Hugo Prieto
10/09/2017
Tal como ocurre con todas las instituciones y el devenir del país, el balance que hace en esta oportunidad el rector de la Universidad Simón Bolívar, el doctor Enrique Planchart, deja un sabor agridulce. Hubo un momento, sin ser estelar, que el sistema educativo venezolano y sus universidades, se convirtieron en la palanca del ascenso social y demostraron con hechos que el acuerdo político es más que necesario para superar el atraso y la pobreza.
Planchart habla en forma descarnada. No puede ser de otra forma. “El gobierno ha cometido un crimen con nosotros, con los venezolanos y con la juventud”. Ese es el punto. Lo ha hecho, además, de forma deliberada para cercenar la autonomía universitaria, para doblegar a las universidades como punto de quiebre de la sociedad venezolana. Pero ha habido actos de resistencia y de heroísmo.
La decisión del Tribunal Supremo de Justicia, que impidió la realización de elecciones en las universidades autónomas, incluyendo la Universidad Simón Bolívar, impuso, según sus propias palabras, “un cerco político”, ¿podría decir el significado de esa expresión y qué implicaciones tiene esa decisión judicial para la vida universitaria?
Voy a poner como ejemplo mi caso. Yo fui electo en 2009 por cuatro años y aquí no hay reelección. Pues bien, yo ya cumplí ocho años (julio de 2017). Es decir, el doble del lapso que me correspondía. Lo lógico es que en 2013, luego de realizar elecciones, otro equipo viniese a dirigir la universidad. La orden del TSJ es que no podemos realizar elecciones hasta que la Sala Constitucional decida. Esa decisión la estamos esperando y lo que está pasando en la Universidad Simón Bolívar también ocurre en el resto de las universidades autónomas del país. Cecilia García Arocha (Universidad Central de Venezuela) debe estar cumpliendo 10 años como rectora. Una situación similar ocurre en la Universidad de Carabobo y en la Universidad del Zulia. Pero el caso más grave es el de la Universidad Centro Occidental, cuyo rector ya tenía más de 10 años en el cargo, porque había sido reelecto antes de esta prohibición. Él se murió hace dos semanas. ¿Qué sucede? Que el vacío que deja lo pretende llenar el Consejo Nacional de Universidades, mediante el nombramiento de un candidato de ellos.
El CNU también tenía su candidato para vicerrector académico de esta universidad, el profesor Luis Holder.
Sí, su nombramiento se publicó en Gaceta Oficial el martes pasado. Ya sabíamos que eso venía. El vicerrector académico, Rafael Escalona, renunció y se fue del país. ¿Qué intentamos nosotros? Un procedimiento similar al que seguimos cuando la profesora Mariella Azzato fue nombrada como vicerrectora administrativa encargada. Yo pude hablar con Jorge Arreaza (para entonces ministro de Educación Superior) sobre la conveniencia de que se nombrara a una persona que fuera aceptada por toda la comunidad universitaria. El CNU ratificó el nombramiento de la profesora Azzato “hasta tanto haya elecciones”. Pero ahora resulta que el CNU desestimó la propuesta no del rector, sino de los gremios de la Universidad Simón Bolívar (estudiantes, profesores, egresados) luego de que cada uno de ellos hiciera —por separado— una consulta, precisamente, porque no puede haber elecciones. De ahí surgieron dos nombres que presenté al CNU. Pero sorpresivamente apareció que el ministro tenía otro candidato, un profesor de la Escuela Militar (Luis Holder), que hace mucho tiempo (1996) pasó por esta universidad. Es una persona que viene de otra cultura, acostumbrando a que lo mande un general de arriba. En la universidad si usted no convence, no manda. Aquí la autoridad es tal porque es reconocida y porque tiene una obra previa. Y no digo que tenga que ser necesariamente de aquí, puede ser de afuera. Pero tiene que tener una obra hecha que la universidad reconozca, ¿por qué no, pues? Pero no tiene ninguna obra… ¡Ninguna obra! Me perdonan, pero el señor no tiene las condiciones para ser vicerrector académico.
¿Pero ustedes lo van a aceptar?
Aquí estamos en un problema muy serio, porque si no lo aceptamos entramos en desacato y el gobierno interviene a la universidad. Entonces, vamos a tener que aceptarlo. ¿Pero cómo va a dirigir la parte académica de la universidad una persona que no tiene el reconocimiento de la institución? No puedo entender cómo un académico, un profesor universitario, vaya a ocupar un puesto en una universidad cuando los profesores, los estudiantes, los empleados le dicen nosotros no lo reconocemos a usted. ¿Qué va hacer? ¿Va a dar órdenes? Usted hace esto, usted hace aquello. Eso puede ser en el mundo militar, pero en la universidad no es así.
De sus palabras se desprende que el conflicto está a la vuelta de la esquina.
Aquí lo tenemos ya. La UCLA lo tiene ahí. La vicerrectora administrativa de la Universidad del Zulia se murió hace varios meses, allí también hay un conflicto. El secretario de la Universidad de Oriente se murió, los gremios hicieron una propuesta, pero ni el ministro ni el CNU lo quieren aceptar. Nos han dejado porque saben que en algún momento quienes son autoridades se van a enfermar, se van a morir o en algún momento se hastían y dicen… Yo me voy de aquí, no aguanto más. Entonces, ellos pueden meterse. Jamás lo lograrían por elecciones, con el reglamento que sea. Ni siquiera con el 1 por 1 por 1. Aquí votan, en igualdad de condiciones, obreros, empleados, estudiantes, profesores, egresados, y jamás la gente que apoya a este gobierno va a ganar una elección y lo que vemos aquí pasa en la Central, pasa en la ULA, pasa en todas las universidades autónomas.
¿O sea que la forma que encontró el gobierno fue la vía judicial?
De ahí el cerco político. Al tenernos a nosotros imposibilitados de realizar elecciones, las autoridades se van cansando, se van enfermando, se van muriendo. Eso es lo que estamos viendo. Entonces, ellos pueden ir metiendo sus fichas. ¿Con qué propósito? En una universidad, aunque viniese el vicerrector académico del sector militar, eso no va a cambiar la cultura de la universidad. Él no va a poder hacer nada. ¿A quién va a mandar? Esto no es un ejército.
¿Qué podría ocurrir una vez que el señor Holder tome posesión de su cargo?
Nosotros estamos, prácticamente, obligados a aceptarlo. De lo contrario estamos en desacato. Lo que podría ser mucho peor, porque nos destituyen y ellos meten a la gente que quieren. Esta decisión la estamos impugnando en tribunales. Pero usted tiene que venir, hablar y tratar de convencer. ¿Y si no convence qué pasa?
Dígame usted. ¿Qué pasa?
Recuerda la frase de Unamuno frente a aquel militar que gritó Viva la muerte y Unamuno le dice: Ustedes venceréis porque tenéis las armas, pero no convenceréis. La universidad no es un mundo donde yo impongo lo que quiero. Hay que convencer a profesores, a los estudiantes y a los empleados, porque todos y cada uno de los gremios están acostumbrados a la cultura de la universidad.
¿Cómo definiría la cultura de la universidad?
Es una cultura, fundamentalmente, académica e intelectual, en donde todo el mundo es libre. Aquí no se persigue a nadie. Aquí tenemos profesores que son súper adictos al gobierno, a los profesores les hemos dado los permisos para que sean ministros, viceministros varios, en el gobierno de Chávez y de Maduro, y cuando cesan sus funciones en el gobierno regresan a la universidad. Ahí están. No hay un submundo donde vamos a agredirnos, sino tú piensas de esta manera, yo pienso de otra, vamos a discutir. Vamos a ver quién tiene la razón. Es la búsqueda del conocimiento, es la búsqueda de la verdad. Es lo que hacemos los universitarios y no… ¡el Poder!
La universidad ha prestado gente preparada para funciones de gobierno. Uno podría pensar que esas personas podrían abogar y convencer al ministro de Finanzas y al propio presidente de la República que tanto esta universidad, como el resto de las universidades autónomas, están realmente ahogadas en materia presupuestaria. Sin embargo, no pasa nada.
En Venezuela vivimos una situación muy dramática con respecto a la universidad y a todo el sistema educativo. Este gobierno ha creado un sistema universitario paralelo, que no aporta a la búsqueda de la verdad, a la búsqueda del conocimiento, sino a la formación de unos profesionales que le puedan interesar al gobierno. Yo dudo que sean capaces de trabajar en su propia profesión si uno los saca de ese ámbito. Nosotros no adoctrinamos gente, formamos gente. Lo que ocurre es que no se han dado cuenta de que la fuente de riqueza más importante que tiene el país es el sistema educativo y las universidades. Ahí tenemos el Arco Minero, maravilloso. Estamos sentados sobre la reserva de petróleo más grande del mundo y la gente está comiendo basura, lo vemos todos los días. ¿Qué es lo que ha fallado aquí? La gente que está en el gobierno, que no entiende, no entiende. Japón, Corea, Singapur, Finlandia, son ejemplos de cómo un sistema educativo convierte un país sin recursos naturales en un país riquísimo. Y eso va a seguir siendo así porque estamos viviendo la revolución del conocimiento. ¿Dónde se forma la gente? La formamos nosotros en las universidades. Esta universidad ha formado profesionales para Venezuela de la mayor estatura y calidad mundial. Muchos de ellos están ocupando puestos fabulosos en distintas empresas y universidades del mundo. Pero nosotros los estamos desaprovechando, la mayor riqueza que tenemos la estamos desaprovechando, porque este gobierno no sabe dónde está la riqueza y el bienestar de la sociedad.
Tres o cuatro generaciones de venezolanos son producto de la educación pública. ¿Para qué cambiar la pieza si no se había roto y estaba funcionando? ¿Por qué dejamos que la educación pública se convirtiera en una gran interrogante? Vivimos en una suerte de limbo, en el que no hay ninguna confiabilidad en el sistema educativo. ¿Cómo fue que subrepticiamente, silenciosamente, y tenebrosamente, diría yo, destruimos un gran logro del Estado venezolano?
La historia de la educación en Venezuela es tan compleja como lamentable. No me voy a referir al siglo XIX, sino al siglo XX. En el gobierno de Juan Vicente Gómez muy poca gente tenía acceso a la educación. En los gobiernos de López Contreras y Medina se progresó mucho, las mejores edificaciones que se han construido en el país corresponden a esa época. El arquitecto era Villanueva y los edificios eran bien concebidos educativamente. Durante la junta de gobierno, donde estaba Betancourt y Prieto, ese impulso siguió siendo importante, con énfasis en la masificación. A mí me tocó estudiar bachillerato en el período de Pérez Jiménez. En Caracas había tres liceos oficiales —Andrés Bello, Fermín Toro y Aplicación—, más nada. Esos tres liceos, con sus profesores, mantenían una calidad extraordinaria. Pero sólo eran tres para una ciudad que se acercaba al millón de habitantes. No sólo eso, tenían que atender la población del interior, especialmente la de oriente, la del sur del país y la de todos los llanos, porque en Maracaibo, Barquisimeto y Mérida había instituciones privadas de Jesuitas, de Salesianos, donde se podía estudiar bachillerato. Ahí se produjo el milagro de la democracia. Todas las poblaciones, por pequeñas que fueran, tenían una escuela y todas las capitales de estado tenían un liceo, gratuitos y públicos, para todo el mundo. Esa fue la palanca del ascenso social. Es verdad que se descuidó la calidad, sin duda, pero ese esfuerzo de masificación era absolutamente necesario. Eso se mantiene durante los únicos 40 años de democracia que ha habido en Venezuela.
Como uno de los puntos consensuados del Pacto de Punto Fijo estaba la educación. Ahí está la raíz y la explicación de ese esfuerzo sostenido, cuyo resultado fue —tal como lo señaló anteriormente— la palanca que permitió el ascenso social.
Gracias a Dios que hubo el Pacto de Punto Fijo, que no se enfrentaron las fuerzas políticas, sino que llegaron a un acuerdo para que el país pudiese funcionar. Eso fue lo que realmente sucedió con el Pacto de Punto Fijo. Ahí la educación tuvo un valor importantísimo. Pero a medida que transcurrió el tiempo fue perdiendo importancia, dentro de las miras políticas del gobierno. El gobierno no advirtió que la educación era la principal fuente de riqueza y de bienestar para la sociedad venezolana. La educación se fue convirtiendo en un mecanismo de proselitismo político.
¿Qué es lo que tenemos ahora?
Un descarado mecanismo de proselitismo político. Supuestamente tenemos más de dos millones de estudiantes universitarios. Eso es mentira. Ningún país del mundo puede tener más de 10% de su población en la universidad. Lo que tenemos, desde la educación básica hasta la educación universitaria, es un gran mecanismo de proselitismo político. Si no educas en libertad, si no le das al estudiante (al individuo) la posibilidad de su propio desarrollo y de tener su propio criterio, no estás educando, estás adoctrinando. Y eso es lo que está sucediendo aquí.
Usted reveló una cifra muy preocupante. Más de 350 profesores de esta universidad se fueron del país para trabajar en empresas, en instituciones o en universidades de otros países —Estados Unidos, Europa y América Latina—. ¿Estamos ante una hemorragia, no? ¿No hay posibilidades de detener esto?
La Universidad Simón Bolívar ha perdido alrededor del 50% sus profesores. No se han ido a trabajar y a ganar dinero en la empresa privada venezolana, sino a otros países, a otras universidades y a otros institutos de investigación. Los profesores nuestros están en Colombia, en Ecuador, en Perú, en Chile, en Brasil, en Estados Unidos… y en ¡Australia! Voy a referir un ejemplo que lo dice todo. Una pareja de estudiantes que se conoció en esta universidad se casó y se fueron a hacer sus doctorados en el exterior. Regresan al país y la universidad les abre las puertas. Los contratamos, pero resulta que con el sueldo de los dos no consiguen vivir en Caracas. Su nivel de vida se fue al diablo. Esos profesores siguen produciendo y, eventualmente, les llega una carta, un contrato, de una universidad de otro país, ¿cuánto tiempo puede resistir esa pareja? Al cabo de dos años aceptaron la propuesta y se fueron. Esa universidad le paga a cada uno 5.000 dólares mensuales y ahí no hay control de cambio. Aquí ganaban 25 dólares mensuales. Esa es la trama, eso es lo que va a seguir pasando, mientras el gobierno no entienda que el mejor recurso no es el oro, no es el petróleo, sino el personal competente, pero si no sabe lo que es competencia…
¿Qué puede esperar una sociedad que permite que el gobierno desvalorice el trabajo de esa manera?
Una sociedad de esclavos. Eso es lo que quiere el gobierno. El gobierno no quiere ciudadanos, quiere esclavos. Gente que no piense, gente que está tan desesperada por comer, que hace cualquier cosa que le digan por un poco de comida. Cuba es eso, nosotros hemos caminado hacia la cubanización de Venezuela. ¿Te das cuenta de lo miserable que es el pueblo cubano? ¿Y de lo miserable que somos nosotros, adónde nos han llevado? Sentados sobre el yacimiento de petróleo más grande del mundo, en el Arco Minero… oro, uranio, diamantes. ¿Para qué sirve eso si no tenemos la gente? Ese es el drama. Mientras el gobierno no entienda que es la gente la que hace el país y que, a su vez, a la gente la hace el sistema educativo, pues eso es lo que nos toca vivir. Tuvimos un sistema educativo muy malo, que luego se estabilizó, y que ahora está en el piso otra vez.
Usted dijo en una oportunidad que “ninguna universidad venezolana merecía llamarse universidad”. ¿No fueron palabras muy duras? Claro, una sociedad que permite que 329 profesores se vayan a otros países… y no pasa nada. Una sociedad que permite que emigren 2,5 millones de jóvenes… y no pasa nada.
Una sociedad que permite que la gente esté comiendo basura. Lo que nos está sucediendo a nosotros es terrible. La gente pareciera no advertir a qué nivel tan bajo ha llegado la sociedad venezolana. Todavía, todavía, esta universidad, la Universidad Central de Venezuela y la Universidad de Los Andes, figuramos en los rankings mundiales, ¿pero por qué? Porque todavía tenemos un capital humano. Estos profesores —que se quedan en el país—, son héroes que siguen trabajando por el país, por la juventud, a pesar de los enormes problemas que tienen, porque lo lógico es que se hubiesen ido todos, nos hubiésemos ido todos.
¿Usted no estuvo tentado alguna vez de irse?
Cuando yo terminé mi doctorado en California (Universidad de Berkeley) tuve una oferta de un college cercano a esa universidad, que me hubiera permitido conectarme con la gente con la que había trabajado, con la que había hecho mis investigaciones, yo ni la tomé en serio. Para mí regresar a Venezuela no era un deber, era la misión que yo tenía. Montar una Escuela de Matemática, en una universidad nueva, que era la Simón Bolívar. Esa era una oportunidad única para mí, y lo hice. A los seis meses de estar aquí, el doctor Mayz Vallenilla me nombró jefe del Departamento de Matemática. Durante ocho años construí ese departamento. Traje gente de otros países, traje gente de otros lados. Creé un ambiente de investigación, un ambiente de trabajo. Hoy tenemos matemáticos egresados de aquí en Harvard, en MIT, en Princeton, en la Universidad de Texas. ¿Sabes lo difícil que es para un latinoamericano ser profesor titular de la Universidad de Lille, la de mayor prestigio en Francia? Sin embargo, Juan Carlos Álvarez, que fue alumno mío, es profesor titular en esa universidad. ¿Por qué esa gente no está en Venezuela? ¿Por qué no están en esta universidad? Ese es un crimen, un crimen que ha cometido este gobierno contra nosotros, contra los venezolanos y contra la juventud.
Las universidades autónomas son las únicas instituciones que se han mostrado en rebeldía frente a las imposiciones del gobierno. La UCV, por ejemplo, se negó a fabricar la tinta indeleble para la elección de la Asamblea Nacional Constituyente. Tampoco las universidades entregaron su data de estudiantes para la elección por sectores en esa consulta. Han dicho que no van pedir, como requisito de inscripción de nuevos estudiantes, el carnet de la patria. El gobierno tiene la necesidad de doblegar a las universidades. Se comienza por una institución y después se doblega a la sociedad entera. ¿Esas son manifestaciones propiamente de resistencia? ¿Respuestas frente a las políticas del gobierno de negar la educación?
Las universidades creemos en la libertad. Estamos convencidos de que la democracia es el mejor sistema político. Cuando tienes un gobierno que atenta contra la democracia, contra la libertad, la universidad no lo puede aceptar. Una universidad donde no haya democracia, donde no haya libertad, donde no haya autonomía, deja de ser una universidad. ¿Por qué la autonomía? La autonomía se creó en el siglo XII, en la Universidad de Padua (Italia). ¿Por qué se le dio autonomía a la Universidad de Oxford o a la Universidad de Salamanca? ¿A pesar de que el régimen político era la monarquía absoluta, a pesar del peso tan inmenso que tenía la Iglesia Católica en la vida de todo el mundo? Sin embargo, en la universidad la gente tenía libertad para decir, pensar y hacer, porque eso es lo que se busca. Si tú eres una universidad controlada por un partido político con su propia ideología, que es lo que nos está sucediendo, eso deja de ser una universidad, porque no estás permitiendo la libertad de pensamiento. Precisamente, por pensar distinto a un grupo de nuestros estudiantes los pusieron presos, a varios los torturaron, en medio de las protestas y manifestaciones que tuvieron lugar recientemente.
Que agradable lectura, gracias Eleazar que enriquecedora y que lástima que no se quiera oir ni entender lo que dice el rector, por parte de los gobernantes que tenemos
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