Eduardo Dvorkin
La Nación, 01/02/2012
En su artículo en LA NACION del 31 de diciembre pasado, Nora Bär comenta sobre la problemática que deben afrontar los nuevos doctores que, tras desarrollar sus doctorados con becas Conicet, ahora, en gran número, no encuentran posibilidades de trabajo en el país.
Las estadísticas muestran que en la Argentina, en comparación con otros países de desarrollo económico equivalente, hay pocos doctores, especialmente en ciencias duras e ingeniería; por eso muchos hemos aplaudido la iniciativa del Ministerio de Ciencia y Tecnología de incorporar un alto número de becas doctorales desde el Conicet para promover la formación de nuevos doctores. ¿Nos equivocamos?
Las estadísticas deben ser entendidas como indicativas de situaciones de equilibrio estacionarias, situaciones a las que se debe tender. El problema difícil y que requiere para su solución máxima creatividad y decisión política es el gerenciamiento del período transitorio hasta llegar a la situación de equilibrio estacionario objetivo. En nuestro caso, la velocidad del sector productivo y de servicios para desarrollarse y poder absorber doctores en sus estructuras es mucho menor que la velocidad de formación de nuevos doctores (un doctorado lleva unos 5 años de trabajo); por lo tanto, por un período de tiempo no trivial "sobrarán" doctores si no se desarrollan iniciativas específicas dirigidas a aprovechar el potencial de los nuevos doctores que se sigan formando.
Hay que afrontar este hecho sin sufrir una doble pérdida: la pérdida económica de haber destinado recursos a formar jóvenes que se ven forzados a emigrar o se ven tentados a dedicarse a actividades de menor nivel, y la pérdida irreparable de haber frustrado jóvenes que honesta y apasionadamente tomaron el difícil camino de la formación doctoral. Si los frustramos no sólo estaremos perjudicando a un grupo acotado de jóvenes, sino que estaremos mandando una fuerte señal que perdurará en el tiempo: "Este no es un país para desarrollarse como científico".
Ya que parece imprescindible crear trabajo para los jóvenes doctores el tema es dónde y haciendo qué. Que una empresa o institución incorpore un nuevo doctor implica una serie de recursos necesarios: investigadores senior para guiarlo, oficinas, equipos de computación, laboratorios. Nada de esto es gratis, obviamente.
¿Qué hacer con los nuevos doctores? En nuestro país, el sector privado productivo y de servicios no tiene actualmente ni vocación ni capacidad para incorporar científicos a sus organigramas. Las universidades nacionales concentran fuertemente la población científica en algunas pocas instituciones y dentro de éstas en algunas pocas facultades, en las que los investigadores se aglomeran sin tener posibilidades concretas de desarrollar sus carreras profesorales en tiempos normales para el estándar internacional. Por su parte, las universidades privadas no son actualmente instituciones relevantes en áreas de investigación científica.
Una propuesta deseable para la investigación científica básica es que el Conicet promueva nuevos puestos de investigadores senior y junior en universidades nacionales que hoy tienen en su seno poca creación de conocimientos, y nuevos puestos de investigadores senior y junior en facultades que hoy tienen un bajo porcentaje de docentes investigadores full time .
Un tema fundamental que debe ser priorizado es no restringir la ciencia a la investigación científica básica desarrollada por curiosidad.
La investigación aplicada o investigación con fines predeterminados debe abarcar el mayor porcentaje de los nuevos fondos destinados a la ciencia, si realmente creemos que la concatenación ciencia-tecnología-producción creará mejores condiciones de vida para los argentinos. Por lo tanto, la expansión del número de investigadores vía universidades debería ser necesariamente limitada y no debería ser el camino único ni el más importante.
Dado que el sector privado hoy no es un sector de elección para el desarrollo de investigación aplicada que devenga en tecnología, la solución debe pasar por reforzar los planteles científicos de instituciones como CNEA, INTA, INTI, Conae, Citedef y de empresas estatales productoras de tecnología incorporando en ellas investigadores de Conicet, de todas las áreas del conocimiento. En ese sentido, es necesario reforzar los planteles científicos para desarrollar proyectos concretos, existentes o a ser formulados específicamente para justificar y aprovechar esta necesaria expansión de la capacidad científica del país. Esta crisis ocupacional de los nuevos doctores debería ser vista como la gran oportunidad para formular y desarrollar los grandes proyectos nacionales.
No, no nos hemos equivocado al aplaudir la decisión de apoyar fuertemente desde el Conicet la formación de nuevos doctores. Pero son necesarios importantes cambios en esa institución para que esta inversión en el futuro de nuestro país fructifique.
Entre ellos, los métodos de evaluación hoy ajustados al modelo de investigación científica básica en ciencias duras deben ser rediseñados. En segundo lugar, se debe desarrollar un sistema de evaluación para lograr que para los investigadores que desarrollan tecnologías la prioridad sean precisamente esos desarrollos y no los posibles papers que del desarrollo pudieran desprenderse. Finalmente, el desarrollo de una fuerte relación con otros sectores del Estado y con el aparato productivo debe ser priorizado, no sólo para ofertar servicios tecnológicos sino para elaborar reales planes de investigación aplicada.
Todo ello deberá ser hecho con convencimiento, rápidamente y sin afectar la tradicional calidad científica del Conicet, que constituye su principal activo y del que todos los argentinos estamos orgullosos.
Las estadísticas muestran que en la Argentina, en comparación con otros países de desarrollo económico equivalente, hay pocos doctores, especialmente en ciencias duras e ingeniería; por eso muchos hemos aplaudido la iniciativa del Ministerio de Ciencia y Tecnología de incorporar un alto número de becas doctorales desde el Conicet para promover la formación de nuevos doctores. ¿Nos equivocamos?
Las estadísticas deben ser entendidas como indicativas de situaciones de equilibrio estacionarias, situaciones a las que se debe tender. El problema difícil y que requiere para su solución máxima creatividad y decisión política es el gerenciamiento del período transitorio hasta llegar a la situación de equilibrio estacionario objetivo. En nuestro caso, la velocidad del sector productivo y de servicios para desarrollarse y poder absorber doctores en sus estructuras es mucho menor que la velocidad de formación de nuevos doctores (un doctorado lleva unos 5 años de trabajo); por lo tanto, por un período de tiempo no trivial "sobrarán" doctores si no se desarrollan iniciativas específicas dirigidas a aprovechar el potencial de los nuevos doctores que se sigan formando.
Hay que afrontar este hecho sin sufrir una doble pérdida: la pérdida económica de haber destinado recursos a formar jóvenes que se ven forzados a emigrar o se ven tentados a dedicarse a actividades de menor nivel, y la pérdida irreparable de haber frustrado jóvenes que honesta y apasionadamente tomaron el difícil camino de la formación doctoral. Si los frustramos no sólo estaremos perjudicando a un grupo acotado de jóvenes, sino que estaremos mandando una fuerte señal que perdurará en el tiempo: "Este no es un país para desarrollarse como científico".
Ya que parece imprescindible crear trabajo para los jóvenes doctores el tema es dónde y haciendo qué. Que una empresa o institución incorpore un nuevo doctor implica una serie de recursos necesarios: investigadores senior para guiarlo, oficinas, equipos de computación, laboratorios. Nada de esto es gratis, obviamente.
¿Qué hacer con los nuevos doctores? En nuestro país, el sector privado productivo y de servicios no tiene actualmente ni vocación ni capacidad para incorporar científicos a sus organigramas. Las universidades nacionales concentran fuertemente la población científica en algunas pocas instituciones y dentro de éstas en algunas pocas facultades, en las que los investigadores se aglomeran sin tener posibilidades concretas de desarrollar sus carreras profesorales en tiempos normales para el estándar internacional. Por su parte, las universidades privadas no son actualmente instituciones relevantes en áreas de investigación científica.
Una propuesta deseable para la investigación científica básica es que el Conicet promueva nuevos puestos de investigadores senior y junior en universidades nacionales que hoy tienen en su seno poca creación de conocimientos, y nuevos puestos de investigadores senior y junior en facultades que hoy tienen un bajo porcentaje de docentes investigadores full time .
Un tema fundamental que debe ser priorizado es no restringir la ciencia a la investigación científica básica desarrollada por curiosidad.
La investigación aplicada o investigación con fines predeterminados debe abarcar el mayor porcentaje de los nuevos fondos destinados a la ciencia, si realmente creemos que la concatenación ciencia-tecnología-producción creará mejores condiciones de vida para los argentinos. Por lo tanto, la expansión del número de investigadores vía universidades debería ser necesariamente limitada y no debería ser el camino único ni el más importante.
Dado que el sector privado hoy no es un sector de elección para el desarrollo de investigación aplicada que devenga en tecnología, la solución debe pasar por reforzar los planteles científicos de instituciones como CNEA, INTA, INTI, Conae, Citedef y de empresas estatales productoras de tecnología incorporando en ellas investigadores de Conicet, de todas las áreas del conocimiento. En ese sentido, es necesario reforzar los planteles científicos para desarrollar proyectos concretos, existentes o a ser formulados específicamente para justificar y aprovechar esta necesaria expansión de la capacidad científica del país. Esta crisis ocupacional de los nuevos doctores debería ser vista como la gran oportunidad para formular y desarrollar los grandes proyectos nacionales.
No, no nos hemos equivocado al aplaudir la decisión de apoyar fuertemente desde el Conicet la formación de nuevos doctores. Pero son necesarios importantes cambios en esa institución para que esta inversión en el futuro de nuestro país fructifique.
Entre ellos, los métodos de evaluación hoy ajustados al modelo de investigación científica básica en ciencias duras deben ser rediseñados. En segundo lugar, se debe desarrollar un sistema de evaluación para lograr que para los investigadores que desarrollan tecnologías la prioridad sean precisamente esos desarrollos y no los posibles papers que del desarrollo pudieran desprenderse. Finalmente, el desarrollo de una fuerte relación con otros sectores del Estado y con el aparato productivo debe ser priorizado, no sólo para ofertar servicios tecnológicos sino para elaborar reales planes de investigación aplicada.
Todo ello deberá ser hecho con convencimiento, rápidamente y sin afectar la tradicional calidad científica del Conicet, que constituye su principal activo y del que todos los argentinos estamos orgullosos.
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