Elsa Pilato
28/07/2018
El profesor Ronald Vargas Balda obtuvo el Premio Arnoldo Gabaldón de Química que otorga la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales por sus méritos académicos y aportes al conocimiento científico.
Vargas Balda conoce bien la Universidad Simón Bolívar. En sus aulas y laboratorios se formó como ingeniero químico, y luego como doctor en Química. Desde 2012 es docente, tutor e investigador en esa casa de estudios y ha podido percibir una diferencia entre los estudiantes de hoy en comparación con los del pasado. “Me preocupa que para los más jóvenes terminar una carrera sea un sueño inalcanzable. Eso indica un cambio generacional gigantesco con respecto a lo que era el venezolano, su formación, su cultura. Hay alumnos de segundo o tercer año que abandonan las clases para trabajar o emigrar, porque ven demasiado lejos el grado y muy bajo el beneficio económico que percibirán unas vez que hayan egresado”.
Por contraste, entre quienes están terminando sus estudios de pregrado o postgrado, la mentalidad dominante es concluir la formación. “Ellos muestran incertidumbre, pero también saben que a un profesional de calidad se le abrirán las puertas dentro o fuera del país”.
El profesor opina que aún en medio de la situación actual de las universidades, “quienes permanecemos en la USB debemos hacer las cosas bien, sin importar que se esté cayendo a pedazos”.
Es enfático cuando afirma: “Estamos perdiendo décadas de transmisión de conocimiento, de cómo hacer ciencia en Venezuela. Habrá que incentivar el regreso de quienes se fueron, pero eso se logrará con una visión coherente de país, porque mientras sigamos así, solo nos queda la curiosidad científica y la responsabilidad social de documentar, publicar y dejar proyectos armados de una tecnología para el desarrollo que ya ha sido probada en los laboratorios de la USB. Cuando alguien quiera usar ese conocimiento, estará disponible”, asegura.
Buscando el porqué
Vargas Balda recuerda el impacto que le produjo descubrir los laboratorios de química en la USB. Eran otros tiempos y otros los recursos, de allí que los estudiantes pudieran realizar sus prácticas de manera autónoma y contar con reactivos y materiales. “Siempre volví a los laboratorios a buscar el porqué de las cosas”, dice el científico que exige ante todo la verificación de sus hipótesis.
Doctorado en Química con especialización en Electroquímica, tiene en esta área el centro de su investigación que comparte con su grupo de trabajo en la USB integrado por los profesores Gloria Madrid y Benjamín Scharifker. “Hacemos electroquímica para entender los procesos que determinan las reacciones redox. Se trata de reacciones químicas que están en todas partes. Al entenderlas, comprendemos mejor qué es lo que permite que la vida, el ciclo del agua y del aire, existan”.
El paso a la electroquímica aplicada fue exitoso y vio sus frutos en un proyecto conjunto con Funindes USB para la empresa Repsol, cuando esta funcionaba en Venezuela. “Diseñamos una planta y la probamos en el laboratorio, y también con el sol directo en el campus de Sartenejas. Hicimos lo mismo con Bigott para el tratamiento de nicotina con luz solar y semiconductores”.
Otro proyecto de investigación, que combina ambiente, energía y electroquímica, ocupa sus pensamientos en fechas recientes, pero indica que no cuenta con apoyo para que pueda integrarse a las políticas gubernamentales en materia energética. El experto lo explica así: “Los efluentes municipales de las ciudades tienen mucha urea, y en los protocolos de tratamiento de agua, cuando se quitan los sólidos, queda un alto contenido de urea que se puede oxidar por vía electroquímica, y, como subproducto de la reacción, obtener hidrógeno. El hidrógeno gaseoso es peligroso, hay que almacenarlo y tenemos la tecnología desarrollada para hacerlo. Pero lo cierto es que esta fuente de hidrógeno podría tener un uso energético, y si el país no quiere evolucionar en esa dirección, puede vender el hidrógeno”.
El grupo de Electroquímica trabaja con el profesor Oswaldo Núñez, quien lidera el Laboratorio de Química Ambiental y Fisicoquímica Orgánica de la USB, y en el exterior, con los docentes Franco Cabrerizo de la Universidad Nacional de San Martín, Argentina, y David Fermín de la Universidad de Bristol, Inglaterra.
Vargas Balda conoce bien la Universidad Simón Bolívar. En sus aulas y laboratorios se formó como ingeniero químico, y luego como doctor en Química. Desde 2012 es docente, tutor e investigador en esa casa de estudios y ha podido percibir una diferencia entre los estudiantes de hoy en comparación con los del pasado. “Me preocupa que para los más jóvenes terminar una carrera sea un sueño inalcanzable. Eso indica un cambio generacional gigantesco con respecto a lo que era el venezolano, su formación, su cultura. Hay alumnos de segundo o tercer año que abandonan las clases para trabajar o emigrar, porque ven demasiado lejos el grado y muy bajo el beneficio económico que percibirán unas vez que hayan egresado”.
Por contraste, entre quienes están terminando sus estudios de pregrado o postgrado, la mentalidad dominante es concluir la formación. “Ellos muestran incertidumbre, pero también saben que a un profesional de calidad se le abrirán las puertas dentro o fuera del país”.
El profesor opina que aún en medio de la situación actual de las universidades, “quienes permanecemos en la USB debemos hacer las cosas bien, sin importar que se esté cayendo a pedazos”.
Es enfático cuando afirma: “Estamos perdiendo décadas de transmisión de conocimiento, de cómo hacer ciencia en Venezuela. Habrá que incentivar el regreso de quienes se fueron, pero eso se logrará con una visión coherente de país, porque mientras sigamos así, solo nos queda la curiosidad científica y la responsabilidad social de documentar, publicar y dejar proyectos armados de una tecnología para el desarrollo que ya ha sido probada en los laboratorios de la USB. Cuando alguien quiera usar ese conocimiento, estará disponible”, asegura.
Buscando el porqué
Vargas Balda recuerda el impacto que le produjo descubrir los laboratorios de química en la USB. Eran otros tiempos y otros los recursos, de allí que los estudiantes pudieran realizar sus prácticas de manera autónoma y contar con reactivos y materiales. “Siempre volví a los laboratorios a buscar el porqué de las cosas”, dice el científico que exige ante todo la verificación de sus hipótesis.
Doctorado en Química con especialización en Electroquímica, tiene en esta área el centro de su investigación que comparte con su grupo de trabajo en la USB integrado por los profesores Gloria Madrid y Benjamín Scharifker. “Hacemos electroquímica para entender los procesos que determinan las reacciones redox. Se trata de reacciones químicas que están en todas partes. Al entenderlas, comprendemos mejor qué es lo que permite que la vida, el ciclo del agua y del aire, existan”.
El paso a la electroquímica aplicada fue exitoso y vio sus frutos en un proyecto conjunto con Funindes USB para la empresa Repsol, cuando esta funcionaba en Venezuela. “Diseñamos una planta y la probamos en el laboratorio, y también con el sol directo en el campus de Sartenejas. Hicimos lo mismo con Bigott para el tratamiento de nicotina con luz solar y semiconductores”.
Otro proyecto de investigación, que combina ambiente, energía y electroquímica, ocupa sus pensamientos en fechas recientes, pero indica que no cuenta con apoyo para que pueda integrarse a las políticas gubernamentales en materia energética. El experto lo explica así: “Los efluentes municipales de las ciudades tienen mucha urea, y en los protocolos de tratamiento de agua, cuando se quitan los sólidos, queda un alto contenido de urea que se puede oxidar por vía electroquímica, y, como subproducto de la reacción, obtener hidrógeno. El hidrógeno gaseoso es peligroso, hay que almacenarlo y tenemos la tecnología desarrollada para hacerlo. Pero lo cierto es que esta fuente de hidrógeno podría tener un uso energético, y si el país no quiere evolucionar en esa dirección, puede vender el hidrógeno”.
El grupo de Electroquímica trabaja con el profesor Oswaldo Núñez, quien lidera el Laboratorio de Química Ambiental y Fisicoquímica Orgánica de la USB, y en el exterior, con los docentes Franco Cabrerizo de la Universidad Nacional de San Martín, Argentina, y David Fermín de la Universidad de Bristol, Inglaterra.
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