miércoles, 29 de febrero de 2012

Asedio

Miguel Ángel Latouche
Tal Cual, 29/02/2012

Hace unos meses, la ministra de Educación Superior nos deleitó con una perla según la cual, la violencia política podía considerarse como un asunto normal en el devenir de la vida universitaria, particularmente en la vida universitaria de la UCV. Uno comprende, claro, que en una sociedad hiperpolitizada como la nuestra, los ánimos tiendan a caldearse y que haya, eventualmente, enfrentamientos entre los miembros de diferentes grupos políticos, en función de sus aspiraciones o en función de sus puntos de vista acerca de diferentes asuntos.

Pero de allí a pensar que es normal una situación en la cual existen ataques sistemáticos en contra de la universidad, de sus autoridades, de sus profesores y estudiantes, hay un largo trecho. Este lunes se realizó un paro de 24 horas convocado por la Asociación de Profesores de la UCV. Se trató de un mecanismo de desobediencia civil, de protesta silenciosa en contra de un particular estado de cosas que mantiene sitiada a la comunidad universitaria.

Acabo de empezar a leer Asedio, allí se narra de manera genial y cruda el sitio al cual fue sometida la Cádiz de 1811 y la manera angustiosa en la cual se desarrollaba la vida de sus habitantes mientras eran bombardeados por una lluvia de obuses franceses, sufrían los rigores de la falta de alimentos y veían a la ciudad desgarrarse por los padecimientos cotidianos y el asesinato.

Pérez Reverte narra, en tono policial y de aventura, un hecho histórico, el asedio material al cual fue sometida la ciudad, la manera como su gente se defendió del ejército francés y los rigores que tuvieron que enfrentar para sobrevivir. No he terminado la novela, pero confieso que me ha atrapado.

Promete ser uno de esos libros que uno disfruta hasta la última página.

ENEMIGOS ENDÓGENOS Y EXÓGENOS Es necesario guardar las distancias correspondientes. La UCV se encuentra en una dramática situación de asedio.

Los enemigos internos y externos actúan de manera indiscriminada y sistemática, intentando minar las bases sobre las cuales se fundamenta su funcionamiento autonómico. Nada justifica, por ejemplo, el ataque cobardemente perpetrado en contra de una de las estudiantes que forma parte del Centro de Estudiantes de la Escuela de Trabajo Social. Nada justifica que fuese golpeada y arrastrada, que fuese vejada y maltratada. Nada justifica que los procesos electorales sean saboteados mediante el uso de bombas lacrimógenas, nada justifica que se incendien los predios del Rectorado, que se atente en contra de la infraestructura universitaria. Nada justifica que no se apruebe un presupuesto justo, que el personal de la universidad tenga sueldos de hambre. La universidad se ha convertido en un objetivo de la política, lo que pervierte su proceso académico, la somete a vicisitudes que no le son propias, debilita su estructura organizativa.

Uno tendría que preguntarse de qué sirve una universidad acrítica, ¿qué hacemos con una universidad en la cual no existe una discusión permanente acerca de sí misma y acerca del país? ¿Qué hacemos con una universidad que responde a los intereses de una parcialidad política? Nadie puede suponer que posee el monopolio de la verdad, la universidad lo es por su universalidad, por la amplitud en la discusión de las ideas, por su espíritu emancipador, de allí la figura del cogobierno universitario, de allí su tradición libertaria, de allí la necesidad del cuestionamiento permanente de las verdades reveladas.

La universidad vive una situación de asedio institucionalizado. Desde la estructura del Estado se acciona en su contra, se la arrincona. Nadie niega la necesidad de transformar la estructura universitaria, de adecuarla a los tiempos en los que vivimos. Nadie niega la necesidad de ampliar el acceso a una educación de calidad, con los mejores profesores, con textos adecuados y actualizados, con laboratorios equipados. Nada de esto es posible sin reposición de cargos, sin recursos que permitan financiar el proceso académico.

Todo asedio, sea material o simbólico, tiene un sentido destructivo. En el primer caso se trata de destruir la infraestructura para abrir paso a las tropas de asalto, en el segundo se trata de destruir la moral y el sentido de pertenencia de los interesados.

No le corresponde a la universidad responder a intereses partidistas de ningún tipo, pero, ciertamente, la universidad es una institución política, que forma para la libertad y la emancipación de los individuos. La universidad es un ámbito para la libre discusión de las ideas, para la discusión amplia, para la pluralidad. La universidad se pierde a sí misma cuando guarda silencio. A los universitarios nos corresponde la crítica permanente y la resistencia permanente, no hay posibilidades alternativas.

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