jueves, 12 de mayo de 2016

Resignificar la educación

Rosario Anzola
 12/05/2016

Me duele, y mucho, la decadencia de la educación en nuestro país. Estamos en los últimos puestos del mundo en lo que se refiere a competencias lectoras, matemáticas y científicas. Profeso la creencia de que una educación de calidad brinda valiosas oportunidades a la población para superarse y vivir con dignidad. La pobreza surge precisamente de lo contrario: del desequilibrio y la carencia de oportunidades. Tengo contacto permanente con docentes de primaria y bachillerato, a través de programas creativos que plantean resignificar la educación y, por pequeño que sea el impacto puesto que mi trabajo llega a un limitado número de docentes, puedo afirmar que con orientaciones sencillas, plenas de sentido común y espíritu de respeto, se consigue romper el paradigma de una educación esclerosada y castrante.

Las políticas públicas de Venezuela -en cuanto a educación- han sido muy ineficaces en los últimos veinticinco años. No dudo que la aspiración de contar con una educación para todos, democrática e inclusiva, esté alimentada de buenas intenciones, pero sin acciones eficaces no se alcanzan logros sociales. Hay buenas experiencias, pero en su mayoría se trata de casos aislados, vistos además con recelo por parte de las autoridades educativas, empeñadas en desestimular la sana competencia y alérgicas a la palabra “excelencia”, que mucho nos falta.

Sueño y creo posible, para eso comparto con varios grupos una cruzada de buena voluntad y perseverancia, que Venezuela, en un futuro cercano, pueda ingresar a los primeros puestos del PISA (Programa para la evaluación internacional de alumnos / Porgramme for International Student Assessment), donde lamentablemente Latinoamérica y África están en últimos lugares.
Para que una sociedad evolucione positivamente ha de aprender y asimilar las buenas prácticas de otras sociedades. Precisamente los estudios del PISA han ubicado a China, Hong Kong, Singapur, Japón y Corea del Sur en los primeros lugares de calidad educativa. Llama la atención que sean estos países asiáticos quienes se destacan. Pienso que es tal vez por su ancestral disciplina y constancia, aunadas a una cultura esencialmente competitiva. Sin embargo, esto último resulta cuestionable, pues siempre he sostenido que hay que enseñar a los estudiantes a cooperar antes que competir. Claro está, son culturas diferentes a la nuestra y dentro de las diferencias tenemos que encontrar las adecuaciones a la idiosincrasia venezolana.

El país que sigue a los asiáticos es Finlandia. Solicito a los lectores que establezcan el contraste entre los principios que rigen la educación en Finlandia y los que se han “entronizado” en nuestro país:

1. Los docentes son respetados y valorados. La educación es una profesión con prestigio y los maestros y profesores son profesionales muy bien preparados y con vocación comprobada. 
2. La educación es gratuita para la población entre 7 y 16 años. Los libros y los materiales escolares, así como una comida al día son también gratis. 
4. El currículo tiene lineamientos básicos nacionales, pero los planteles diseñan y organizan su propio currículo en acuerdo con la comunidad.
5. La educación es personalizada. Desde el preescolar se apoya a los alumnos con necesidades especiales, así como también a los alumnos menos aventajados, quienes incluso son ayudados por otros alumnos y pueden cursar módulos adicionales con grupos pequeños para ponerse al día en sus estudios.
6. El juego y el descanso son tan importantes como las clases. Los pequeños inician escolaridad a los 7 años, edad en que se les considera maduros para aprender. Los estudiantes de primaria tienen solo 3 o 4 clases al día, con descansos de 15 minutos entre cada una de ellas a los que se suma el descanso para comer. Apenas hay tareas, el trabajo se hace en clase, no en casa.
7. Preparar clases es parte de la jornada laboral. Las horas en el aula son reducidas, a fin de contar con el tiempo necesario para preparar las clases, investigar, organizarse o trabajar en proyectos con otros docentes.
8. Se evita la competencia y las cifras. Los estudiantes no hacen exámenes ni reciben calificaciones hasta 5º curso (11 años) y los informes que el profesor elabora para los padres son descriptivos y cualitativos.
9. Se privilegia y estimula la curiosidad, la participación y la capacidad de emprendimiento, valorándose la creatividad, la experimentación y la colaboración por encima de la memorización y las lecciones magistrales.
10. Los padres se involucran con compromiso genuino, sumándose a las actividades compartidas: educativas, deportivas, culturales, etc.

Sí es posible cumplir con estas premisas en Venezuela, pero hay que trabajar duro para ello, a pesar de la política y la economía.

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