jueves, 13 de marzo de 2014

¿Para qué transformar la universidad?

Alex Fergusson
El Nacional, 13/03/2014

Los abundantes diagnósticos de la crisis universitaria en el mundo, así como las propuestas y contrapropuestas (el caso de los Acuerdos de Bolonia, por ejemplo) dan cuenta de múltiples dimensiones en las que se constata la inviabilidad de un modelo educativo que ya no se corresponde más con las expectativas de los nuevos actores que emergen en la escena, con las nuevas condiciones de la “sociedad de la información”, con las nuevas exigencias de una mundialización que opera como proceso expansivo y arrollador con relación a las prácticas y discursos tradicionales. Todo ello devela un ámbito que suele permanecer en la opacidad: los sistemas de representación cognitivos, los mapas epistémicos que sirven de comandos para la reflexión, los paradigmas que funcionan como presupuestos en el campo de la producción de conocimientos, en los análisis e interpretaciones de todo género. 

La discusión sobre la temática universitaria arrastra estas implicaciones de modo generalmente tácito. Las interpelaciones intelectuales y la confrontación de tesis están frecuentemente desplazadas en relación con los basamentos epistemológicos de los que se sirven. Muchos contenidos de enfoques e interpretaciones sobre la realidad universitaria provienen directamente de emplazamientos paradigmáticos que están fundando lo que se piensa y cómo se piensa. Pero ello no aparece visiblemente en la agenda de debates. 

Para que un enfoque teórico sobre la universidad o una interpretación coyuntural cualquiera se hagan cargo de sus premisas epistemológicas hace falta recorrer un camino de reconstrucción para el cual el pensamiento ordinario no suele estar ni preparado ni dispuesto. Ello explica las dificultades con las que tropieza frecuentemente el reclamo de fundamentación en estos debates. En buena medida se deben a las conocidas simplificaciones que acompañan al pensamiento que prevalece en estos ambientes. Pero se debe, también y sobremanera, a la dificultad mayor para establecer las conexiones entre una apreciación y su presupuesto, entre una interpretación y su sostén oculto, entre una manera de analizar los problemas y los instrumentos categoriales con los que se opera, es decir, la íntima conexión entre los modos de pensar y las maneras de entender los que ocurre en el seno de las universidades.

La línea maestra con la que se viene trabajando el tema universitario en la perspectiva que nos concierne es justamente la de conectar la referida crisis universitaria con la crisis civilizacional por la que atraviesa la humanidad; y en ese contexto poner en evidencia las múltiples implicaciones que tiene el hecho básico de una crisis epistemológica. Es esta una dimensión que no puede darse por sabida. No solo por las repercusiones que tiene hacia distintos ámbitos de la ciencia y de los saberes académicos, sino por su impacto en los que se perfila como alternativa frente a crisis de los modelos de educación en el mundo.

La crisis de paradigma que caracteriza al momento actual de la humanidad supone precisamente un cuestionamiento de las lógicas que han estado en la base de la racionalidad de la ciencia y demás saberes establecidos. La universidad es toda ella la más elaborada síntesis de esa racionalidad. Por ello la crisis de paradigma impacta directamente en el centro mismo de los modos de producir y reproducir esa lógica. El núcleo más sensible de la crisis universitaria a escala mundial es justamente el que proviene de la crisis de la episteme tradicional en la que se fundó todo su quehacer. Crisis de paradigma y crisis universitaria constituyen polos de un mismo fenómeno que debe ser desentrañado para comprender la naturaleza de situación actual de los modelos educativos y, sobremanera, para encarar de otra manera el diseño de propuesta alternativas frente al colapso de la universidad tradicional. 

Entender las reformas universitarias que proponemos –sustancialmente– como un proceso de cambio paradigmático (epistemológico, organizacional y pedagógico) es la condición de posibilidad para transitar un camino de refundación del papel de la educación en esta nueva era planetaria; es la manera de concebir la universidad que viene en el torrente de un cambio civilizacional de gran envergadura, que ya comienza a manifestarse y frente al cual seguimos paralizados.

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