Reinaldo Rojas
09/04/2018
La reforma universitaria de Córdoba, Argentina, de 1918 está cumpliendo cien años. Aquel fue un acontecimiento capital en la historia no sólo de la universidad latinoamericana, sino, también en la historia intelectual de nuestro continente. Desde el punto de vista de la Universidad hay un antes y un después de Córdoba. Y en términos intelectuales, detrás del movimiento estudiantil hay un complejo sistema de relaciones culturales e ideológicas, que explican, o ayudan a explicar, su universalidad y proyección continental. En realidad, se trata de la primera reforma que vive la universidad latinoamericana desde sus orígenes coloniales y aquel ideario, además de darle sello particular a nuestra organización universitaria de hoy, en muchos aspectos mantiene aún su plena vigencia. ¿Cuál fue el ideario que movió a aquella juventud y a aquellos profesores que los acompañaron?
Romper el monopolio
Romper el monopolio
El escritor peruano y líder de aquel movimiento estudiantil, Luis Alberto Sánchez, lo resume de la siguiente manera: 1) Devolver la Universidad a la sociedad en que se desarrolla, lejos de prejuicios y limitaciones de clase, casta o familia; 2) ponerla al alcance de las clases desvalidas, haciendo flexible la asistencia y creando las cátedras libres y paralelas, que compitan o sustituyan a las oficiales o inflexibles; 3) con el fin de romper el monopolio familiar y oligárquico, ejercido sin discriminación por un cerrado cuerpo de profesores, exigió la participación de los estudiantes en el gobierno de las universidades; 4) para quebrantar la impermeabilidad de un profesorado dogmático, ajeno a menudo a las variaciones de sus respectivas disciplinas, propugnó la temporalidad de la cátedra, esto es, la revisión de la idoneidad del profesor cada cierto número de años, que varió entre cinco y diez; 5) contra la inmutabilidad de los programas y sistemas, alentó la enseñanza en seminarios, coloquios y mesas redondas; 6) para hacer más fecunda la acción de la Universidad, propuso inaugurar las Universidades populares, estableciendo la obligación del estudiante de ser profesor de quienes supieran menos que él, especialmente de obreros y campesinos; 7) impulsó considerablemente la vinculación de la Universidad con los grandes problemas de cada país o región; 8) abogó por una relación más estrecha entre las universidades de América Latina.
El antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, resume en diez las postulaciones básicas de la Reforma de Córdoba: 1) “El cogobierno estudiantil; 2) la autonomía política, docente y administrativa de la Universidad; 3) la elección de todos los mandatarios de la Universidad por asamblea con representación de los profesores, de los estudiantes y de los egresados; 4) la selección del cuerpo docente a través de concursos públicos que aseguren amplia libertad de acceso al magisterio; 5) la fijación de mandatos con plazo fijo (cinco años generalmente) para el ejercicio de la docencia, solo renovables mediante apreciación de la eficiencia y competencia del profesor; 6) la gratuidad de la enseñanza superior; 7) la asunción por la Universidad de responsabilidades políticas frente a la nación y la defensa de la democracia; 8) la libertad docente; 9) la implantación de cátedras libres y la oportunidad de impartir cursos paralelos al del profesor catedrático, dando a los estudiantes la oportunidad de optar entre ambos; 10) la libre asistencia a clases. En los últimos veinte años del siglo XX se agregaron la elevación del nivel científico del profesorado a través de una política de formación de postgrado y la mejora de sus condiciones de vida.
Objetivos fundamentales
Para el filósofo peruano Augusto Salazar Bondy, cuatro podrían ser los objetivos fundamentales que caracterizan el movimiento político-académico de Córdoba: a) abrir la Universidad a sectores más amplios de alumnos, sin consideración de su origen y posición social, y facilitar en todo lo posible el acceso de estos sectores a las profesiones y especialidades, de donde se derivó la reivindicación de la asistencia libre en beneficio de los estudiantes que trabajan; b) dar acceso a la enseñanza a todos los intelectuales y profesionales competentes, sean cuales fueren sus ideologías y sus procedencias, de donde proviene la cátedra libre y la periodicidad del contrato profesional; c) democratizar el gobierno universitario, de donde proviene la participación estudiantil y la representación de los graduados; y d) vincular la Universidad con el pueblo y la vida de la nación, de donde se derivó la publicidad de los actos universitarios, la extensión cultural, las Universidades populares y la colaboración obrero-estudiantil. Solo estas tres visiones nos dan material suficiente para valorar la trascendencia de aquel movimiento centenario. Volveremos sobre el tema.
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