martes, 21 de septiembre de 2010

Gobierno y universidad autónoma

Eleazar Narváez
Artículo publicado en El Nacional, 21/09/10

También en las relaciones con las universidades, sobre todo con las autónomas, el Gobierno insiste en una práctica bastante cuestionada que ha producido grandes estragos en la vida del país. Ese modo de proceder consiste en declarar como enemigos y tratar implacablemente como tales a quienes sólo disienten de las ideas y acciones del régimen. Personas e instituciones que no comulgan con éste, o con más precisión, con el Presidente y su proyecto político, son colocadas en el disparadero y condenadas a sufrir de todas las maneras inimaginables las más inclementes retaliaciones.

Ese brutal ejercicio del poder, potenciado con el secuestro del Estado por parte del Gobierno y del Presidente, desgraciadamente no ha estado dirigido en lo fundamental a gobernar de verdad, en tanto que su atención prioritaria no se ha centrado en realidad en el propósito de lograr un mayor bienestar para toda la población mediante el desarrollo de políticas públicas de interés general. Más bien, el mismo se ha enfocado en la obstinada tarea de golpear insistentemente para ablandar, intimidar y humillar de distintas maneras a todos aquellos que no han sido considerados merecedores de la gracia presidencial.

Si en definitiva lo que más le interesa en el fondo al Gobierno es mantener y fortalecer su poder a como dé lugar, con un ejercicio perverso de éste y sin mayores preocupaciones por la gobernabilidad democrática del país, es de suponerse que nuestras instituciones que se precian de llevar con dignidad el nombre de universidad son más que una piedrita en el zapato para el régimen. Sin exagerar, puede decirse que, como centros de cultivo y difusión del saber, como espacios plurales consustanciados con el diálogo, la tolerancia y el respeto, y como baluartes en la lucha por la democracia y la libertad, esas instituciones, así concebidas, son consideradas por el Gobierno como un peligroso enemigo al que urgentemente hay doblegar y transformar para subordinarlo al desiderátum de ese adefesio llamado socialismo del siglo XXI.

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