Gioconda San Blas
Tal Cual, 21/04/2016
“Fir…”, “a discreción”, “media vuelta”… vociferaba el personaje uniformado encargado de la instrucción militar de adolescentes en un plantel público al cual fui para compartir una feria científica y tecnológica de jóvenes liceístas. Como “acto cultural” dentro de la programación, se incluyó este singular despliegue “militar”. El contraste no podía ser mayor: la subordinación, la obediencia sumisa, a gritos, de la disciplina militar en oposición al razonamiento lógico y sosegado, a la libertad del pensamiento creativo del científico.
No surgía esa asignatura militar de un capricho de la directiva del plantel. Ya desde 2011 (Gaceta Oficial 39.641, 24/03/11, resolución 017621 del Ministerio de la Defensa) está vigente el “plan de educación militar para la defensa integral” en los subsistemas de educación básica y universitaria de la nación. Como instructores en esos cursos, la milicia bolivariana, un grupo creado al margen de la estructura profesional militar, muchos ni siquiera bachilleres, politizados a favor del régimen, dispuestos a hacer de las suyas para imponer en niños y jóvenes el lenguaje de la guerra, una única visión del mundo y consolidar en ellos la idea de que aquí estamos para obedecer a la jerarquía militar, a contrapelo de lo que el mundo civil reconoce como forma de relación en sociedad: libre discusión de las ideas y fórmulas de consenso.
De manera que el instructivo N.º Ceofanb 001-16, de fecha 7 de marzo de 2016, emitido por el Ministerio de la Defensa y el Comando Estratégico Operacional de la FANB, ordenando realizar la campaña motivacional El Valiente Soldado Bolivariano 2016, no es más que una extensión de la anterior resolución, en el empeño de adoctrinar a la nueva generación de venezolanos en su “amor… a los hombres en armas”, contribuyendo a “la formación del nuevo ciudadano con conciencia socialista… defensores de la soberanía y seguridad de la Nación”. O sea, convertir a nuestros niños en copias tropicales de las Hitlerjugend (juventudes hitlerianas) o la Opera Nazionale Balilla de Mussolini.
Uno se pregunta si vale la pena alarmarse ante este programa de adoctrinamiento masivo, dado el reducido presupuesto destinado a él: Bs. 59.391.804 para “formar” 707.430 niños, es decir, Bs. 84 (ochenta y cuatro) por alumno. Pero sí, sin importar el monto, hay que preocuparse. A lo largo de 200 años de historia republicana, lo militar ha ocupado lugar preponderante (apenas unos 50 años de gobiernos civiles, casi todos frágiles por la permanente amenaza castrense a sus espaldas), sin que su ejercicio prolongado en el poder se haya traducido en progreso para el país. Como apunta Rafael Arráiz Lucca en su libro “Civiles”, “el militarismo ha estado invadiendo el ámbito de la ciudadanía; mandando, más que gobernando; girando instrucciones, más que buscando consensos”. El mito del hombre fuerte, por lo general imponiéndose con el forcejeo de las armas.
Mientras tanto, han sido civiles expertos en las más variadas ramas del saber, los responsables en la era democrática 1958-1998 por la construcción de grandes obras de ingeniería, por la estructuración de un sistema sanitario acorde con los tiempos modernos, por la fundación de un sistema científico tecnológico que nos colocó por primera vez en el mapa de la ciencia mundial, por un desarrollo destacado de la vida cultural. Todas ellas obras venidas a menos por mano de un régimen dizque “cívico-militar” que ha puesto en improvisadas manos castrenses el manejo de los más delicados asuntos técnicos de la nación.
En los últimos 15 años, Venezuela ha comprado casi US$ 6 mil millones en equipos bélicos diversos, principalmente a Rusia, China y España, que podrían haberse invertido en la construcción de escuelas y hospitales. Armas compradas para disparar contra un pueblo inerme que protesta por la falta de alimentos y medicamentos, exigiendo mejores servicios de salud o calidad educativa.
“Hombres que han creído que Venezuela es su patrimonio”, clamó José María Vargas hace 180 años, refiriéndose a los caudillos militares que negaban a los civiles el derecho a gobernar, a cuenta de una perpetua compensación por sus servicios en la gesta independentista. Han pasado casi dos siglos del alegato varguense y todavía ellos siguen creyendo que Venezuela es su patrimonio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario