Nora Bär
La Nación, Argentina, 03/09/12
Dentro de algunas semanas se darán a conocer los resultados del Times World University Rankings, uno de los que a lo largo del año ordenan por mérito las universidades del planeta. Es un clásico que las del mundo anglosajón ocupen los primeros puestos. Y también que las argentinas no "clasifiquen" o se encuentren en los lugares con menos glamour de la tabla. Y lo mismo sucede con otras casas de estudios de la región.
Por supuesto, semejantes resultados inspiran críticas, y hasta hay iniciativas regionales para analizar la validez de estos instrumentos y promover el desarrollo de alternativas. El 17 y el 18 de mayo, el tema ("Las universidades latinoamericanas frente a los rankings") se discutió en la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) .
"En diez años, los rankings se hacen famosos, crean muchos perdedores y unos pocos ganadores", concluyen en un documento que sintetiza las sesiones del foro Marisa De Giusti y José Daniel Texier.
Dado el deslumbramiento que desde la antigüedad nos produce ocupar un lugar en un podio, no sorprende que el influjo de estas mediciones haya desbordado el ámbito deportivo para ingresar en otros como el arte o la educación universitaria: desde 2003 se dan a conocer periódicamente una variedad de estas clasificaciones que comparan cientos o miles de instituciones de educación superior de todo el planeta. Los elaboran compañías privadas, medios de comunicación, universidades y organizaciones no gubernamentales.
"Cuando la institución sale bien en la foto, se aplaude -comenta Sandra Miguel, investigadora de la Universidad Nacional de La Plata que participó de la reunión y es miembro del grupo SCImago, entre cuyos integrantes están las universidades de Granada, de Extemadura, Carlos III de Madrid y de Alcalá de Henares-. Si no, aparecen las críticas."
El problema es que "medir" la calidad de las universidades no es tan sencillo como constatar la superioridad de Usain Bolt. En un caso basta con tener un cronómetro; en el otro, habrá que decidir qué parámetros se toman en cuenta y cuál es la importancia relativa que se otorga a cada uno. Estas decisiones no sólo involucran datos objetivos, como la cantidad de publicaciones científicas o la infraestructura, sino también criterios culturales, políticos, sociológicos y hasta filosóficos.
"Algunos son poco sólidos porque se basan en las encuestas de las propias universidades que evalúan -agrega el informe de la Unam-. Si cubren áreas amplias, como investigación, encuestas, recursos, etcétera, las cargas que se ponen a cada parte resultan arbitrarias."
En definitiva, ¿qué significan los rankings universitarios?
Para Mario Albornoz, investigador del Conicet y coordinador de la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (Ricyt), hasta los que se basan en medidas objetivas dicen poco si no se sabe cómo están construidos y se los analiza en relación con un contexto.
Lucas Luchilo, investigador del programa de educación superior del Centro Redes, coincide. Aunque son atractivos, explica, tienen múltiples cuestionamientos metodológicos. Uno de los principales es que las universidades son muy heterogéneas, no sólo entre sí, sino también dentro de la misma institución. También se les objeta que están hechos para las instituciones de investigación del Primer Mundo. "De las 4000 que hay en los Estados Unidos, no deben ser más de 200 las que cumplen con esos parámetros -aclara Luchilo-. Es difícil pensar que haya alguna de las argentinas que se ajuste a ese molde. Entre otras cosas, porque buena parte de sus plantas docentes son de dedicación simple. Tienen profesores que no investigan, ni se espera que lo hagan. Es más, hay ciertos casos en los que la formación profesional avanzada puede ser mejor auxiliada por docentes de dedicación parcial o por personas que estén insertas en el medio profesional."
Albornoz y Luchilo concuerdan en que no tienen una posición contraria a estos instrumentos, pero que se oponen a los "mensajes implícitos". "El ranking parece científico porque es aritmético, pero incluye valores escondidos -dice Albornoz-. Los que trabajamos en indicadores, lo hacemos para comparar. El problema se presenta cuando se mezclan dimensiones. ¿Qué valor relativo se le da a cada una? ¿Por qué esto vale el 40% y lo otro, 35%? Si se construye el ranking con la idea de que determinadas universidades son el modelo que hay que seguir, elige las características que permiten definir a éstas y a partir de eso juzga a todas las otras."
"Los rankings son positivos, porque es mejor tener algo de información que nada -subraya Miguel-. Pero hay que hacer lecturas independientes de cada indicador para hacer la comparación."
No hay comentarios:
Publicar un comentario