Rafael Rangel Aldao
11/05/2019
El país más avanzado del mundo agrupa sus academias en una sola entidad, Las Academias Nacionales de Ciencias de Estados Unidos (NAS). Esa corporación incluye a la Academia Nacional de Ciencias (1863) que comenzó con 50 académicos, la Academia Nacional de Ingeniería (1964) y la Academia Nacional de Medicina (1970/2015). Las tres acumulan 2.380 miembros, 485 asociados extranjeros y más de 300 Premios Nobel. La membresía no contempla, pues, cupos fijos e individuos de número. Para ser miembro el requisito es tener contribuciones fundamentales en cada campo del respectivo saber. Tampoco reciben las NAS financiamiento directo del gobierno, si bien muchas de sus actividades las ampara el Congreso.
Esta estructura tiene muchos beneficios, entre ellos: (1) Crecimiento continuo según el desarrollo del país; (2) Autonomía en la escogencia de los miembros de cada Academia; (3) Adaptación al cambio por la incorporación de cada miembro en su etapa más productiva; (4) Sinergia de acción transdisciplinaria entre las academias; (5) Independencia política del gobierno de turno; (6) Presión selectiva para recaudar fondos según la actuación de las Academias; (7) Actualización constante a las necesidades del desarrollo del país.
Es hora de pensar
Las Academias venezolanas si bien tienen actividades inter académicas de conferencias y textos, requieren de un instrumento legal común que les confiera la capacidad sinérgica y transdisciplinaria que demanda el mundo contemporáneo, especialmente ante el futuro que se avecina. Es hora de pensar en esos nuevos mecanismos que permitan actuar con mayor dinamismo y ensayar estructuras que faciliten la incorporación de muchos más académicos en plena etapa productiva, dentro y fuera de Venezuela. Como instituciones de utilidad pública, tienen el reto insoslayable de señalar los caminos que permitan abordar con prontitud esa aceleración tecnológica y social de países avanzados, que nuestros vecinos experimentan ya con gran premura.
@rrangelaldao
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