lunes, 18 de diciembre de 2017

¿Por qué le temen a la universidad?

Gabriel Capriles
16/12/2017

En el transcurso de la historia diversos testimonios nos recuerdan cómo los gobiernos totalitarios han querido acabar con la universidad, o hacer de ella un lugar distinto de lo que es.

Juan Pablo II, en su Memoria e Identidad, nos cuenta cómo el gobierno nazi perseguía a todo profesor universitario que no estuviera de acuerdo con un único modo de pensar. Lo mismo sucedía en Rusia con la revolución cultural bolchevique, o “Proletkult”, con la que algunos pretendían poseer todo el conocimiento para dominar a los burgueses, a través de la creación –entre otras cosas- de una universidad proletaria y el exterminio de los intelectuales que no estuvieran de acuerdo con la revolución.

Estos gobiernos se apoyan en un único modo de pensar y en la imposición de un único modo de vivir. Construyen una ideología con la que reducen la realidad e intentan justificar, con ayuda de la fuerza, el total sometimiento del hombre al Estado.

Los gobiernos totalitarios le tienen miedo a la universidad cuando en ella se cultiva la Verdad, la Verdad que abarca el conocimiento de todas las cosas y con la que el ser humano se hace más persona: bebe de ella -y crece de modo personal-, como de una fuente inagotable, siempre nueva y original. No es una sorpresa que todo gobierno totalitario le tema a este encuentro personal de cada hombre con la verdad. En la Rusia comunista -como también lo leemos en la novela 1984- el gobierno quería que todos vivieran uniformados y que, por encima de “la intimidad burguesa”, se impusiera un estilo de “vida superior”, un estilo de vida comunal, que despersonalizara a todos los individuos.

Los gobiernos totalitarios le temen a la universidad cuando en sus aulas hay alumnos y profesores con deseos y disposición de aprender, cuando hay un esfuerzo por moldear la propia vida con el conocimiento de la verdad, cuando hay un empeño por buscar las respuestas que le dan un sentido único, distinto y personal a su propia vida, cuando los alumnos forman un criterio y son capaces de pensar por sí mismos.

Los gobiernos totalitarios le temen a la universidad cuando en ella sus miembros luchan por llevar la verdad en el corazón y en la cabeza, cuando en sus años de estudio logran formar un carácter, una actitud, con la que pueden dirigir libremente su existencia.

Cuando en la universidad ocurre esto se forman las armas más peligrosas contra todo totalitarismo: jóvenes que no se someten a pensar y vivir de un modo determinado; jóvenes con carácter, con convicción, que viven al servicio de la Verdad y no al servicio de una ideología, del Estado o del mercado; jóvenes que están preparados para realizar proyectos de vida que consideran valiosos, abiertos a la realidad, a los demás, y a Dios.

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