viernes, 9 de abril de 2021

300 años después

 Amelia Landaeta
Profesora UCV 
08/04/2021


El arribo del año tricentenario de la UCV trajo consigo la necesidad del alma de homenajearla de alguna forma; recordé, entonces, que hace un quinquenio esbocé en carboncillo y apenas inicié la pintura de un cuadro al que las prioridades o la musa arrumaron por ahí: una joven graduanda, exultante, lanzando su birrete al cielo, límite de sus sueños, en una soleada mañana que hace más espectacular a la plaza del Rectorado. Retomé la pintura del cuadro y cuando el pincel, embebido en amarillo, dejó sobre el círculo oscuro las horas y las agujas y el reloj estuvo terminado, me conmoví hasta las lágrimas al mirarlo. Entonces no supe por qué . Hoy lo sé. Las tres escaleras torcidas en cuyos extremos tres relojes regalan la hora a cualquier punto del horizonte están dando una hora muy triste. Necesario es que vuelvan a medir tiempos de libertad, de justicia, de amor, de curiosidad bien dirigida, de intelecto libre, de trabajo productivo, de discusión sincera, de alegría de juventud y de sapiencia de viejo. 300 años pueden ser, como dijo Bolívar, menos que un punto ante la presencia del infinito, pero son muchos jóvenes como esa que intenté plasmar en ese lienzo y que no podemos permitir que dejen de ser. La UCV ha de seguir buscando la verdad, la trascendencia humana , venciendo la sombra porque solo sabe vivir en la luz. A nosotros, ucevistas, nos corresponde luchar para que las horas que marque ese reloj no sean de entrega, de sumisión bastarda.

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