Eleazar Narváez Bello
@eleazarnarvaez
Aquellos cuya esperanza es débil pugnan por la
comodidad o por la violencia, mientras que aquellos cuya esperanza es fuerte ven
y fomentan todos los signos de la nueva vida y están preparados en todo momento
para ayudar al advenimiento de lo que se halla en condiciones de nacer. Erich
Fromm
En el inicio de este año 2018 no quiero quedarme atrás en eso de escribir sobre la posibilidad o esperanza razonable de que ocurra o consigamos algo que anhelamos. Pero lo digo con la convicción de que es necesario hacerlo sin dejar de pensar en aquello que es imprescindible acometer para que se concreten nuestras aspiraciones. Dicho de otro modo, me refiero a la esperanza activa que debemos abrazar para hacerle frente a desafíos cruciales que vemos en el horizonte de los meses del año en curso. No a lo que Erich Fromm consideraba la espera pasiva o el “violentamiento ajeno a la realidad de circunstancias que no se presentarán”.
Si bien son muchas y diversas las expectativas que circulan
en el espacio público, sin embargo, hay dos que conciernen a la vida política
nacional y al mundo universitario a las cuales hago mención especial. Son ellas,
por un lado, la posibilidad de que los venezolanos emprendamos la
reconstrucción del país en un clima de verdadera democracia y de libertad, con
un ejercicio del poder sin mesianismos y comprometido sin discriminaciones con
el bienestar en general de todos sus habitantes, y además respetuoso de las
diferencias, de la relación con los otros y de la dignidad de las personas; y
por el otro, la posibilidad de que la universidad venezolana fortalezca su
defensa y avance en la conquista de las condiciones necesarias para un mejor
ejercicio de su autonomía que la apuntale en la consecución de sus objetivos
esenciales.
Son expectativas que requieren de nuestro permanente y
activo concurso, vale decir, de las respectivas previsiones. En el ámbito
político es preciso profundizar la búsqueda de la unidad de todas las fuerzas
democráticas, tanto de propósitos como de acción. Siempre con la convicción y
el compromiso de que es preciso ir más allá de lo electoral, pues no sólo se
trataría de obtener la victoria ante un régimen que ha acumulado un descomunal
poder, tanto con la disponibilidad de cuantiosos recursos como en el control
casi absoluto de las instituciones fundamentales del país. La unidad sería
imprescindible también para enfrentar la magnitud y la complejidad de los
problemas y desafíos que tendríamos por delante, si lográramos ganar la
presidencia de la República. Es una
unidad concebida no solo para salir de la horrible pesadilla que hoy vivimos,
sino también como plataforma fundamental para la reconstrucción y la
gobernabilidad democrática.
Asimismo, los esfuerzos concretos para lograr la unidad de
los universitarios en la defensa y el fortalecimiento de la institución
universitaria representan un asunto clave. Se impone un llamado sincero al
diálogo y al entendimiento de todos los actores de la comunidad universitaria,
trabajar de verdad y con urgencia para alcanzarlo. Ello es una
condición primordial para incentivar y producir una mayor movilización
universitaria sin fanatismos, afincada en el conocimiento de nuestra
problemática institucional, con la toma de conciencia de aquello que nos
amenaza y perjudica y también de las exigencias fundamentales de cara a la
transformación universitaria. Sin duda alguna, la iniciativa de la Asociación
de Profesores de la UCV (APUCV) de instalar el Parlamento Docente Universitario
el pasado lunes 22 de enero, es un buen comienzo, podría dar sus frutos
importantes en esa dirección.
Digamos, finalmente, parafraseando a uno de los personajes
de la novela “La elegancia del erizo”, de Muriel Barbery, que estamos obligados
a construir algo ahora, a toda costa, teniendo en mente que si olvidamos el
futuro perdemos el presente.
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