Rafael Rafael Aldao
El Universal, 21/04/12
Comienza ésta por un buen sueldo para el profesor y mejores fondos para
las universidades e institutos. La verdad, sabemos, es que desde hace al
menos dos décadas no es así, el profesor apenas recibe remuneraciones
subóptimas y las respectivas instituciones capean presupuestos
congelados años atrás.
La pregunta es obvia, ¿por qué y cómo, ocurrió así cuando el diseño democrático original de nuestra libertad académica fue bueno, si no excelente? Sí, es cierto, a partir de 1958 con la democracia en Venezuela, concurrió un diseño genial, que se cumplió plenamente, pero que se agotó en 30 años, nada mal, podría decirse. A partir de la década de los ochenta el andamiaje institucional se vino en picada, hasta lo que tenemos hoy.
Los pilares de aquella libertad fueron las universidades autónomas, un centro de excelencia internacional, y fondos altamente competitivos para financiar el desarrollo del conocimiento a su más alto nivel. Todo ello en un marco económico razonablemente sano.
Ante el vacío de nuevos planes visionarios, gradualmente se juntaron la homologación salarial, la jubilación precoz, el bloqueo al ingreso de jóvenes talentos, y, finalmente, la desaparición súbita de los fondos competitivos, regionales y nacionales. Mesa servida para la ideología.
Esta realidad exige cambios profundos y urgentes, que, sin embargo, serán efectivos por muy poco tiempo, quizá meses. La complejidad del mundo actual es tal, que se debe tomar en cuenta el dinamismo de una sociedad interconectada a escala planetaria, en tiempo real. Y esto, por lo visto, no aparece en ningún programa de gobierno para las elecciones venideras.
Ese agotamiento de las soluciones "lógicas" se expresa en la crisis de la eurozona, y en el vacío político estadounidense. Habrá que recurrir, entonces, a nuestro talento y conocimiento, para diseñar esa nueva visión, nada obvia ni de sentido común, que exige nuestra entrada definitiva, ojalá, al nuevo siglo.
La pregunta es obvia, ¿por qué y cómo, ocurrió así cuando el diseño democrático original de nuestra libertad académica fue bueno, si no excelente? Sí, es cierto, a partir de 1958 con la democracia en Venezuela, concurrió un diseño genial, que se cumplió plenamente, pero que se agotó en 30 años, nada mal, podría decirse. A partir de la década de los ochenta el andamiaje institucional se vino en picada, hasta lo que tenemos hoy.
Los pilares de aquella libertad fueron las universidades autónomas, un centro de excelencia internacional, y fondos altamente competitivos para financiar el desarrollo del conocimiento a su más alto nivel. Todo ello en un marco económico razonablemente sano.
Ante el vacío de nuevos planes visionarios, gradualmente se juntaron la homologación salarial, la jubilación precoz, el bloqueo al ingreso de jóvenes talentos, y, finalmente, la desaparición súbita de los fondos competitivos, regionales y nacionales. Mesa servida para la ideología.
Esta realidad exige cambios profundos y urgentes, que, sin embargo, serán efectivos por muy poco tiempo, quizá meses. La complejidad del mundo actual es tal, que se debe tomar en cuenta el dinamismo de una sociedad interconectada a escala planetaria, en tiempo real. Y esto, por lo visto, no aparece en ningún programa de gobierno para las elecciones venideras.
Ese agotamiento de las soluciones "lógicas" se expresa en la crisis de la eurozona, y en el vacío político estadounidense. Habrá que recurrir, entonces, a nuestro talento y conocimiento, para diseñar esa nueva visión, nada obvia ni de sentido común, que exige nuestra entrada definitiva, ojalá, al nuevo siglo.
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