domingo, 17 de septiembre de 2017

Antonio López Ortega enjuicia el papel de los intelectuales bajo la sombra del poder

Nabor Zambrano
17/09/2017

El narrador, ensayista y gerente cultural dice que "si hay alguna función del intelectual es la de alertar a la sociedad de lo terrible que puede que puede ser no cumplir con el oficio de ser crítico"

A lo largo de 120 páginas, mil veces de una primera edición, Antonio López Ortega discurre en pulsión de libelo sobre hechos cuyos ciclos no se han cerrado pero que en el seguimiento de conductas inauditas se disparan rotundos juicios. ¿Se le pueden cantar loas a Stalin y salir tan inmune como impune after Informe Kruschev? El drama de Ajmátova. O al Gran Timonel. O a Franco. O a Pinochet. O a Fidel. La confesión de Padilla. La escritura de "Diario de sombra" (Editorial Estilete) conduce a interpelaciones difíciles de evadir y abunda sobre dilemas no cancelados: el ambiguo maridaje entre intelectualidad y poder.

"Es un libro que cumple a cabalidad el precepto del diario literario –señala Antonio López Ortega, en su habitual tono pausado-, ese diario generalmente de escritores, tú sabes, el pensamiento del día, la reflexión de la que se quiere dar cuenta, una observación de la naturaleza, caramba, estoy leyendo a Paul Eluard y me gustaría citarlo. Es una escritura de la intimidad y en ese sentido la gente va a percibir el diario de un escritor, la cotidianidad del escritor, muy ligada al oficio. El apellido, 'de sombra', responde a que este libro yo lo comencé en 2002 y sigue en proceso: todavía en 2017 yo sigo escribiendo Diario de sombra. La editora (Sandra Caula) me convenció con argumentos muy finos de que valía la pena hacer una pequeña muestra de ese trabajo en el que llevo ya quince años de escritura".

Brevísima historia. El primer libro que le otorgó responsabilidades obligantes a Antonio López Ortega fue Cuerpo plural, en autoría compartida con Emilio Briceño Guerrero, Alejandro Vardery, Gustavo Guerrero, Juan Calzadilla Arreaza y otros que la memoria va destiñendo como el color de la editorial-revista que congregó, en furtivas escapadas del campus, a estudiantes de física en la Universidad Simón Bolívar, La Gaveta Ilustrada, por los años 1976, 77, 78, por ahí. En la acera del frente Antonia Palacios congregaba en el Taller Calicanto a jóvenes escritores en un fructífero cruce de experiencias y destinos con los talleristas de la Casa Rómulo Gallegos tutelada por Domingo Miliani. Los grupos Guaire y Tráfico hacían su vela de letras a la espera de un momento más propicio para salir a la turbulenta urbe.

"Está escrito –agrega ALO- en un período particularmente sombrío en nuestra Venezuela y de alguna manera esa cotidianidad difícil está reflejada en el libro. Tiene una línea medular permanente que tiene que ver con las relaciones entre intelectualidad y poder, que es una cosa que a mí siempre me ha interesado. Hago constantemente reflexiones sobre esa tensión siempre permanente entre intelectualidad y gobiernos, o entre intelectualidad y política o posiciones ideológicas, tratando de retratar una situación cotidiana muy dura para todos, pero especialmente para los escritores y para los artistas en general".

Brevísima comedia de enredos: Antonio López Ortega llega a la librería El Buscón en el Centro Cultural Trasnocho buscando un libro que le mandó Ednodio Quintero, Réplica, pero el autor no es el merideño sino el español Manuel Serrano y lo ilustra Nela Ochoa, esposa de López Ortega. Para el momento de esta entrevista, dos días antes de la presentación, la editorial El Estilete aún no ha enviado el suyo, el de López Ortega, a los buscadores de El Buscón, el cual fue bautizado en Lugar Común de Las Mercedes este sábado.

Esta historia es vieja, data de siglos: la censura, autores quemados en hogueras, el emblemático y febril siglo XX con el dilema para intelectuales que lo fueron en el terreno del estalinismo o el nazismo, hasta caer en una Venezuela irreconocible: “Hemos vivido situaciones muy penosas”, puntualiza López Ortega. “Escritores cuyas declaraciones a veces uno no entiende, manifiestos que se han firmado y uno se pregunta por qué fulano de tal que es una persona que uno tiene en estima, con una obra respetable, se presta para cualquier cosa. Eso es importante observarlo porque la condición intelectual que yo defiendo es la de la tradición intelectual que vive alerta en relación con el poder, vive criticando, vive vigilando al poder, porque yo siento que el poder en cualquier circunstancia es negativa".

La pregunta, más que obvia, del periodista tiene una respuesta de estilete en un libro de más de cien páginas destinadas a engrosar un drama excesivamente largo.

"Si hay alguna función del intelectual es la de alertar a los lectores y a la sociedad de lo terrible que puede ser no cumplir con el oficio de ser crítico, de llamar la atención, de escribir sobre las cosas que no están bien. En Venezuela hay muchos escritores que, repito, uno aprecia e incluso han estado en el plano de la amistad, han faltado a su labor de ser críticos, se han plegado a líderes, se han plegado a ideas vetustas, se ponen a firmar unos manifiestos vergonzosos, se ponen a hacer loas a personajes que no lo merecen, y finalmente traicionan su fuero, traicionan la importancia de su obra", dice.

López Ortega trazó su destino literario inscribiéndose, convencido de la grisura de la física, en la Escuela de Letras de la UCV para desembocar en la maestría de Estudios Hispanoamericanos de La Sorbona, llegando a desarrollar una diversificada producción literaria en paralelo a su labor gerencial en la Fundación Bigott, Fundarte, Conac, las editoriales Alfadil y Pequeña Venecia, y las excitantes ferias del libro de la Universidad de Carabobo y del Caribe en Nueva Esparta. Fue participante del International Writing Program de la Universidad de Iowa y becario de las fundaciones Rockefeller y Guggenheim. Es articulista de el diario El Nacional y un fiel acompañante de proyectos de envergadura que se baten por los intransigentes valores de la libertad, el disenso, la diversidad. Reúne, dicen quienes lo conocen de cerca, las condiciones y el perfil ministerial… en otra circunstancia país, claro.

Tomar distancia para ver el profundo daño

Invitamos al escritor, ensayista, editor y promotor cultural a ver desde el lado crítico la respuesta que el país ha dado a la situación ya descrita.

"Yo creo que en este período los intelectuales venezolanos críticos, incluyo a los sociólogos, a historiadores, ensayistas, los propiamente literarios, a pesar de todo han vivido un período de mucha producción. Y ha sido un período de mucha producción porque ha habido la necesidad de entender el mal, de entender por qué el país se vino a pique, por qué este liderazgo político tan mediocre y tan nefasto, por qué nos hemos vuelto adoradores de ideas muertas que ya se han hecho anacrónicas. La obra se ha crecido porque ha habido razones para preocuparse, para alertar, debatir y por supuesto para criticar", dice.

–¿Diario de sombra es una propuesta de debate sobre los asuntos que trata pero también, por el hecho mismo de la escritura, con la estética, hasta como diálogo inter pares?

–A ver: si con lo de estética te refieres a la manera en que el libro está escrito, la verdad es que está escrito… es una escritura de la intimidad, partamos de allí. Te lo digo por lo poco que he comenzado a percibir de gente que lo ha leído, una Victoria De Stefano, una Elisa Lerner, quienes me comentan un aspecto de forma, de la manera de como está escrito el libro, de la elegancia, de la poesía, de la reflexión, del respeto dentro de todo. Este libro tiene extractos de los años 2004 y 2005, por lo tanto yo hablo de unas circunstancias que están a unos doce años del momento actual. Pero por el hecho de revivir en la escritura episodios de esa época, yo hago de pronto extractos de declaraciones de (Ramón) Palomares, yo tomo un ataque público que me hace Néstor Francia en Aporrea y trato de dialogar con eso.

"Los lectores –agrega ALO- se impresionan de que lo que está retratado allí ya debía permitir que las alarmas sonaran y sin embargo como que no nos dábamos cuenta. Yo reflejo una conversación que tuve en Paris con Elizabeth Burgos en el año 2004, y Victoria De Stefano me comentaba que ya ella (Burgos) estaba en lo cierto y nosotros no estábamos tan convencidos de que eso pudiera suceder y el tiempo le ha dado la razón. Yo le hago mucho espacio a las lecturas que estoy haciendo en el momento. Yo me encontré en un momento dado con un gran pensador, que es Julián Marías, a través del ensayo Ser español, donde se pone a reflexionar al comienzo de la guerra civil de por qué España se fractura, por qué comenzamos a guerrear. Vista a la luz de lo que nos está pasando tiene una vigencia extraordinaria".

–¿Ameritó Diario de sombra una curaduría especial, a propósito de los hechos tan vertiginosos, cambiantes, que se han suscitado en ese tiempo?

–Cuando me pongo a leer los borradores siento que el libro se va a convertir, y lo quiero decir con humildad, en un documento de mucha fuerza. Porque yo entiendo lo vertiginoso como un nivel de acumulación de cosas en un mismo período muy fuerte, hiper concentrado. Cuando nosotros nos ponemos a desmenuzar todo lo que hay, los dictados y las barbaridades no se acaban; es más, te impresiona cómo la crueldad comenzó mucho antes y nosotros no reaccionamos a la altura, y ya venía una cosa muy dañina contra la gente. Es como lo llamaba Severo Sarduy, una enana blanca, donde hay un agujero negro, donde hay tanta cosa concentrada, tanta materia negra concentrada que la luz no sale. Precisamente por esa acumulación Diario de sombra se plantea la necesidad de desmenuzar, por lo menos en el campo cultural y lo que de alguna manera se acerca a la política, para dejar un testimonio de eso. Siento que aun estamos muy encima de los acontecimientos y nosotros necesitamos distancia para darnos cuenta de lo profundamente dañino que esto ha sido.

Informe de gestión. Como narrador ha publicado Cartas de relación (1982), Calendario (1985), Naturalezas menores (1991), Lunar (1996), la novela Ajena (2001), la compilación de narrativa breve Río de sangre (2005), Fractura y otros relatos (2006), Indio desnudo (2008) y La sombra inmóvil (2013). Como ensayista ha publicado El camino de la alteridad (1995) y Discurso del subsuelo (2002). Como antólogo ha publicado Las voces secretas (2006) y La vasta brevedad (2010), y más recientemente El nuevo país de las letras.

–¿De alguna forma el "Diario" ya no está pre-escrito (y que me perdonen los académicos), por lo menos en una pequeña parte, en tus artículos de prensa, precisamente una cita semanal de reflexión del drama nacional?

–Un buen amigo me hacía una reflexión a propósito de esa doble escritura y me señalaba que la escritura periodística y la escritura del "Diario" son como el envés y el revés de una misma intención. La reflexión en la prensa es más pública; en el "Diario" es más íntima, personal, pero es como si el referente fuera el mismo. Claro, el nivel que yo hago de reflexión y análisis en lo íntimo es algo que no puedo hacerlo público porque se convierte en un poco ininteligible.

–Esta historia no ha terminado y López Ortega tendrá que hacer acopio de paciencia, mucho pensamiento, para el abordaje de los temas que aparecerán como actores de una tragedia que parece interminable.

"Yo lo que siento –responde rotundo Antonio López Ortega- es que cuando nos toque analizar este período vamos a encontrar en el campo cultural mucho material valioso de crítica, de alerta, y que va a ser muy importante para entender este período con mayores datos. Por ejemplo, el material que ha producido el equipo de Luís Pedro España en el campo de la pobreza; vamos a sentar a los expertos en nutrición para ver cuál ha sido la ingesta y la dieta del venezolano; el tema de salud… Y pongamos a la gente del sector cultura para hablar de lo que ha pasado con los museos, con la proyección artística internacional de Venezuela; la presencia de Venezuela en las ferias del libro, no te digo Frankfurt, te digo las de América Latina; quién nos ha representado en Venecia o Sao Paulo; dónde están los premios de nuestros diseñadores que ganaban en Polonia y Leipzig; donde están los incentivos para la cultura popular; qué ha pasado con la preservación de las tradiciones; dónde está la relectura de Bárbaro Rivas o la reivindicación de Fulgencio Aquino. Es un gran vacío, un gran hueco. Ha habido mucha verbalización y muy poca concreción; no ha habido pensamiento y mucho menos ejecución".

Un título de 120 páginas, una edición austera y una apuesta de una joven editorial, El Estilete, en medio del borrascoso panorama del libro y las amenazas de los medios digitales. Su autor, de frondosa y rigurosa escritura, versatilidad temática y tono reflexivo, siente que “con este libro la escritura va a cesar cuando el país pueda pasar a otra cosa, pero mientras la pesadilla siga este el libro quiere ser un campo para poner memoria, para poner testimonio”.

"Yo nunca pensé, eso lo dijo Eugenio Montejo hablando de las pestes del siglo XXI, que después de las pesadillas del nazismo, el franquismo, el fascismo italiano, el comunismo ruso hubiera un período más fuerte para aleccionar al intelectual de cuál debe ser su rol en la sociedad. Por qué un poeta tan fino y tan exquisito como Paul Eluard se puso en un momento de su vida a escribirle poemas a Stalin, qué necesidad tenía de eso; le pasó también a Vallejo y le pasó también a Neruda. No puedo creer que en Venezuela esté pasando que una serie de intelectuales esté abrazando una causa y no se den cuenta del horror que hay allá y de la pesadilla que eso va a significar para el país. Entonces eso es muy importante documentarlo. Posiblemente el libro tal vez no tenga la repercusión que necesita pero va a ser una lectura dentro de 20 o 30 años igual que es hoy para nosotros El Diario que escribe en la cárcel Rufino Blanco-Fombona donde lo pone Gómez, y cuando leemos esas cosas hoy decimos, Dios mío, qué nivel de certidumbre tenía Blanco-Fombona en relación con su época. Bueno, esa es la literatura”.

–Dijo usted que la literatura cesa, ¿entendemos que la ficción y el ensayo entran en una larga pausa?

–Lo que digo es que en el proyecto Diario de sombra, por sus propias definiciones, yo planteo que para mí la sombra está asociada a la permanencia de esta situación y de este gobierno, pero una vez que esto cese y el país pueda pasar a otra cosa, el país se recupera y el país entra en otro ciclo histórico, estoy seguro de que por lo menos eso que yo he llamado Diario de sombra se cierra y quedará muy relacionado con este capítulo. De pronto ya escribiré otra cosa o me pondré a escribir más ficción y menos diario porque no necesitaré más de el diario porque el diario tiene que ver con la opresión. Y como hemos vivido un período de opresión, uno se tiene que preguntar por qué Rafael Castillo Zapata publica diarios, porqué Amando Rojas Guardia, por qué Victoria De Stefano, por no hablar de Alejandro Oliveros que viene haciéndolo desde los noventa. Es una secuencia. No es gratuita esa especie de renacimiento de la escritura de diarios; tiene que ver con la necesidad de que el escritor encuentre un espacio de intimidad para hablar de cosas que ya públicamente no puede hablar.

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