miércoles, 14 de diciembre de 2011

Un canto infinito de paz

Rafael Di Prisco

 
Para hoy teníamos la intención de seguir comentando aspectos de especial interés comunitario referidos a los servicios que el gobierno debe garantizar a la ciudadanía, pero como tantas otras veces, los acontecimientos en pleno desarrollo nos constriñen a una desviación que, por la trascendencia del tema, no se puede limitar al comentario volandero del párrafo inicial.

El tercero de los artículos, que insistía en las fallas de los servicios públicos, estaba listo para enviarlo al periódico el pasado domingo, pero el bárbaro asalto muy bien organizado por las huestes –“hordas” se llamaban ellos mismos mientras arrasaban con todo- hizo que reflexionara sobre la necesidad de cumplir con el ineludible deber universitario de romper lanzas en la condena del vil asalto.

En esta oportunidad, ocurre un acontecimiento deplorable en los predios de la UCV, porque resulta que la violencia se ejerce el día de las elecciones estudiantiles, pero al final de una jornada que, aunque muy tensa, había transcurrido con relativa normalidad. Es el acto más democrático previsto en la leyes, de elección de la representación de la dirigencia estudiantil. Y precisamente entre los candidatos postulados estaba el dirigente estudiantil recientemente elevado por el comandante presidente a la categoría de héroe de esta revolución socialista sui generis que el pueblo venezolano rechaza pero que él se empeña en imponer por la vía de la violencia.

Por las características del asalto, cabe observar que este no se produce contra el proceso electoral, sino contra los resultados que daban ganador al sector de la oposición por un número elevado de votos, mientras el nuevo héroe de la revolución se tiene que contentar con un escuálido apoyo. Entonces, “vamos a acabar con esta vaina”.

Veamos una secuencia rápida de los hechos de ese día. El pasado viernes 9 estaban convocadas las elecciones estudiantiles precisamente, como ya lo hemos dicho, con la participación del mencionado dirigente estudiantil revolucionario. Al final de la jornada, cuando se había comenzado el recuento de votos, irrumpen los enardecidos encapuchados disparando y lanzando bombas lacrimógenas. Sembrado el pánico en el área de la Plaza Cubierta del Rectorado los heroicos guerreros socialistas destrozan equipos propiedad del CNE, e incendian las puertas del Aula Magna que han sido cerradas en un intento de preservar los votos consignados. Escrutado más del 80% del total, el resultado favorece ampliamente a los grupos de oposición.

Nuevamente la descontrolada violencia irrumpe en la Universidad. Digo descontrolada porque quiero seguir creyendo que esta violencia no se genera en Miraflores, sino en grupos entrenados y armados por organizaciones guerrilleras del gobierno revolucionario. Inclusive, qué sé yo, hasta por individualidades con alto nivel de mando, que buscan privilegios bastardos, sobre todo en estos difíciles momentos, cuando la enfermedad del comandante presidente lo obliga a un cierto delicado y peligroso marginamiento.

Por supuesto, ninguno de los organismos que en cualquier país democrático serio debe investigar lo ocurrido y emitir opinión, ha dicho ni pío. Silencio absoluto en el Ministerio Público y en la Defensoría del Pueblo. En los organismos de seguridad del Estado, como si no fuera con ellos. No hablemos de los ilustres profesores de la UCV enchufados en el aparato administrativo del gobierno que, imagino, se les cae la cara de vergüenza.

La delincuencia organizada sabe muy bien que hay una impunidad que la cubre. Pero en este caso, la UCV no se rinde, y seguirá luchando.

Dan ganas de llorar, ¿verdad?

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