Juan Carlos Tedesco
México, 20/05/2017
El pasado 8 de mayo falleció Juan Carlos Tedesco, una de las figuras más destacadas en el campo educativo latinoamericano. Fue profesor en diversas universidades y asesor externo de numerosas secretarías y ministerios de educación en América Latina. Fue especialista en política educacional para la UNESCO, director del Centro Regional de Educación Superior para América Latina y el Caribe (CRESALC), director de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC), director de la Oficina Internacional de Educación de la UNESCO en Ginebra y director de la sede regional del Instituto Internacional de Planificación de la Educación en Buenos Aires. Entre sus trabajos más destacados podemos mencionar: “Ser pobre en la escuela”, "El desafío educativo: calidad y democracia", "Una nueva oportunidad: el rol de la educación en el desarrollo de América Latina" y "Educar en la sociedad del conocimiento". Compartimos uno de sus conferencias más destacadas donde hace una interpretación de los pilares de la educación del futuro con base en el Informe Delors, realizada en agosto de 2002. Margarita Fernández Ruvalcaba. Memoria Universitaria Hoy
1. Introducción
Aprender
a aprender y Aprender a vivir juntos han sido postulados como los dos
pilares que expresan los nuevos desafíos que debe enfrentar la educación
en el marco de las profundas transformaciones que vive la sociedad . El
primero de ellos sintetiza los desafíos educativos desde el punto de
vista del desarrollo cognitivo, mientras que el segundo sintetiza los
desafíos relativos a la construcción de un orden social donde podamos
convivir cohesionados pero manteniendo nuestra identidad como
diferentes. Para comprender las razones por las cuales ha sido posible y
necesario postular estos dos pilares, es preciso tener una visión
acerca de las tendencias y las lógicas que actualmente predominan en la
dinámica de lo que ha dado el llamarse "sociedad del conocimiento".
2. Cambios socio-económicos
La
literatura sobre las nuevas formas que asume la organización social
capitalista es abundante y se ha visto enriquecida recientemente por
algunos aportes críticos muy significativos . Desde el punto de vista
productivo, existe consenso en reconocer que la rápida y profunda
transformación tecnológica, así como la globalización y la competencia
exacerbada por conquistar mercados, están modificando los patrones de
producción y de organización del trabajo. Estaríamos pasando de un
sistema de organización del trabajo basado en la división en jerarquías
piramidales y destinado a la producción masiva, a un sistema orientado
al consumo diversificado y basado en una organización en redes, donde se
otorgan amplios poderes de decisión a las unidades locales. Estos
cambios se apoyan en la utilización de nuevas tecnologías, que permiten
la producción de pequeñas partidas de artículos cada vez más adaptados a
los diferentes clientes y facilitan significativamente la comunicación
entre las diferentes unidades de producción.
Las
ideas de fábrica flexible, adaptable a mercados cambiantes tanto en
volúmenes como en especificaciones, de equipos multipropósito, de
plantas multiproducto, de innovación y de mejora continua de los
productos, de polivalencia del personal, de distribución homogénea de la
inteligencia y de formas combinadas de competencia y asociación, son
todos conceptos habituales en los análisis actuales sobre la
organización del trabajo. Estos conceptos se refieren a un modelo que
supera las formas tradicionales del taylorismo y el fordismo, basados en
la producción en serie para mercados masivos, a través de grandes
organizaciones con estructuras internas jerarquizadas en forma
piramidal.
Pero la
organización del trabajo basada en la innovación permanente, la
flexibilidad interna y la ruptura de las categorías fijas, al mismo
tiempo que provoca la eliminación de las jerarquías tradicionales,
muestra tendencias que contienen un potencial destructivo muy
importante.
En primer lugar, estos cambios
están provocando un aumento significativo de la desigualdad social. Los
datos globales sobre distribución del ingreso y de la riqueza indican
que se ha producido un fuerte proceso de concentración. Esta tendencia a
la concentración de la apropiación de los beneficios del crecimiento
económico se percibe en el conjunto de los países, aunque su rapidez y
su intensidad sean diferentes. Si bien las explicaciones de este
fenómeno coinciden en reconocer la complejidad de los factores que están
actuando en estos procesos, también son coincidentes en advertir que
uno de los factores fundamentales es la transformación en la
organización del trabajo.
Al respecto, las
informaciones disponibles permiten apreciar que si bien las nuevas
tecnologías aumentan significativamente la productividad, suprimen
numerosos puestos de trabajo. En este contexto, la mayor parte de los
nuevos puestos de trabajo no se crean en los sectores tecnológicamente
más avanzados, sino fundamentalmente en los servicios, donde el costo
del trabajo representa una proporción importante del precio del
producto.
Esta diferencia en el ritmo de
creación de puestos de trabajo está asociada a diferencias en los
salarios. Mientras que los sectores de alta productividad pueden tener
políticas salariales generosas, los sectores de servicios, donde el
vínculo entre salarios y empleo es muy alto, están obligados a aumentar
muy moderadamente los salarios si quieren que crezca el empleo. Esta
dinámica donde el empleo disminuye en los sectores que pueden pagar
buenos salarios y aumenta en aquellos que pagan salarios modestos,
explica las razones por las cuales la recomposición del empleo en
función de la evolución tecnológica aumenta la desigualdad.
En
segundo lugar, las transformaciones en la organización del trabajo
están provocando no sólo el aumento de la desigualdad sino la aparición
de un fenómeno social nuevo: la exclusión de la participación en el
ciclo productivo. A partir de la exclusión en el trabajo, se produciría
una exclusión social más general o - como prefieren decir algunos
autores - una des-afiliación con respecto a las instancias sociales más
significativas. En este sentido, los estudios acerca de las
posibilidades que ofrecen las nuevas formas de organización del trabajo
indican que ellas podrían incorporar de manera estable sólo a una
minoría de trabajadores, para los cuales habría garantías de seguridad
en el empleo a cambio de una identificación total con la empresa y con
sus requerimientos de reconversión permanente. Para el resto, en cambio,
se crearían condiciones de extrema precariedad, expresadas a través de
formas tales como contratos temporarios, trabajos interinos, trabajos de
tiempo parcial y, en el extremo de estas situaciones, el desempleo. El
fenómeno de la exclusión social constituye, desde este punto de vista,
el principal problema provocado por la evolución de las nuevas
modalidades de producción.
El aumento de la
desigualdad y la aparición de la exclusión como un fenómeno masivo son
procesos particularmente complejos. En primer lugar, es preciso reiterar
que el aumento de la desigualdad coexiste con una significativa
disminución de la importancia de las jerarquías tradicionales. La
organización actual del trabajo tiende a reemplazar las tradicionales
pirámides de relaciones de autoridad, por redes de relaciones
cooperativas. En este esquema, todas las fases del proceso productivo
son importantes y el personal, en cualquier nivel de jerarquía que se
ubique, juega un papel crucial. El concepto de "calidad total", que
orienta las transformaciones en los actuales modelos de gestión, supone
una relación mucho más igualitaria que en el pasado entre los que se
incorporan a las unidades productivas. Pero esta mayor igualdad entre
los incluídos implica una separación mucho más significativa con
respecto a los excluídos.
Los cambios en la
organización del trabajo están acompañados por modificaciones igualmente
profundas en la dimensión política y cultural de la sociedad. Desde el
punto de vista político, una de las características más importantes es
la que tiene que ver con los procesos de deslocalización y
relocalización de las pertenencias y de las identidades nacionales y
culturales. Asociado al proceso de globalización económica, se ha
producido una tendencia a construir entidades políticas supranacionales
capaces de enfrentar los desafíos que se plantean tanto a nivel
planetario como multinacional, tales como los volúmenes crecientes de
transacciones financieras internacionales, los problemas derivados del
cuidado del medio ambiente (agujero en la capa de ozono, recalentamiento
de la corteza terrestre, etc.), la expansión del delito internacional
(narcotráfico, prostitución, etc.) y la expansión de Internet como
vehículo de circulación de información sin regulación posible a nivel
nacional.
Como
resultado de estos procesos el concepto de ciudadanía asociado a la
Nación , ha comenzado a perder significado. En su reemplazo, aparecen
tanto la adhesión a entidades supranacionales como también, al
contrario, un repliegue sobre el comunitarismo local, donde la
integración se define fundamentalmente como integración cultural y no
como integración política. En un ensayo reciente, Guehneno analiza las
nuevas formas de particularismo y de universalismo creadas a partir de
los procesos de globalización económica y cultural apoyados en las
nuevas tecnologías de la información. Su hipótesis es que, al contrario
de las comunidades territoriales de ayer, las comunidades virtuales son
comunidades de elección, lo cual las hace más homogéneas pero también
más cerradas. Un ejemplo de esto se advierte incluso en el urbanismo de
las grandes ciudades, donde el encierro de los barrios, protegidos por
una red de autopistas, permite reducir al mínimo los riesgos de
encuentros entre ricos y pobres. El comercio informático también
favorece este proceso de aislamiento y de homogeneización. Esta
comunidad virtual que se está creando a partir de las nuevas condiciones
sociales carece de una base común, de un espacio común. La elección que
hace cada visitante de muchos "sitios" de Internet es siempre precaria e
inestable. Un visitante no es un ciudadano.
Este
cambio en el concepto de ciudadanía tiene enormes implicaciones. La
aparición de lo local y lo supranacional como nuevos espacios de
participación social, está asociada a fenómenos de ruptura de la acción
política tal como se la concebía hasta ahora . La construcción de un
concepto de ciudadanía mundial, de ciudadanía planetaria, exige un
concepto de solidaridad vinculado a la pertenencia al género humano y no
a alguna de sus formas particulares. Esta construcción, sin embargo,
enfrenta enormes dificultades, la mayoría de las cuales está vinculada a
las formas a través de las cuales se produce el proceso de
globalización.
Desde el punto de vista
económico, la globalización no significa sólo que los capitales puedan
moverse rápida y libremente por todo el planeta. El fenómeno socialmente
más importante es que como las empresas pueden instalarse en cualquier
parte del mundo y mantenerse conectadas a través de redes de
información, ellas tienden a radicarse allí donde los costes son
menores. Este fenómeno produce lo que se ha denominado "una espiral
descendente de reducción de costes sociales", que tiende a debilitar la
capacidad de los estados-nacionales para mantener los niveles
tradicionales de beneficios sociales y de bienestar. La globalización
económica, en síntesis, reduce la capacidad del estado para definir su
política monetaria, su presupuesto, su recaudación de impuestos y la
satisfacción de las necesidades sociales de su población.
Al
estar basada fundamentalmente en la lógica económica y en la expansión
del mercado, la globalización rompe los compromisos locales y las formas
habituales de solidaridad y de cohesión con nuestros semejantes. Las
élites que actúan a nivel global tienden a comportarse sin compromisos
con los destinos de las personas afectadas por las consecuencias de la
globalización. La respuesta a este comportamiento por parte de los que
quedan excluídos de la globalización es el refugio en la identidad
local, donde la cohesión del grupo se apoya en el rechazo a los
"externos".
En este sentido, numerosos
diagnósticos de la sociedad actual muestran que la ruptura de los
vínculos tradicionales de solidaridad provocada por el proceso de
globalización ha generado nuevas formas de exclusión, de soledad y de
marginalidad. Las formas de asociación y de expresión de algunos de
estos sectores excluídos tienden a apoyarse en valores de intolerancia,
de discriminación y de exacerbación de los particularismos. Mientras en
la cúpula, las elites que participan de la economía supranacional
plantean el riesgo que su desapego a la nación estimule un
individualismo a-social, basado en la falta total de solidaridad, en la
base se aprecian fenómenos regresivos de rechazo al diferente, de
xenofobia y de cohesión autoritaria.
Manuel
Castells, en su libro ya citado, explica con claridad este proceso, que
da lugar a la aparición del fenómeno actual del fundamentalismo y de
estados-fundamentalistas. De acuerdo a su análisis, el estado-nación,
para sobrevivir a su crisis de legitimidad, cede poder y recursos a los
gobiernos locales y regionales. En este proceso, pierde capacidad para
igualar los intereses diferentes y representar el "interés general"
representado en el estado-nación. Este proceso des-legitima aun mas al
estado, particularmente frente a las minorías discriminadas, que buscan
protección en las comunidades locales o en otro tipo de estructuras:
"... lo que comenzó como un proceso de relegitimación del estado,
mediante el paso del poder nacional al local, puede acabar profundizando
la crisis de legitimación del estado-nación y la tribalización de la
sociedad en comunidades construidas en torno a identidades primarias" .
En
síntesis, el optimismo de hace unos pocos años sobre las posibilidades
democráticas abiertas por la construcción de entidades políticas
supranacionales, se ha diluido rapidamente. Las dificultades, sin
embargo, no implican un retorno a la situación anterior. Las
experiencias recientes han demostrado que si bien el Estado-Nación no
puede ser mantenido en su forma tradicional, tampoco puede ser olvidado
tan fácilmente.. En este sentido, el debate europeo acerca de la
construcción de un concepto de ciudadanía basado en una comunidad de
naciones ha permitido apreciar la importancia de lo que algunos autores
han denominado la "ruptura cognitiva" que implica superar el concepto de
ciudadanía basado en el Estado-Nación. Para promover una ciudadanía
europea o supra-nacional, el problema fundamental consiste en superar el
déficit de experiencias que tienen la mayor parte de los ciudadanos en
relación a lo que puede constituir una ciudadanía de este tipo. Según
estos autores, la construcción de los instrumentos institucionales de la
ciudadanía europea estaría mucho más avanzada que la experiencia
colectiva de las personas. Esta distancia podría explicar la
significativa diferencia que existe actualmente entre las elites y la
opinión pública en la manera de percibir el proceso de construcción
europea .En este sentido, la integración en una unidad mayor sólo será
posible a partir de una sólida y segura identidad cultural propia. La
confianza en sí mismo constituye, desde este punto de vista, un punto de
partida central de cualquier estrategia de integración y de comprensión
del "otro". El miedo, la inseguridad, la subvaloración de lo propio no
pueden, en ningún caso, ser la fuente de una nueva cultura ciudadana.
3. Cambios en el papel del conocimiento
Este
conjunto de cambios económicos, políticos, sociales y culturales
responde a diversos factores, entre los cuales se destaca el papel cada
vez más relevante de conocimiento. La denominación de la sociedad actual
como "sociedad del conocimiento", o "sociedad de la información", ha
ganado muchos adeptos entre los autores que se dedican a los análisis
prospectivos. Anthony Giddens conceptualizó este papel del conocimiento a
través de la categoría de reflexividad que, según sus análisis, es el
rasgo central de la sociedad actual. El proceso de modernización de la
sociedad - sostiene Giddens - ha ampliado los ámbitos de reflexión hacia
áreas tradicionalmente reguladas por la tradición.
Esta
centralidad del conocimiento inspiró inicialmente algunas posturas
optimistas acerca del futuro de la sociedad, ya que la idea según la
cual el desarrollo cognitivo tiene alguna influencia en las conductas y
el comportamiento de las personas ha estado siempre en la base de las
propuestas de cambio social. Enseñar a pensar bien, a pensar mejor, ha
estado asociado generalmente a la idea de formar un ser más "humano".
Las últimas versiones de este enfoque provienen de pensadores vinculados
al desarrollo de enfoques interdisciplinarios que permitan comprender
adecuadamente la complejidad de los fenómenos. El supuesto básico de
este enfoque es que las personas capaces de comprender la complejidad
actuarían de manera más responsable y consciente.
En
términos de Edgar Morin, por ejemplo, la inteligencia que sólo sabe
separar atrofia las facultades de comprehensión y de reflexión,
eliminando así las posibilidades de un juicio correcto o de una
perspectiva de largo plazo. Una inteligencia incapaz de percibir el
contexto y el complejo planetario, convierte a las personas en ciegas,
inconscientes e irresponsables.
Pero lo
novedoso del análisis de Giddens es la advertencia que la mayor
reflexividad no está acompañada por mayores niveles de certidumbre sino,
al contrario, por mayor inestabilidad e inseguridad. "Nos encontramos
en un mundo totalmente constituido a través del conocimiento aplicado
reflexivamente, pero en donde al mismo tiempo nunca podemos estar
seguros de que no será revisado algún elemento dado de ese
conocimiento." (...) "Bajo las condiciones de modernidad, ningún
conocimiento es conocimiento en el antiguo sentido del mismo, donde
’saber’ es tener certeza, y esto se aplica por igual a las ciencias
naturales y a las ciencias sociales."(.) "...es falsa la tesis de que a
más conocimiento sobre la vida social (incluso si ese conocimiento está
tan bien apuntalado empíricamente como sea posible) equivale a un mayor
control sobre nuestro destino. Esto es verdad (discutiblemente) en el
mundo físico, pero no en el universo de los acontecimientos sociales".
Cuanto más conocemos de la vida social, más contribuimos a su carácter
inestable. "La cuestión no radica en que no exista un mundo social
estable para ser conocido, sino que el conocimiento de ese mundo
contribuye a su carácter cambiante e inestable".
Este
papel crítico del conocimiento implica también una modificación de las
bases sobre las cuales se construyen los niveles de confianza, de
fiabilidad, de legitimidad en el funcionamiento del sistema social.
Resumiendo muy brevemente los análisis de Giddens al respecto, se puede
decir que en las culturas premodernas predominaban cuatro ámbitos de
confianza. El primero es el sistema de parentesco donde,
independientemente de los afectos o conflictos que se perciban en el
seno de la familia, los vínculos ofrecían un tejido de protección y de
confianza muy importante. El segundo es la comunidad local, ya que la
localización de las relaciones es una condición importante de
estabilidad y confianza. El tercero es la cosmología religiosa. Las
creencias religiosas constituyen un marco de referencia que da
explicaciones a los acontecimientos y, en esa medida, brinda seguridad.
El cuarto contexto es la tradición. A diferencia de la religión, la
tradición brinda confianza no porque da un marco de referencia sino
porque asegura una manera de hacer las cosas con relación al tiempo. La
confianza basada en la tradición proviene de la seguridad de que las
cosas "siempre se han hecho así".
En
las culturas modernas, en cambio, estos cuatro órdenes de confianza han
perdido importancia. Las relaciones de parentesco tienden a ser
reemplazadas por relaciones de amistad, la comunidad local por sistemas
sociales abstractos y la cosmología religiosa y la tradición, por una
orientación al futuro, como fuente de legitimidad. A su vez, la relación
entre la acción social y el conocimiento es diferente. En los entornos
sociales premodernos, las personas podían hacer oídos sordos a los
pronunciamientos de sacerdotes, sabios o hechiceros y continuar con las
rutinas de la actividad cotidiana. Pero en el mundo moderno no puede
suceder lo mismo con respecto al conocimiento experto. Por esta razón,
en las sociedades modernas los contactos con expertos o con sus
representantes o delegados, son lógicos y necesarios. Pero este
contacto, por su propia naturaleza reflexiva, produce una permanente
tensión entre fiabilidad y escepticismo, entre confianza e
incertidumbre.
En síntesis, el papel de la
educación y del conocimiento en la formación del ciudadano implica
incorporar en los procesos educativos una mayor orientación hacia la
personalización del proceso de aprendizaje, hacia la construcción de la
capacidad de construir aprendizajes, de construir valores, de construir
la propia identidad. En este sentido, la mayor incertidumbre que genera
esta sociedad de alta reflexividad se resuelve -en términos relativos,
por supuesto- con mayor reflexividad y no con menos reflexividad.
4. Aprender a vivir juntos
Si
bien vivimos un período donde muchas transformaciones pueden tener
carácter transitorio, existen suficientes evidencias que hacen posible
sostener que, en el nuevo capitalismo, la posibilidad de vivir juntos no
constituye una consecuencia "natural" del orden social sino una
aspiración que debe ser socialmente construida. Algunos conceptos y
debates tradicionales deben, por ello, ser revisados. Así, por ejemplo,
reforzar el vínculo entre educación y cohesión ya no puede ser
considerado simplemente como una aspiración conservadora y reproductora
del orden social dominante. A la inversa, promover estrategias
educativas centradas en el desarrollo del individuo no constituye
necesariamente un enfoque liberador, alternativo a las tendencias
dominantes.
Asistimos a fenómenos de
individualismo a-social y de fundamentalismo autoritario que comparten
una característica común: la negación de la dimensión política de la
sociedad. En el primer caso, las decisiones se toman en función de la
lógica del mercado y el ciudadano es reemplazado por el consumidor o el
cliente. En el segundo, el ciudadano es reemplazado por el grupo, el
clan, la tribu o cualquier otra forma de identidad adscriptiva. Vivir
juntos, en cambio, siempre ha implicado la existencia de un compromiso
con el otro. La elaboración de este compromiso, a diferencia de la
dinámica propia de la sociedad industrial, ya no puede surgir como
producto exclusivo de determinaciones económicas o culturales. Debe, en
cambio, ser construido de manera más voluntaria y más electiva. Esta es
la razón última por la cual el objetivo de vivir juntos constituye un
objetivo de aprendizaje y un objetivo de política educativa. Intentar
comprender esta situación constituye un paso necesario para brindar un
soporte teórico sólido y un sentido organizador a la definición de
líneas de acción para todos aquellos que trabajan por una sociedad más
justa y solidaria.
A partir de este punto de
apoyo teórico, es posible postular algunas líneas de trabajo pedagógico.
En primer lugar, obviamente, todo el análisis efectuado hasta aquí pone
de relieve la importancia que adquiere la introducción de los objetivos
de cohesión social, de respeto al diferente, de solidaridad, de
resolución de los conflictos a través del diálogo y la concertación, en
las prácticas educativas. En este sentido, es posible analizar el
concepto de escuela como ámbito "artificial" de socialización. La
apertura de la escuela a las demandas sociales no significa reproducir
en la escuela las experiencias que ya existen fuera de ella ni tampoco
acomodarse a las tendencias dominantes en las prácticas sociales. La
escuela puede, y debe, responder a la demanda social de compensación de
los déficit de experiencias de socialización democrática que existe en
la sociedad.
Las reflexiones sobre este tema
pueden dividirse en dos grandes categorías: las relacionadas con la
dimensión institucional de la educación y las relacionadas con el
proceso de enseñanza - aprendizaje.
a) La dimensión institucional
En
esta dimensión es preciso revisar todo el debate acerca de la
descentralización de la educación, la autonomía a las escuelas e,
incluso, las propuestas que tienden a fortalecer las alternativas
educativas basadas en las nuevas tecnologías e individualizar cada vez
mas el proceso pedagógico. La autonomía y la individualización se
orientan a fortalecer el polo de la libertad y el reconocimiento de la
identidad. Sin embargo, un proceso de autonomía e individualización que
no se articule con la pertenencia a entidades más amplias, rompe la
cohesión social y, en definitiva, des-socializa. La autonomía y la
personalización no son incompatibles con la vinculación con el otro. La
escuela debería, desde este punto de vista, promover experiencias
masivas de conectividad - favorecidas ahora por las potencialidades de
las nuevas tecnologías - con el diferente, con el lejano. En este
sentido, un punto muy importante es el que se refiere a la distribución
espacial de las escuelas. En la medida que la población tiende a
segmentarse, los barrios son cada vez más homogéneos y los contactos
entre diferentes sectores de población más difíciles. Las escuelas
deberían promover masivos programas de intercambio, de contactos, de
programas comunes, interbarriales, intercomunales, transfronterizos,
etc.
Por otra parte, la autonomía y la
individualización tampoco son incompatibles con la definición de
objetivos comunes, de estándares comunes en términos de aprendizaje,
cuya responsabilidad le cabe al Estado central, tanto en su definición
como en su regulación.
b) La enseñanza-aprendizaje
Desde
el punto de vista del aprendizaje, la cuestión que estamos analizando
pone de relieve que no se trata sólo de aspectos cognitivos. La
formación ética en particular y la formación de la personalidad en
general, trascienden lo cognitivo. Al respecto, nos parece pertinente
retomar el concepto de escuela total, que ya fuera presentado hace
algunos años, como concepto que puede ayudar en la búsqueda de caminos
para enfrentar este nuevo desafío .
5. Aprender a aprender
Los
pronósticos acerca de la importancia creciente que asumirá la función
de aprender a aprender en la educación del futuro, se basan en dos de
las características más importantes de la sociedad moderna: (i) la
significativa velocidad que ha adquirido la producción de conocimientos y
(ii) la posibilidad de acceder a un enorme volumen de información. A
diferencia del pasado, los conocimientos e informaciones adquiridos en
el período de formación inicial en las escuelas o universidades no
permitirán a las personas desempeñarse por un largo período de su vida
activa. La obsolescencia será cada vez más rápida, obligando a procesos
de reconversión profesional permanente a lo largo de toda la vida. Pero
además de la significativa velocidad en la producción de conocimientos,
también existe ahora la posibilidad de acceder a una cantidad enorme de
informaciones y de datos que nos obligan a seleccionar, a organizar, a
procesar la información, para que podamos utilizarla.
En
estas condiciones y para decirlo rápidamente, la educación ya no podrá
estar dirigida a la transmisión de conocimientos y de informaciones sino
a desarrollar la capacidad de producirlos y de utilizarlos. Este cambio
de objetivos está en la base de las actuales tendencias pedagógicas,
que ponen el acento en los fenómenos meta - curriculares. David Perkins,
por ejemplo, nos llama la atención acerca de la necesidad de distinguir
dos tipos de conocimientos: los de orden inferior y los de orden
superior. Los primeros son los conocimientos sobre determinadas áreas de
la realidad. Los de orden superior son conocimientos sobre el
conocimiento. El concepto de meta - curriculum se refiere precisamente
al conocimiento de orden superior: conocimientos acerca de como obtener
conocimientos, acerca de como pensar correctamente, acerca de nociones
tales como hipótesis y prueba, etc.
Si el
objetivo de la educación consiste en transmitir estos conocimientos de
orden superior, el papel de los docentes no puede seguir siendo el mismo
que en el pasado. Su función se resume, desde este punto de vista, en
la tarea de enseñar el oficio de aprender, lo cual se contrapone al
actual modelo de funcionamiento de la relación entre profesor y alumno,
donde el alumno no aprende las operaciones cognitivas destinadas a
producir más conocimiento sino las operaciones que permiten triunfar en
el proceso escolar. En el modelo actual, el oficio de alumno está basado
en una dosis muy alta de instrumentalismo, dirigido a obtener los
mejores resultados posibles de acuerdo a los criterios de evaluación,
muchas veces implícitos, de los profesores.
En
qué consiste el oficio de aprender?. Al respecto, es interesante
constatar que los autores que están trabajando sobre este concepto
evocan la metáfora del aprendizaje tradicional de los oficios, basado en
la relación entre el experto y el novicio. Pero a diferencia de los
oficios tradicionales, lo que distingue al experto del novicio en el
proceso de aprender a aprender es la manera como encuentran, retienen,
comprenden y operan sobre el saber, en el proceso de resolución de un
determinado problema.
A partir de esta pareja
"experto-novicio", el papel del docente se define como el un
"acompañante cognitivo". En el proceso clásico de aprendizaje de
determinados oficios, el procedimiento utilizado por el maestro es
visible y observable. El maestro muestra cómo se hacen las cosas. En el
aprendizaje escolar, en cambio, estos procedimientos están ocultos y el
maestro debe ser capaz de exteriorisar un proceso mental generalmente
implícito. El "acompañante cognitivo" debe, por ello, desarrollar una
batería de actividades destinadas a hacer explícitos los comportamientos
implícitos de los expertos, de manera tal que el alumno pueda
observarlos, compararlos con sus propios modos de pensar, para luego -
poco a poco - ponerlos en práctica con la ayuda del maestro y de los
otros alumnos . En síntesis, pasar del estado de novicio al estado de
experto consiste en incorporar las operaciones que permiten tener
posibilidades y alternativas más amplias de comprensión y solución de
problemas.
El concepto de "acompañante
cognitivo" permite apreciar los cambios en el rol del maestro o del
profesor como modelo. En el esquema clásico de análisis de la profesión
docente, el perfil "ideal" del docente era definido a partir de rasgos
de personalidad ajenos a la práctica cotidiana de la enseñanza. En este
nuevo enfoque, en cambio, el docente puede desempeñar el papel de modelo
desde el punto de vista del propio proceso de aprendizaje.
La
modelización del docente consistiría, de acuerdo a este enfoque, en
poner de manifiesto la forma cómo un experto desarrolla su actividad, de
manera tal que los alumnos puedan observar y construir un modelo
conceptual de los procesos necesarios para cumplir con una determinada
tarea. Se trata, en consecuencia, de exteriorizar aquello que
habitualmente es tácito e implícito .
Sobre
estas bases, el desempeño docente permitiría, al menos teoricamente,
superar algunos de los dilemas típicos de los profesores de enseñanza
secundaria, particularmente el dilema producido alrededor de la
identidad del profesor como educador o como especialista en su
disciplina. Como se sabe, el profesor de secundaria - a diferencia del
maestro de escuela básica -, enseña una determinada disciplina. Esta
vinculación con el conocimiento produce una doble lógica de intereses,
lealtades y pautas de prestigio: las que provienen de la disciplina y
las que provienen de la profesión de educador. Los diagnósticos al
respecto son elocuentes. José M. Esteve, en un reciente ensayo sobre la
formación inicial de los profesores de secundaria, señalaba con claridad
que las instituciones de formación de los profesores, generalmente las
universidades, ofrecen un modelo de identificación profesional basado en
el concepto de investigador - especialista, más que en el concepto de
profesor - educador. Tomando el ejemplo de la historia, Esteve señala
que ".los estudiantes se definen a sí mismos como futuros historiadores y
no como futuros profesores de historia" y que ".la enseñanza en la
secundaria sólo es percibida como una alternativa de segundo orden: un
fastidio lamentable para escapar al paro". Este fenómeno se presenta con
características más o menos similares para otras áreas como las
ciencias y las artes, donde los estudiantes son formados como
científicos o como artistas y no como profesores de esas áreas del
proceso pedagógico.
Esta dimensión del problema
de los profesores de secundaria es una de las cuestiones claves de la
actual crisis de este nivel. En la medida que la cobertura se ha
universalizado y que una parte importante de la educación secundaria
clásica pasa a formar parte de la educación obligatoria, el modelo
tradicional del profesor por disciplina que va de un establecimiento a
otro, sin tener en cuenta las características individuales de sus
alumnos ni el perfil institucional del establecimiento, asume
características significativamente disfuncionales con los objetivos
perseguidos.
Sin embargo, desde el momento que
la tarea de enseñar no se reduce a transmitir conocimientos e
informaciones de una disciplina -la historia, por ejemplo- sino las
operaciones que definen el trabajo del historiador, la dicotomía entre
la enseñanza y el trabajo científico tiende a reducirse. Este enfoque
implica, obviamente, un esfuerzo mucho mayor en el proceso de
aprendizaje, tanto por parte del profesor como de los alumnos y abre una
serie muy importante de problemas para la formación inicial de los
profesores, sus modalidades de trabajo pedagógico, sus criterios de
evaluación y los materiales didácticos.
Aprender
a aprender también modifica la estructura institucional de los sistemas
educativos. A partir del momento en el cual dejamos de concebir la
educación como una etapa de la vida y aceptamos que debemos aprender a
lo largo de todo nuestro ciclo vital, la estructura de los sistemas
educativos está sometida a nuevas exigencias. La educación permanente,
la articulación estrecha entre educación y trabajo, los mecanismos de
acreditación de saberes para la reconversión permanente, etc. son
algunos de los nuevos problemas y desafíos que la educación debe
enfrentar en términos institucionales.
*
Presentada en el Seminario de Educación de la Asociación Cristiana de
Dirigentes de Empresa (ACDE) en agosto de 2002.
Referencias
Comisión
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encierra un tesoro. Madrid, Santillana-Ediciones UNESCO, 1996.
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por ejemplo, David Perkins. La escuela inteligente; Del adiestramiento
de la memoria a la educación de la mente. Barcelona, Gedisa, 1995.
Stuart MacLure y Peter Davies. Aprender a pensar, pensar en aprender.
Barcelona, Gedisa, 1995.
Goery Delacôte,. Savoir apprendre; Les nouvelles méthodes. Paris, Ed. Odile Jacob, 1996.
Idem, pag 159.
José
M. Esteve. La formación inicial de los profesores de secundaria; Una
reflexión sobre el curso de cualificación pedagógica. Barcelona,
Editorial Ariel, 1997.
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