Eleazar Narváez
Tal Cual, 15/08/12
Tal Cual, 15/08/12
Muchos, variados y complejos son los problemas y desafíos que el país está llamado a enfrentar a partir del año 2013. Eso es en esencia lo que justifica el llamado a la unidad nacional, la cual, sin exclusiones, nos convoca y obliga a todos. La necesidad de ese espíritu unitario trasciende el momento electoral, así como los intereses particulares de un líder o de una determinada organización política. Más bien habla del compromiso de diversos actores que, fundamentados en sus convicciones democráticas, sin perder su autonomía en el sumidero de la forzada incondicionalidad o de la lealtad irreflexiva a una u otra figura política, sienten la urgencia de aunar sus esfuerzos para construirle un futuro mejor a Venezuela.
Esa unidad, de puertas abiertas a todos los venezolanos, significaría para los universitarios una inmensa oportunidad para que el conocimiento y el saber sean valorados debidamente en la atención de las ingentes necesidades de la nación. Para que sus capacidades y experiencias en diversas disciplinas y áreas del conocimiento puedan ser aprovechadas plenamente con un vigoroso impulso al desarrollo nacional, sin las perversas discriminaciones que hoy observamos, sin que se les exija una u otra filiación partidista o identificación con algún proyecto político e ideológico, sin que se les obligue a bajar o silenciar su voz crítica.
Asimismo, representaría para todas nuestras universidades las posibilidades reales de compromisos compartidos entre sí y en alianzas estratégicas con otros actores de la sociedad, entre ellos, con las demás instituciones del Estado, para adelantar proyectos y actividades de interés nacional. ¿Acaso, por ejemplo, no sería posible y necesaria la participación institucional de las universidades en la formulación, gestión y evaluación de las políticas públicas? De igual modo, ¿al país no le convendrían políticas de alianza del sector gubernamental con las instituciones universitarias para desarrollar algunos proyectos de éstas?
Por supuesto, ese protagonismo universitario tendría mucho con ver con las condiciones a partir de las cuales se forje la unidad nacional. Cabe esperar que uno de los elementos de las mismas sea el diálogo fecundo y el mutuo respeto entre las universidades y los voceros del Gobierno y el Estado. Otro, el reconocimiento de los graves problemas que hoy padecen esas instituciones educativas, así como las acciones conjuntas para resolverlos. Tanto la crónica insuficiencia presupuestaria como la violencia sistemática que las afectan, son asuntos que, entre otros, tendrían que ser abordados con urgencia. Y de manera especial, el respeto a la autonomía universitaria, a su preservación y fortalecimiento, con acciones concertadas que permitan su ejercicio sin traumas.
Concebida así, lo más probable es que esa integración de voluntades beneficie a nuestras casas de estudio y al país en general, sobre todo, entre otras aspiraciones, en cuanto al cometido fundamental de lograr de manera efectiva una educación de calidad para todos en la sociedad venezolana.
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