miércoles, 3 de febrero de 2016

Universidades: ¿condenadas por la crisis?


Antonio José Monagas
El Universal,03/02/2016

Aludir al término "crisis", no es nada fácil. Mucho menos, al concepto que lo engloba. Básicamente, por lo que encubre o exalta su comprensión. Más aún, si la alusión toca a las universidades. Justamente, por lo que las mismas representan en virtud de los procesos que caracterizan sus dinámicas. Procesos éstos no sólo referentes a producir, organizar, desarrollar y fomentar el conocimiento. Igualmente, a compenetrarse con los problemas que encara la sociedad tanto como las instituciones en función de cooperar a un afianzamiento posible y plausible de las realidades en las que las universidades enmarcan sus compromisos y objetivos.

Cuando se habla de crisis, pudiera incurrirse en generalidades sin acusar mayor trascendencia de lo que significan sus implicaciones. Ello pudiera devenir en desviaciones o exageraciones que en nada o poco contribuirían a trazar algunas líneas de investigación dirigidas, precisamente, a destacar carencias, deficiencias o insuficiencias que han podido acumularse con el tiempo en perjuicio de la movilidad y propósitos académicos. De ahí que de cara a estos fines, resulta fundamental fijar algunas coordenadas que permitan identificar las coordenadas en el plano donde ha de contextualizarse la presente discusión.

Indudablemente que la acepción de "crisis", tiene múltiples respuestas. Desde aquellas que las señalan como una conjugación de ruidos y dificultades, hasta las que la explican como momentos sublimes capaces de asomar inusitadas oportunidades para superar equívocos o desviaciones que habrían provocado su aparición o exacerbación. No obstante, las crisis que adolecen las universidades, en tanto complejas instituciones profundamente políticas y groseramente politizadas, son bastante peculiares.

Indistintamente de lo que determina su comportamiento, sus causas obedecen a diversas tipologías. Entre ellas, destacan de carácter social, cultural, administrativo, económico y organizacional. Además, razones que denotan desatinos a nivel de los valores que motivan su desempeño, tanto como de la filosofía que siguen los procesos educacionales, la deontología institucional y la ontología en sus formas de integrarse al entorno. Pero como sucede casi siempre, la inmediatez engulle toda posibilidad de acuciar determinantes lo que genera solapamientos que llevan a ocultar o desplazar razones que animan la creación o acumulación de problemas. En medio de tales debilidades, las universidades corren el riesgo de consumirse a sí mismas mediante desarticuladas transformaciones que pudieran reducirlas no sólo en su base conceptual. Peor aún, en su base operacional lo cual sería fatal desde todo punto de vista pues ellas representan el acervo de posibilidades que garantizaría un futuro consolidado y promisorio de bienestar y desarrollo. Entonces, ante esto es profundamente pertinente, en términos de las realidades actuales, seguir hablando de Universidades: ¿condenadas por la crisis?

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