lunes, 29 de enero de 2018

Expectativas y prevenciones



Eleazar Narváez Bello
@eleazarnarvaez

Aquellos cuya esperanza es débil pugnan por la comodidad o por la violencia, mientras que aquellos cuya esperanza es fuerte ven y fomentan todos los signos de la nueva vida y están preparados en todo momento para ayudar al advenimiento de lo que se halla en condiciones de nacer. Erich Fromm

En el inicio de este año 2018 no quiero quedarme atrás en eso de escribir sobre la posibilidad o esperanza razonable de que ocurra o consigamos algo que anhelamos. Pero lo digo con la convicción de que es necesario hacerlo sin dejar de pensar en aquello que es imprescindible acometer para que se concreten nuestras aspiraciones. Dicho de otro modo, me refiero a la esperanza activa que debemos abrazar para hacerle frente a desafíos cruciales que vemos en el horizonte de los meses del año en curso. No a lo que Erich Fromm consideraba la espera pasiva o el “violentamiento ajeno a la realidad de circunstancias que no se presentarán”.

Si bien son muchas y diversas las expectativas que circulan en el espacio público, sin embargo, hay dos que conciernen a la vida política nacional y al mundo universitario a las cuales hago mención especial. Son ellas, por un lado, la posibilidad de que los venezolanos emprendamos la reconstrucción del país en un clima de verdadera democracia y de libertad, con un ejercicio del poder sin mesianismos y comprometido sin discriminaciones con el bienestar en general de todos sus habitantes, y además respetuoso de las diferencias, de la relación con los otros y de la dignidad de las personas; y por el otro, la posibilidad de que la universidad venezolana fortalezca su defensa y avance en la conquista de las condiciones necesarias para un mejor ejercicio de su autonomía que la apuntale en la consecución de sus objetivos esenciales.  

Son expectativas que requieren de nuestro permanente y activo concurso, vale decir, de las respectivas previsiones. En el ámbito político es preciso profundizar la búsqueda de la unidad de todas las fuerzas democráticas, tanto de propósitos como de acción. Siempre con la convicción y el compromiso de que es preciso ir más allá de lo electoral, pues no sólo se trataría de obtener la victoria ante un régimen que ha acumulado un descomunal poder, tanto con la disponibilidad de cuantiosos recursos como en el control casi absoluto de las instituciones fundamentales del país. La unidad sería imprescindible también para enfrentar la magnitud y la complejidad de los problemas y desafíos que tendríamos por delante, si lográramos ganar la presidencia de la República.  Es una unidad concebida no solo para salir de la horrible pesadilla que hoy vivimos, sino también como plataforma fundamental para la reconstrucción y la gobernabilidad democrática.

Asimismo, los esfuerzos concretos para lograr la unidad de los universitarios en la defensa y el fortalecimiento de la institución universitaria representan un asunto clave. Se impone un llamado sincero al diálogo y al entendimiento de todos los actores de la comunidad universitaria, trabajar de verdad y con urgencia para alcanzarlo. Ello es una condición primordial para incentivar y producir una mayor movilización universitaria sin fanatismos, afincada en el conocimiento de nuestra problemática institucional, con la toma de conciencia de aquello que nos amenaza y perjudica y también de las exigencias fundamentales de cara a la transformación universitaria. Sin duda alguna, la iniciativa de la Asociación de Profesores de la UCV (APUCV) de instalar el Parlamento Docente Universitario el pasado lunes 22 de enero, es un buen comienzo, podría dar sus frutos importantes en esa dirección.

Digamos, finalmente, parafraseando a uno de los personajes de la novela “La elegancia del erizo”, de Muriel Barbery, que estamos obligados a construir algo ahora, a toda costa, teniendo en mente que si olvidamos el futuro perdemos el presente.

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