lunes, 8 de enero de 2018

Autonomía en jaque

Alirio Pérez Lo Presti*
 

Es muy difícil la cohabitación de dos modelos tan antagónicos como los que actualmente hacen vida en Venezuela. Por una parte está una estructura de poder de carácter central y directrices tendientes a la uniformidad, en las cuales el partido político, el gobierno, el Estado y el jefe del poder ejecutivo son una instancia amalgamada.

Por otra parte está una institución como la Universidad Autónoma, de carácter democrático, con bases conceptuales abiertamente promulgadoras del respeto por las libertades individuales, el libre pensamiento y la libertad de cátedra. Una institución esencialmente cundida de demandantes ingenuidades y preceptos éticos elaborados de buena fe que la hacen claramente vulnerable.

El resultado de este intento de cohabitación es fácil de predecir. Por la ruta que nos ha sido trazada, la Universidad Autónoma venezolana cambiará y tenderá a mimetizarse con el aparato del Estado. Es una tragedia que se pudo haber evitado, pero una insensata apuesta por transgredir el orden de las instituciones tuvo como derrotero la actual situación de las universidades y su aparatosa relación y progresivo sometimiento por parte del poder centralizado.

Una de las múltiples razones que explica el actual estado de las universidades no debe perderse de vista: Desde la Universidad Autónoma Venezolana en su coherente tendencia al cuestionamiento de la sociedad y sus dinámicas, de manera paradójica y casi autodestructiva se apostó por la agresión y/o crisis de los partidos políticos y otras instituciones en la década de los 60, 70, 80 y 90. La transgresión hacia lo institucional tiene sentido desde una postura proactiva y generadora de bienestar, pero jamás puede ser beneficiosa si el fin último es de carácter abiertamente destructivo, sin ofrecer algo mejor a cambio.

Por una parte, el deseo de las clases medias de aspirar a niveles de vida mayores a los que poseía y por otra, el desenfadado discurso anti-institucional que se predicó desde la Autonomía, terminó por contribuir a una autoagresión innecesaria. A mi juicio este es uno de los aprendizajes que deja la experiencia venezolana, a pesar de que muchos factores se resisten a aceptarlo y como académicos, obviamente lo comprendemos. Lo cierto es que desde varios sectores, además de individualidades con gran credibilidad social, pertenecientes al mundo universitario, se aupó erráticamente el arribo del poder a quienes hoy lo detentan, apostando a la idea de un gobierno fuerte que estableciera un mayor orden. A la vista están los resultados. Vivir en democracia, con todas sus imperfecciones, es un privilegio del cual se tiene conciencia cuando se pone en peligro la viabilidad del modelo que mayores garantías de libertad ofrece al ciudadano.

El papel de las universidades venezolanas ha sido determinante en el crecimiento de la nación y difícilmente exista un sector del país que tenga mayor influencia en nuestra sociedad. Durante décadas, los universitarios venezolanos hemos producido lo más decantado del talento humano de la región. El problema es que en una interacción con un modelo de carácter democrático, la estructura universitaria no tiene por qué entrar en crisis, mas ante la presencia de un poder tendiente a lo monolítico, la autonomía es un estorbo.

Desde la actual ordenación Estado-gobierno, se ha apostado a la asfixia de las Universidades a través de un artero y ensañado manejo presupuestario que ha hecho que el nivel socio económico de las personas mejor formadas intelectualmente de la sociedad hayan visto un catastrófico detrimento de sus condiciones de vida. La idea de emigrar a otros centros en donde se reciba una mejor remuneración y se apueste e invierta por la investigación es inevitable. Es este momento, pensar en investigar, pasa a ser una especie de extravagante deseo de exploración hacia lo que muy cuesta arriba se puede materializar. El asunto es tal, que el sueldo mensual de un profesor Titular, con doctorado, debe buscar otras fuentes de remuneración económica para pagar de manera menguada la cesta básica venezolana, para el momento en el cual escribimos estas líneas.

La historia de la Autonomía Universitaria posee un origen puntual de tipo primigenio que tiene la semilla que condiciona las reglas de juego de la Academia tal como la conocemos en Occidente, la cual antecede casi en medio siglo a la aparición del cristianismo. Profundamente afectado por la condena que recibe Sócrates de suicidarse mediante envenenamiento en el año 399 antes de Cristo, Platón, su principal discípulo, decide crear una institución en donde se permita predicar lo que se piensa sin correr el peligro de ser asesinado. Platón, como heredero de las enseñanzas de Sócrates, había hecho suya la causa de la exigencia ética y la búsqueda conceptual.

El juicio a Sócrates se desencadenó por razones políticas, ya que algunos de sus discípulos estuvieron vinculados con la tiranía oligárquica y las autoridades democráticas creyeron oportuno alejarlo de la polis. Se le acusó de defender el ateísmo, de pervertir a los jóvenes y, paradójicamente, de introducir nuevos dioses, todo lo cual queda expuesto en los diálogos de Platón. Se pidió la pena de muerte porque, según el derecho ateniense, el acusado podía optar por un castigo alternativo como el exilio, que era lo que esperaba la mayoría de sus perseguidores. Para sus propios verdugos, el asunto se enreda y Sócrates expresó que o bien era culpable y merecía la muerte, o bien no lo era, y debían por esta última razón ser reconocidos sus servicios a la sociedad. Rechazó la posibilidad del exilio y en el juicio llegó a ironizar sobre la idoneidad de los jueces. Al ser condenado a tomar una copa de veneno, aceptó la sentencia con dignidad y murió sin sobresaltos.

Platón, escandalizado y emocionalmente muy afectado por el proceso a su maestro y preocupado por lo que consideraba una crisis moral y política ateniense, puso todas sus fuerzas en tratar de establecer entre sus conciudadanos un ideal de justicia y de respeto por la verdad. Para ello, fundó su célebre Academia, destinada a dar educación filosófica a los futuros políticos y gobernantes. En el año 388 antes de Cristo funda en Atenas lo que se podría considerar la primera universidad de Europa, base de todas las academias occidentales y, conceptualmente imbricadas con la Universidad Autónoma tal como la practicamos. Por estar ubicada cerca del santuario consagrado al héroe Academo recibió el nombre de “Academia”, concurriendo a ella jóvenes de Atenas y de otras ciudades para aprender no sólo filosofía sino también matemáticas, astronomía, ciencias físicas y naturales. La influencia de Platón se encuentra en todo el pensamiento y en la vida intelectual y colectiva de Occidente y junto con Cristo, ninguna persona ha tenido una influencia más profunda, duradera y extensa, siendo el creador de la Academia tal como la conocemos en nuestro bastión civilizatorio.

Luego de la muerte de Platón y el fin de la Academia original, surgen múltiples escuelas y centros de pensamiento como el Liceo, de Aristóteles, siendo el financiamiento de los mismos un asunto de primordial importancia.

Esta vinculación entre los centros de estudios y las fuentes de la cual obtienen sus ingresos ha sido motivo de explicación de los múltiples altibajos que inevitablemente han tenido los centros académicos en el curso del tiempo. De tal relevancia es esta cuestión, que la aparición o desaparición de instituciones que cuiden el pensamiento libre ha fluctuado con relativa frecuencia en el curso de la historia. Llama la atención el particular manejo que se hace sobre el conocimiento en occidente durante la Edad Media, tiempo en el cual la Iglesia es el mentor de los centros de estudio, su custodio y por supuesto su censor.

En la baja Edad Media se van a cimentar las bases de lo que más adelante habrían de ser la Universidades como las conocemos a nivel mundial, y en un tiempo reciente se habrían de convertir en las novedosas, desafiantes y libres Universidades, con independencia del control de otros organismos, sin necesidad de la aprobación de la estructura de poder gubernamental para modificar las reglas de funcionamiento interno de la institución, siendo el grupo de las universidades autónomas latinoamericanas las abanderadas en la formación del talento humano que ha dirigido gran parte de los lineamientos sociales en nuestros pueblos tan carenciales.

En el caso venezolano, esa autonomía va a estar imbricada con la renta petrolera. De ahí que en la búsqueda de mantener esa Autonomía, el Estado benefactor de la democracia participativa invierte importantes sumas de dinero en las universidades del país, con las inevitables controversias y enfrentamientos con gobiernos y gobernantes de turno, pero con la tutela del Estado. A fin de cuentas, independientemente del valor que se le quiera dar a la autonomía para decidir cómo invertir el dinero recibido por el Estado, el fin último de la Academia reposa en la libertad de cátedra que es el derecho a no morir por dar clases, precepto platónico por antonomasia.

En términos generales, se hace un gran énfasis en señalar que la Universidad requiere de autonomía para:

1.Hacer un manejo independiente de los recursos económicos que recibe del ente que la financia (en nuestro caso el Estado benefactor y rentista).

2.Tener la posibilidad de elegir las autoridades por los miembros del claustro, los cuales son los profesores y los estudiantes. Este precepto es claramente vulnerado por la actual ley de universidades, en donde obreros y empleados tendrían un poder igual a efectos de validar con el voto el funcionamiento universitario.

3. Decidir cuál es el conocimiento en el que se invierte, el cual, por sentido común, además de su carácter universal, suele tener un carácter utilitario en relación al bienestar de toda la sociedad.

4. Lo más importante y a lo cual deben derivar los tres enunciados anteriores: La libertad de cátedra, que es en sí el alma de la universidad y cualquier otro elemento debe ser subordinado a este. Entendiendo por libertad de cátedra el estimular y proteger el pensamiento que se genera en la Academia y defender los derechos del docente que lo preconiza.

El caso venezolano, como casi todo lo venezolano, está estrechamente vinculado al petróleo desde que hizo su aparición. La movilización social que se produce en la Universidad Autónoma venezolana de carácter gratuito e igualitario es tal que durante más de medio siglo los gentes de los más disímiles confines tuvo una movilización social asociada a aceptables niveles de vida en donde las posibilidades de perfeccionar los estudios en multiplicidad de centros a nivel mundial no hubiese sido ni siquiera una fantasía de no ser por la extraordinario riqueza petrolera y su inversión en educación.

El anecdotario de cada persona nos da muestras de las múltiples experiencias personales de vinculación con la Universidad Autónoma venezolana. Mi padre se crió en una aldea del estado Lara llamada Pozo Arriba, que difícilmente puede aparecer en algún mapa. Durante su infancia fue pastor de cabras en ese caserío. De ese sitio salió mi padre, quien tuvo acceso a los estudios universitarios en la ciudad de Mérida. La Universidad de Los Andes le dio una beca, residencia, y transporte. En relación a la comida, mi padre prefería el comedor popular que el de la universidad.

Beneficiado con una beca, trataba de ahorrar un tanto para enviarles mensualmente a sus padres en Lara. Una vez concluidos sus estudios universitarios como Ingeniero Forestal, concursó y se comenzó a desempeñar como Profesor ordinario, pudiendo lograr estudios de alto nivel en la Universidad de Syracuse, del estado de New York en los Estados Unidos, especializándose como botánico. De ahí que parte de mi infancia fue en el país del norte, donde vivimos durante varios años. Esta es solo una muestra del infinito poder de movilización social que ejerció la Universidad y de cuánto se modificó de manera positiva el país gracias a su existencia.

Es la sociedad venezolana actual, la confluencia de las más puras y mejor preparadas generaciones desde el punto de vista intelectual. La aparición de un modelo de sociedad con una estructura diseñada desde el Estado, a la par de una comunidad altamente desarrollada, no es un fenómeno nuevo en la historia. Ha ocurrido desde que se crea la filosofía en Atenas y en la Alemania pre Nazi, solo para citar un par de ejemplos. Pareciera que en ocasiones, los altos niveles de desarrollo de una sociedad son a la vez una suerte de presagio de su decadencia. La masiva migración de venezolanos a múltiples lugares del planeta ante los temores políticos probablemente supere el 10% de la totalidad de los pobladores de nuestra patria, siendo parte de esta estampida lo más selecto de la intelectualidad del continente, formada en nuestros excelsos centros de estudio. Abordar el tema de la Autonomía es siempre un campo para exponer propuestas y potenciales deseos de perfeccionamiento de la misma. El tiempo que vivimos nos plantea el riesgo de que la misma sea vulnerada en su centro íntimo valorativo. Espero de todo corazón equivocarme, pero en los próximos años se ha de instaurar en la que una vez fue la nación con mayor porvenir de la región, un modelo de inter-vinculación con el poder que impide el desenvolvimiento de cualquier institución con elementos autonómicos. Por el sedero que vamos, la luz de las universidades propenderá a atenuarse inexorablemente. La casa que vence las sombras mientras tanto será vencida y como tantas veces ha ocurrido en el transcurso de la historia, pasará un tiempo para reponerse de tan aparatosos escenarios. Es absolutamente cercano el riesgo de que el oscurantismo más depurado, a través del totalitarismo, aplaste el libre pensamiento por un tiempo y la libertad de cátedra viva en zozobra constante. Como cada ciclo, este también tendrá su fin, para volver a empezar y resurgir. Ojalá el tiempo nos permita ver el renacer de lo que no pudimos defender y vuelva a aparecer en Venezuela la Universidad Autónoma tal como la conocimos una vez. Que así sea.

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