar en revistas reconocidas en su ámbito científico con sistema de arbitraje, y trabajar en instituciones asociadas a su ámbito de investigación. “En 2013 los científicos venezolanos produjeron apenas 700 publicaciones debido a la falta de condiciones económicas y respaldo institucional para hacer ciencia. ¿Cómo pueden haber 16.000 investigadores y no llegamos a 1.000 publicaciones anuales?”, cuestionó.

“Las universidades bajo acoso no generan conocimiento”

Ignacio Rodríguez-Iturbe. Ingeniero civil experto en Hidrología. Profesor de la Universidad de Princeton (Nueva Jersey, EE UU)

Cuando los reyes de Suecia le entregaron a Ignacio Rodríguez-Iturbe el Premio del Agua 2002 en Estocolmo, le preguntaron si estaba contento y él sólo atinó a responder: “Me siento dividido. Amo a Venezuela porque es el país en el que nací, pero Estados Unidos es donde puedo hacer investigación”, cuenta vía telefónica desde su despacho en la Universidad de Princeton. De sus 71 años de vida, Rodríguez-Iturbe acumula 45 años dirigiendo aulas y laboratorios, reconocido internacionalmente como uno de los expertos más prolijos en Ecohidrología, la ciencia que estudia el impacto del ciclo del agua en aspectos claves de la dinámica ecológica.

Cuando revisa los portales venezolanos de noticias, le preocupa especialmente la pugna entre el gobierno y las instituciones de educación superior. “Las universidades bajo acoso no generan conocimiento”, sentencia.
Dice estar convencido de que los gobiernos malinterpretan la misión de la academia cuando le exigen que resuelva los problemas más apremiantes del día a día, en lugar de propiciar el debate de ideas para encontrar soluciones a las carencias estructurales del país.

“La confusión entre urgente e importante es populismo barato. Las universidades están hechas para pensar las necesidades del país con independencia de criterio. Por eso somos los sacerdotes, los jueces y los académicos los únicos que usamos la toga como símbolo de la libertad de pensamiento”.

Egresado de la Escuela de Ingeniería Civil en la Universidad del Zulia en 1969, Rodríguez-Iturbe ha sido docente en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, el Instituto Internacional de Estudios Avanzados en Caracas, la Universidad de Texas A&M y la Universidad de Iowa.
Jubilado de la Universidad Simón Bolívar, se pregunta cada día si es tiempo de volver a Venezuela. “Nunca tomé la decisión de irme para siempre del país. Me marché con mi familia hace 18 años porque la situación de las universidades empezó a decaer hasta que la investigación se volvió inviable”.

“El Estado debe garantizar el acceso a la tecnología más moderna”

Miriam Rengel Lamus. Astrofísica. Investigadora en el Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar (Katlenburg-Lindau, Alemania)

Cuando era niña, Miriam Rengel Lamus esperaba a que se hiciera de noche para salir al jardín de su casa y mirar las estrellas. No sabía cómo se llamaba aquella afición, pero estaba segura de que viviría para estudiar esos puntos que colgaban del cielo.

Después de dedicarse a la investigación de los astros en Alemania durante 14 años, solo encuentra un mecanismo para hacer viable la investigación científica en Venezuela: invertir en infraestructura educativa.

“El Estado debe garantizar el acceso de los investigadores a la tecnología más reciente, financiar las suscripciones a revistas científicas en las universidades públicas, y promover los programas de intercambio para que los científicos que vivimos afuera y los que están en Venezuela tengamos posibilidades reales de compartir técnicas y hallazgos”, explicó vía telefónica desde su despacho en Katlenburg-Lindau.

Subrayó que la producción de conocimiento no solo depende del talento del científico, sino de los recursos que tenga a la mano para ejecutar sus proyectos. Rengel estudió Física en la Universidad Simón Bolívar desde 1989 hasta 1996 y luego hizo una maestría en Física Fundamental, mención Astrofísica, en la Universidad de los Andes.

Los telescopios del Centro de Investigaciones de Astronomía Francisco J. Duarte del estado Mérida no bastaron para satisfacer su curiosidad científica, así que aplicó a un programa de intercambio financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Alemania para hacer una pasantía en el Instituto Max Planck de Física Extraterrestre, cerca de Munich.

Agotados los tres meses de la beca, presentó su propuesta de investigación para hacer un doctorado en Formación Estelar y logró una plaza en el Observatorio de Tautenburg y la Universidad de Jena.

En 2004 fue invitada por el Instituto Max Planck para trabajar en el lanzamiento de un telescopio en 2009 desde el Observatorio Espacial Herschel, que se ubicó detrás de la Luna y se mantuvo en órbita hasta mayo de este año. Además, dirige un proyecto para estudiar el agua en el sistema solar y otro para examinar los objetos transneptunianos, que se encuentran más allá de la órbita de Neptuno.

“Los científicos del sur debemos fijar agenda propia”

José Esparza. Doctor en Virología y Biología Celular. Asesor principal en la investigación de vacunas contra el VIH en la Fundación Gates y profesor de la Universidad de Maryland (Seattle, EE UU)

En 1986 la Organización Mundial de la Salud reclutó a José Esparza para participar en un programa de 2 años para investigar virus epidémicos como la fiebre amarilla, el dengue y las enfermedades hemorrágicas. “Por aquella época, la OMS abrió una iniciativa para arrancar el estudio del Virus de Inmunodeficiencia Humana, algo muy novedoso porque había sido descubierto pocos años antes. Me sumé al equipo que encaró aquel gran reto y hasta hoy sigo apasionado con el tema”, relata vía telefónica desde su oficina en la Fundación de Bill y Melinda Gates en Seattle.
Graduado en la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia en 1968, Esparza hizo su doctorado en Virología y Biología Celular en el Baylor College de Medicina en 1974.

Fue jefe del Laboratorio de Biología de Virus, presidente del Centro de Microbiología y Biología Celular, y profesor de Virología en el IVIC. A lo largo de los 30 años que ha trabajado para la OMS, ha sido jefe de la Unidad de Investigación Biomédica del Programa Global contra el Sida (1986-1995) y coordinador de la Iniciativa de Vacunas contra el VIH de la OMS y Onusida (1996), en el Programa de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA.

“Nuestro laboratorio son los países en vías de desarrollo”, afirma al explicar su labor en la OMS y en la Fundación Gates, donde trabaja desde 2004. “Los científicos de los países del sur que logramos trabajar en el norte tenemos la posibilidad de influenciar en sus políticas y diseñar líneas de investigación que respondan a nuestras necesidades. Nuestro deber es fijar agenda propia”.

Esparza fue ponente recientemente en una conferencia en la Universidad del Zulia y se marchó satisfecho de ver que en Venezuela “se hace ciencia de calidad con recursos modestos”. “La primera generación de científicos que nos fuimos estamos dispuestos a participar en cualquier iniciativa que nos permita transmitir nuestros conocimientos a los profesionales que están en Venezuela”.

“La educación ayuda a mitigar la polarización y la violencia”

Fernando Reimers. Psicólogo. Profesor de Educación Internacional en la Fundación Ford y Director de Educación Global y de la Política de Educación Internacional de la Universidad de Harvard (Boston, EE UU)

Fernando Reimers se graduó de psicólogo en la Universidad Central de Venezuela por secretaría en enero de 1982. No pudo asistir al acto en el Aula Magna porque la Escuela de Psicología le pidió que recibiera su título antes que el resto de sus compañeros para incorporarlo de inmediato como docente de la cátedra de Psicología Experimental.

Desde entonces, se ha hecho una y otra vez la misma pregunta: “¿Cuáles son las condiciones que permiten a los jóvenes ser autores de su propio destino?”.

Recién graduado comenzó a hacer experimentos para promover la creatividad entre los niños que asistían a un preescolar cercano a la UCV, pero la universidad no le daba respaldo económico para cubrir los gastos de la iniciativa.

Pensó que debía dedicarse a mejorar la educación que recibían los alumnos de escuelas ubicadas en zonas pobres, y emprendió un recorrido por departamentos de varias instituciones de educación superior para pedir una plaza que le permitiera investigar, pero fue en vano.

“En septiembre de 1983 decidí irme a estudiar a Estados Unidos y una vez que terminé el doctorado, la Universidad de Harvard me ofreció un puesto y lo acepté”, cuenta vía telefónica desde el campus donde ha trabajado durante 25 años.

Ha sido asesor del Banco Interamericano de Desarrollo y ha participado en iniciativas educativas aplicadas en Brasil, Chile, Colombia, Perú, Pakistán, entre otros. De todas esas experiencias, rescata una lección especial de El Salvador: “La educación ayuda a mitigar la polarización y la violencia”.

En septiembre de 1993, Reimers comandó un estudio para diagnosticar las necesidades educativas que tendría el país centroamericano después de 12 años de conflicto armado.

“Aunque los dirigentes del Gobierno y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional se recriminaban las muertes de miles de personas de un bando y otro, pensar en el futuro de los niños y jóvenes que quedaron vivos les permitió identificar cuáles eran las áreas prioritarias que debían atender para que volvieran a la escuela con normalidad”.

Reimers celebra aún que aquel experimento haya sido la base sobre la que se pactó una reforma educativa años después. “Si el Estado venezolano educa para la diversidad, la convivencia es posible a pesar de las diferencias”.

“La ciencia depende de empleos fijos con salarios dignos”

Erika Castro. Doctora en Medicina Tropical. Jefe de la consulta especializada en Medicina Somática de la Adicción en el Hospital Universitario del Cantón de Vaud (Lausana, Suiza)

Cuando Erika Castro fue delegada estudiantil al Consejo de la Facultad de Medicina de la UCV conoció al renombrado investigador Jacinto Convit. En ese momento entendió que si quería dedicarse a la Medicina Tropical, debía hacer el año rural en la medicatura de Araira (estado Miranda) para tener acceso directo al maestro cada día.

Se graduó de médico en 1989 y gracias a una beca de Fundayacucho y otra del Instituto Oswaldo Cruz de Río de Janeiro, estudió las variantes genéticas del VIH en una muestra de 72 pacientes. “La intención era traer a Venezuela la tecnología que permite determinar la cepa viral y establecer a qué tratamientos es resistente el virus, cuál es el estado de la epidemia e identificar si el paciente se ha reinfectado”.

Entre 2001 y 2004 el Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación le dio financiamiento para que Castro dirigiera el proyecto en el Instituto de Inmunología Clínica de la UCV para adquirir reactivos y contratar personal de laboratorio, al tiempo que su salario fue subsidiado por la Fundación Polar. Después de tres años de investigación, la universidad no tuvo presupuesto para ofrecerle un cargo fijo.

“Todo el trabajo pionero que hicimos en biología molecular aplicado al VIH se perdió porque no hubo recursos para implantar aquella experticia”.

En 2004 un investigador que conoció en Brasil le ofreció un contrato como investigadora a tiempo completo en el Hospital Universitario del Cantón de Vaud, donde trata pacientes que usan drogas y son portadores de VIH o Hepatitis C.

“Finalmente en Suiza encontré el destino que tanto busque en la UCV”, afirma en conversación telefónica desde el país europeo.

Castro asegura que la incertidumbre frente a la sostenibilidad de los proyectos es la principal dificultad que afrontan los investigadores venezolanos.

“La ciencia depende de empleos fijos con salarios dignos que garanticen que un científico puede vivir de la investigación y construir redes de contactos con otros colegas”.

“Nadie quiere ser atracado al salir de un laboratorio”

Alejandro Sánchez. Biólogo molecular. Investigador del Instituto Médico Howard Hughes y del Instituto Stowers para Investigación Médica (Kansas, EE UU)

Alejandro Sánchez decidió estudiar Biología Molecular en 1981, cuando tenía 17 años de edad. Dedicado a investigar las células madres y la regeneración de tejidos en Estados Unidos desde hace casi 3 décadas, asegura que su maestro de Biología del colegio fue quien despertó su interés por los genes.

“El profesor Maldonado nos retaba con ideas. Nos preguntaba cuál sería el número mínimo de palabras que necesitaría un idioma nuevo y luego explicaba que el ADN solo tenía 4 letras. Así nos recontó la historia de la Biología Molecular. Por eso estoy convencido de que la pasión por la ciencia se siembra en la escuela”.

Al culminar sus estudios de Biología Molecular y Química en la Universidad de Vanderbilt (Tennesse) en 1986, Sánchez regresó a Venezuela e hizo una peregrinación por centros de investigación para conseguir una plaza. Asegura que fue entonces cuando comprendió que la crisis económica era el principal enemigo de la ciencia.
“Si los científicos tenemos que justificar todo el tiempo nuestra existencia ante los políticos o las autoridades administrativas, no queda tiempo para investigar”, dijo en conversación telefónica desde Kansas.

Hoy lamenta que la inseguridad encabece la lista de obstáculos que debe sortear un académico venezolano para producir conocimiento. “Nadie quiere ser atracado al salir de un laboratorio a las 10:00 de la noche después de trabajar 12 horas en un experimento”.

Sánchez volvió a Estados Unidos para hacer el doctorado en 1988. Cinco años después arrancó un posdoctorado en células madres, a pesar de que muchos colegas le insistieron en que era una pérdida de tiempo.

Hoy cuenta a los Premio Nobel Mario Capecci (genetista molecular) y Andrew Fire (biólogo) entre los amigos con los que discute sus experimentos. “La forma de ver el mundo que tenemos los científicos está determinada por la naturaleza y la gente que nos rodeó en nuestra juventud. Por eso hay que hacer posible la colaboración entre los que nos fuimos y los que se quedaron en Venezuela”.
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