lunes, 21 de septiembre de 2015

Indigencia universitaria

Luis Fuenmayor Toro
La Razón, 13/09/2015

Oír defender la miserable tabla salarial aprobada por el Gobierno para los universitarios, a quien en el pasado fuera un defensor de los intereses de los trabajadores, es verdaderamente lastimoso y lamentable. Da vergüenza ajena. Que otros, delincuentes comunes disfrazados de sindicalistas, lo hagan, se entiende. Los sueldos aprobados dejan a muchos trabajadores, incluyendo profesores, empleados y obreros, con ingresos que no les permiten adquirir la canasta alimentaria básica o normativa, es decir que caen en la categoría de pobres extremos o indigentes de acuerdo a los criterios de la CEPAL. Sí. No exagero. Sólo hay que ver la tabla para darse cuenta que a muchos no les alcanzará el sueldo que les fue aprobado, para adquirir los alimentos necesarios para sobrevivir. Dicho crudamente, los docentes universitarios a dedicación exclusiva de los escalafones inferiores son hoy, producto de la despiadada acción gubernamental, unos indigentes como cualquier “recogelatas” que nos encontremos en las calles venezolanas.

Pero la lamentable situación de empobrecimiento no se queda sólo en estos sectores, pues resulta que ningún trabajador universitario podrá adquirir la canasta básica familiar o canasta básica de bienes y servicios, la cual para julio pasado estaba en 54 mil 204 bolívares y hoy debe estar ya pisando los sesenta mil bolívares. Esta triste situación significa que todos los trabajadores estarían en la condición de pobres y una parte importante de ellos como pobres extremos. El Gobierno de Maduro logró lo que otros gobiernos no pudieron: transformar en pobres e indigentes a los trabajadores universitarios, entre ellos a todos los profesores. Con una situación tan lamentable: ¿Cómo puede haber un dirigente sindical o gremial que defienda estas propuestas salariales para sus afiliados y que llegue a decir que se trata de incrementos sustanciales? O se trata alguien que perdió totalmente la cordura o es un traidor a su clase y a su gremio, que defiende nada más los intereses gubernamentales por razones ideológicas, crematísticas o de poder.

Aprender del alumno

Ofelia Avella
El Universal, 21/09/2015

El primer día de clases llamó mi atención el comentario de un alumno. Mientras hablábamos de la crisis, de lo que toda sociedad puede aprender de los momentos oscuros de su caminar por el tiempo y de cómo hay que aprender a estudiar en medio de la incertidumbre, un muchacho dijo que uno de los efectos positivos de esta situación era que la perspectiva de qué estudiar y para qué hacerlo también había cambiado en muchos de ellos. "Ya uno no estudia sólo por el desarrollo personal. Uno se plantea cómo generar trabajo, cómo implicar a otros en la dinámica laboral, cómo ayudar a quienes no han tenido la oportunidad de estudiar".

En medio de actitudes egoístas e individualistas, de quienes piensan quizás de modo exclusivo en su bienestar propio, este muchacho planteó la inquietud que mueve a muchos jóvenes de estudiar pensando en "la sociedad", en cómo llegar a otros. Contrastó además esta perspectiva con esa que tenía él mismo de pequeño, cuando se planteó por primera vez qué estudiar. Sin duda esta apertura al otro, esta sensibilidad por los problemas del prójimo, por las carencias de un país al cual quieren, es un efecto de la crisis. Positivo, por cierto.