Eleazar Narváez
También en las relaciones con las universidades, sobre todo
con las autónomas, el Gobierno insiste en una práctica bastante cuestionada que
ha producido grandes estragos en la vida del país. Ese modo de proceder
consiste en declarar como enemigos y tratar implacablemente como tales a
quienes sólo disienten de las ideas y acciones del régimen. Personas e
instituciones que no comulgan con éste, o con más precisión, con el Presidente
y su proyecto político, son colocadas en el disparadero y condenadas a sufrir
de todas las maneras inimaginables las más inclementes retaliaciones.
Ese brutal ejercicio del poder, potenciado con el secuestro
del Estado por parte del Gobierno y del Presidente, desgraciadamente no ha
estado dirigido en lo fundamental a gobernar de verdad, en tanto que su
atención prioritaria no se ha centrado en realidad en el propósito de lograr un
mayor bienestar para toda la población mediante el desarrollo de políticas
públicas de interés general. Más bien, el mismo se ha enfocado en la obstinada
tarea de golpear insistentemente para
ablandar, intimidar y humillar de distintas maneras a todos aquellos que no han
sido considerados merecedores de la gracia presidencial.
Si en definitiva lo que más le interesa en el fondo al
Gobierno es mantener y fortalecer su poder a como dé lugar, con un ejercicio
perverso de éste y sin mayores preocupaciones por la gobernabilidad democrática
del país, es de suponerse que nuestras instituciones que se precian de llevar
con dignidad el nombre de universidad son más que una piedrita en el zapato
para el régimen. Sin exagerar, puede decirse que, como centros de cultivo y
difusión del saber, como espacios plurales consustanciados con el diálogo, la
tolerancia y el respeto, y como baluartes en la lucha por la democracia y la
libertad, esas instituciones, así concebidas, son consideradas por el Gobierno
como peligrosas enemigas a las que urgentemente hay que doblegar y transformar
para subordinarlas al desiderátum de ese adefesio llamado socialismo del siglo
XXI.
Esa universidad, convertida en enemiga por el propio
Gobierno, está retratada en esa institución que ahora padece graves
limitaciones presupuestarias impuestas por el Ejecutivo, las cuales ponen en
jaque tanto la calidad de sus actividades de docencia e investigación como el
desarrollo de importantes proyectos institucionales; con un personal que cada
vez más se descapitaliza académicamente y no se le incentiva ni respeta; con
unos estudiantes muchas veces agredidos, discriminados y descalificados por el
solo hecho de hacer vida en una universidad autónoma o en cualquiera otra donde
el espíritu universitario se resiste a sucumbir ante una u otra arbitraria
orden oficial; y con tantos otros signos de deterioro en la dotación de sus
diversos servicios, en sus instalaciones, por ejemplo, que en la mayoría de los
casos se deben a una gran indolencia gubernamental.
Asimismo, se tilda de enemiga a esa universidad cuando cumple
con su irrenunciable papel de conciencia crítica y de faro orientador de la
sociedad; a la misma que, en honor a su carácter de ámbito plural donde
conviven y dialogan múltiples corrientes del pensamiento, rechaza de manera
firme y con coraje las tantas presiones oficiales que buscan someterla para
fortalecer las conocidas pretensiones de implantar el pensamiento único en el
marco de un proyecto político que, además de violentar la Constitución vigente,
evidencia en estos momentos un rotundo fracaso en nuestra sociedad.
Esa universidad, que es acosada y tratada como enemiga por
las huestes gubernamentales, es igualmente la que ha sido vapuleada con
diversos ataques terroristas recientemente, sin que el Gobierno hasta el
presente haya movido un solo dedo para ponerle coto a éstos.
Esa es la universidad que el Gobierno ha optado por colocar
en el disparadero, la universidad autónoma, la cual nunca dejaremos de
defender.
Así es Profe. no queda otra. Es el mismo sentir de mi percepción desde una Universidad amiga la Universidad Pedagógica. UPEL-IMPM.
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