sábado, 8 de septiembre de 2012

Reforma universitaria

Rafael Rangel Aldao
El Universal, 08/09/12
 
Rescatar el desarrollo será tarea fundamental del nuevo gobierno. Para ello requerimos de una educación superior jamás vista, pues las reformas obvias se agotarán rápidamente, en meses, y será necesaria una visión estratégica adecuada al siglo XXI.

Las medidas urgentes sólo permitirán recobrar la "línea de base". Restaurar el presupuesto, reinsertar la investigación, reducir la burocracia, eliminar la homologación y la jubilación precoz, equipar laboratorios, y adecuar las edificaciones, sólo nos llevará a "como era antes".

La educación superior es sin duda la palanca clave del desarrollo humano, la movilidad social, empleos bien remunerados, ciencia y tecnología, en fin, la que impulsa la productividad a través de la innovación.

En esa nueva realidad, América Latina atraviesa su mejor momento con Chile, Brasil, México, Colombia y Perú, como economías emergentes que atraen inversiones, abren nuevos mercados, y disminuyen la inequidad social característica de la región. Venezuela tendrá que retomar su lugar histórico y dar un salto adicional.

Ese brinco demanda una nueva universidad como potenciadora del resto de la educación y como vía de acceso a inéditas profesiones. El reto consiste en acercar la educación superior a esa nueva realidad, a reforzar la enseñanza de la ciencia y humanidades en primaria y secundaria, ayudar a rescatar la ética, y adaptar el diseño curricular y la investigación al mundo interdependiente que vivimos ahora. La tarea en educación es tan grande como la refundación de país.

Esa lucha la tiene también Estados Unidos y Europa, si bien por razones diferentes, como un sistema económico inadecuado y la competencia de potencias emergentes.

Es por ello que se renueva la educación superior, y países como Finlandia juntan universidades entre sí, y con negocios e industrias para innovar. Nosotros tendremos que hallar nuestras propias soluciones ante un atraso centenario.

martes, 4 de septiembre de 2012

La burbuja universitaria

José Ginés Mora
El País, 22/08/12

A esta altura de la larga película parecen bastante claras las causas específicas de la crisis en España: unos líderes políticos regionales y locales aliados con especuladores varios, especialmente inmobiliarios, han hundido unas cajas de ahorro que hasta hace unos pocos años eran un modelo de banca social. Mientras tanto, los que tenían que vigilar incumplieron su deber básico de evitar el desorden generalizado o fueron demasiado cobardes para frenar la alegría generalizada en la que demasiados ciudadanos de a pie participaron sin pensar bien en dónde se metían. 

No afirmaré que el comportamiento de la universidad española en estos últimos años haya sido el mismo que el de las cajas de ahorro, pero lamentablemente ha tenido rasgos en común. 

La universidad española hace años que inició un proceso de crecimiento y mejora realmente notable (en buena medida como el resto del país). Sin embargo, hace tiempo que empezaron a aparecer algunos problemas estructurales que nos hacían a muchos prever que avanzábamos por caminos peligrosos: sistemas de financiación injustos y poco estimuladores de la eficiencia; carencia de un sistema de ayudas a los estudiantes realmente eficaz; falta de una verdadera carrera profesional a la vez flexible, incentivadora del mérito y eliminadora de vagos; y por encima de todo el grave problema de la gobernanza de las universidades que han estado dirigidas (en esto sí se parecen mucho a las cajas) con criterios políticos (cuando no politiqueros), localistas (cuando no meramente palurdos) y casi siempre por personas con escasa capacidad gestora, de escaso liderazgo y sin visión de futuro. 

En este entorno, no muy diferente del dominante en el resto del país, las universidades se dedicaron a construir edificios maravillosos, campus por doquier que son la envidia de todos los visitantes extranjeros (que tuercen el gesto cuando se aperciben que esos edificios, que ellos no tienen, se han construido en buena parte con fondos europeos). Los profesores universitarios, estimulados por el sistema, se han dedicado a publicar masivamente artículos académicos de dudosa utilidad (el noveno país del mundo en número de publicaciones, pero el 13 en PIB muestra un cierto desajuste); y, para completar los desatinos, en estos últimos años los dirigentes universitarios (a la par, ministeriales e institucionales) se han dedicado como posesos a desarrollar los llamados Campus de Excelencia Internacional, generando más deuda pública y otorgándose a sí mismos la categoría de "excelencia internacional". Parece obvio que la excelencia internacional solo podría otorgarse desde fuera, pero esto no parece importar a unos dirigentes que, para no desentonar del resto de los líderes patrios, en su mayoría no son capaces de desenvolverse en otras lenguas. 

Mientras tanto, las autoridades públicas, en buena medida pertenecientes a la misma casta de los dirigentes universitarios, muy especialmente en los últimos años, no solo no han hecho nada por corregir los problemas sino que los han estimulado. 

Se han dedicado a todo lo vistoso: una "burbuja universitaria" de edificios brillantes, publicaciones superfluas y excelencias falaces, pero se han olvidado de lo más importante: el aprendizaje de los estudiantes. La universidad española ha perdido la oportunidad de aprovechar las reformas para cambiar un modelo obsoleto de enseñanza, que mata la innovación y la creatividad, que produce graduados que tienen como mayor aspiración hacer oposiciones y que aburre hasta la saciedad a nuestros jóvenes que acaban convirtiendo el botellón es su gran experiencia universitaria. Un nuevo modelo educativo era el objetivo del proceso de Bolonia, pero entre unos y otros se ha echado a perder... igual que las cajas de ahorro. Espero que los jóvenes graduados que se están marchando de este país, y los que se quedan pero con poco futuro, algún día les pidan cuentas a los responsables de las universidades (y no solo de las universidades) por el daño que les han hecho. 

José Ginés Mora es profesor de la Universidad de Londres y de la Politécnica de Valencia.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Discuten los rankings universitarios

Nora Bär
La Nación, Argentina, 03/09/12

Dentro de algunas semanas se darán a conocer los resultados del Times World University Rankings, uno de los que a lo largo del año ordenan por mérito las universidades del planeta. Es un clásico que las del mundo anglosajón ocupen los primeros puestos. Y también que las argentinas no "clasifiquen" o se encuentren en los lugares con menos glamour de la tabla. Y lo mismo sucede con otras casas de estudios de la región. 

Por supuesto, semejantes resultados inspiran críticas, y hasta hay iniciativas regionales para analizar la validez de estos instrumentos y promover el desarrollo de alternativas. El 17 y el 18 de mayo, el tema ("Las universidades latinoamericanas frente a los rankings") se discutió en la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) . 

"En diez años, los rankings se hacen famosos, crean muchos perdedores y unos pocos ganadores", concluyen en un documento que sintetiza las sesiones del foro Marisa De Giusti y José Daniel Texier. 

Dado el deslumbramiento que desde la antigüedad nos produce ocupar un lugar en un podio, no sorprende que el influjo de estas mediciones haya desbordado el ámbito deportivo para ingresar en otros como el arte o la educación universitaria: desde 2003 se dan a conocer periódicamente una variedad de estas clasificaciones que comparan cientos o miles de instituciones de educación superior de todo el planeta. Los elaboran compañías privadas, medios de comunicación, universidades y organizaciones no gubernamentales. 

"Cuando la institución sale bien en la foto, se aplaude -comenta Sandra Miguel, investigadora de la Universidad Nacional de La Plata que participó de la reunión y es miembro del grupo SCImago, entre cuyos integrantes están las universidades de Granada, de Extemadura, Carlos III de Madrid y de Alcalá de Henares-. Si no, aparecen las críticas." 

El problema es que "medir" la calidad de las universidades no es tan sencillo como constatar la superioridad de Usain Bolt. En un caso basta con tener un cronómetro; en el otro, habrá que decidir qué parámetros se toman en cuenta y cuál es la importancia relativa que se otorga a cada uno. Estas decisiones no sólo involucran datos objetivos, como la cantidad de publicaciones científicas o la infraestructura, sino también criterios culturales, políticos, sociológicos y hasta filosóficos. 

"Algunos son poco sólidos porque se basan en las encuestas de las propias universidades que evalúan -agrega el informe de la Unam-. Si cubren áreas amplias, como investigación, encuestas, recursos, etcétera, las cargas que se ponen a cada parte resultan arbitrarias." 

En definitiva, ¿qué significan los rankings universitarios? 

Para Mario Albornoz, investigador del Conicet y coordinador de la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (Ricyt), hasta los que se basan en medidas objetivas dicen poco si no se sabe cómo están construidos y se los analiza en relación con un contexto. 

Lucas Luchilo, investigador del programa de educación superior del Centro Redes, coincide. Aunque son atractivos, explica, tienen múltiples cuestionamientos metodológicos. Uno de los principales es que las universidades son muy heterogéneas, no sólo entre sí, sino también dentro de la misma institución. También se les objeta que están hechos para las instituciones de investigación del Primer Mundo. "De las 4000 que hay en los Estados Unidos, no deben ser más de 200 las que cumplen con esos parámetros -aclara Luchilo-. Es difícil pensar que haya alguna de las argentinas que se ajuste a ese molde. Entre otras cosas, porque buena parte de sus plantas docentes son de dedicación simple. Tienen profesores que no investigan, ni se espera que lo hagan. Es más, hay ciertos casos en los que la formación profesional avanzada puede ser mejor auxiliada por docentes de dedicación parcial o por personas que estén insertas en el medio profesional." 

Albornoz y Luchilo concuerdan en que no tienen una posición contraria a estos instrumentos, pero que se oponen a los "mensajes implícitos". "El ranking parece científico porque es aritmético, pero incluye valores escondidos -dice Albornoz-. Los que trabajamos en indicadores, lo hacemos para comparar. El problema se presenta cuando se mezclan dimensiones. ¿Qué valor relativo se le da a cada una? ¿Por qué esto vale el 40% y lo otro, 35%? Si se construye el ranking con la idea de que determinadas universidades son el modelo que hay que seguir, elige las características que permiten definir a éstas y a partir de eso juzga a todas las otras." 

"Los rankings son positivos, porque es mejor tener algo de información que nada -subraya Miguel-. Pero hay que hacer lecturas independientes de cada indicador para hacer la comparación."