Luis Porter
LAISUM, México, 07/04/12
Gangster académico (II)
En el artículo anterior, titulado “Gángster Académico”, nos centramos en el nivel micro de una dinámica universitaria que consideramos altamente autodestructiva. Dicho nivel, al situarse en el nivel de los fenómenos, provoca algunas tentaciones lógicas, como por ejemplo, querer disponer de ilustraciones, hablar de casos, en suma, señalar los nombres y los apellidos. Sin embargo, detenerse en lo anecdótico no basta para dotar de sentido a estas reflexiones. Cuando denunciamos prácticas académicas reprobables, no buscamos castigos, sino posibles aplicaciones útiles. Nos interesa en primer lugar, contribuir a una revaluación de nuestra concepción de universidad pública. Ello nos lleva, en esta segunda entrega, a hacernos preguntas sobre la forma en que concebimos la posibilidad de aportar con algo a la renovación y cambio de la universidad. Los que nos hemos dedicado al estudio de la universidad, como un tema de especialización, hemos llegado a propuestas de modelos alternativos, fundamentalmente distintos a lo que perdura de aquella universidad pública hoy desaparecida. Estas propuestas no surgen de una actitud reformista, sino de la intención de contribuir al cambio radical y por lo tanto revolucionario. Aunque escribamos, creemos haber superado el nivel del discurso bien intencionado para ir a la acción. La noción de “revolución” a la que nos referimos es la que propone Thomas Kuhn1 en su teoría de la transición de un paradigma viejo a otro nuevo.
Hacer evidente y hablar de la existencia entre nosotros de gángsters académicos no tiene propósitos persecutorios, ni intenta convertir a la universidad en un coliseo romano. El propósito es estimular la creación de ideas que lleven a la transformación de nuestras rutinas cotidianas, para que desde lo cotidiano transformemos nuestro proyecto personal y de esa manera incidir desde ya en el proceso amplio que afecta a nuestra cultura académica. Creemos que tenemos que inventar una universidad nueva. Para que este propósito no suene a mera retórica utópica, recordemos que Kuhn entendía el paradigma como aquellos logros reconocidos universalmente, capaces de proveer problemas modelo y soluciones a una comunidad de profesionales. Transfiriendo la teoría de Kuhn que él aplicaba a las ciencias hacia las universidades (ciencia = universidad), podemos decir que la universidad ha pasado por una sucesión de periodos estables y acumulativos, que la ha llevado a sufrir un desgaste que se manifiesta en los usos y costumbres entre los que destacan los ya aludidos en el artículo anterior. Creemos que dicho proceso hoy ha llegado al umbral de un periodo de ruptura, que puede ver con más claridad el que asume un pensamiento revolucionario. Las nuevas tecnologías de la comunicación hoy nos acercan con inmensa amplitud y claridad (Laisum es una herramienta útil en ese sentido) al estado en tiempo real del status quo existente (lo que Kuhn llamaría la “ciencia normal”, es decir, la “normalidad” de la universidad actual). La escandalosa normalidad en la que vivimos explica la existencia de los gángsters académicos, porque ellos son los que juegan el papel de suprimir las novedades fundamentales que les resulten subversivas y atenten contra la norma. Kuhn también nos dice que mientras se conserve alguna conciencia de lo arbitrario de la normalidad, ésta no podrá durar mucho. Es así que frente a la situación actual de la universidad, que se asume como “normal”, el conformismo por lo establecido propondrá soluciones “normales” (acciones de gestión y de control preservadoras de la normalidad) hasta el punto en que al ser imposible negar las anomalías que subvierten la tradición vigente, se haga necesario el cambio de paradigma.
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