viernes, 14 de mayo de 2010

Ministro para la deseducación universitaria

Eleazar Narváez

Ex Vicerrector Académico de la UCV


Sin duda alguna, el perfil de Edgardo Ramírez, a quien no me atrevo a llamar profesor y menos universitario, responde plenamente al propósito presidencial de implantar en el país la llamada Universidad Socialista del Siglo XXI, es decir, la no Universidad, la que deviene en simple agencia gubernamental donde se enseñorea el pensamiento único. Pudiera decirse que al fin el presidente Chávez consiguió a la persona que mejor interpreta sus deseos, con los rasgos que armonizan a plenitud con su modo de actuar y pensar, que comparte su estilo bravucón, con una manera de hablar agresiva y preñada de lugares comunes, y además enloquecido por la obsesión de ver en todas partes la expresión de una encarnizada lucha de clases y el enfrentamiento a muerte entre el capitalismo y el socialismo, sobre todo en aquellos espacios de la sociedad venezolana en los cuales el autoritarismo gubernamental ha pretendido doblegar y humillar a quienes han tenido el coraje de disentir o enfrentar las nefastas y fracasadas políticas del régimen.

Ese es el emergente que ha traído el Presidente para que se encargue de un ministerio que muy bien pudiéramos llamar el Ministerio Para la Deseducación Universitaria (podría decirse también, para domesticar la universidad autónoma, si usamos la palabra deseducar como la emplea uno de los intelectuales favoritos del presidente Chávez: Noam Chomsky).


Un ministro que en modo alguno ha venido para dialogar con la comunidad universitaria en las muy difíciles circunstancias que vive la educación superior del país, para hablar de modo civilizado y con propiedad de los graves problemas presupuestarios que aquejan a nuestras casas de estudio, de la seria descapitalización del personal académico que afecta a éstas, del deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de los docentes y de los demás trabajadores universitarios, del desmejoramiento de las instalaciones y servicios diversos de la institución por la falta de apoyo financiero. No ha sido de su interés hablar con espíritu universitario, con argumentos serios y bien fundamentados, abierto a la pluralidad y a tono con los planteamientos que se hacen de modo consensuado en distintos foros mundiales acerca de la educación superior, sobre los retos que tenemos en materia de calidad en los estudios de pregrado y postgrado, en la investigación, en la difusión y comunicación de los saberes, en la rendición de cuentas multidimensional ante la sociedad, entre otros asuntos.

Al contrario, lo que hemos visto en diferentes escenarios ha sido un ministro de talante arrebatador que usa el poder para agredir y descalificar a las autoridades universitarias no afectas al gobierno; que en lugar de apelar a la razón y al diálogo para contribuir a resolver los problemas institucionales, recurre al autoritarismo y a la arbitrariedad para acosar e intervenir a ciertas universidades.

Ese Ministro para la Deseducación Universitaria es el que se vio ayer jueves 13 de mayo en la reunión del CNU, donde, para desagrado incluso de varios miembros de ese organismo identificados con el gobierno, irrespetó a la Rectora de la Universidad Central de Venezuela y aprovechó para agredir vilmente a esta institución.

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