Orlando Albornoz
A pesar del tradicional discurso acerca de que la universidad venezolana es un espacio político de participación democrática, siguiendo el espíritu de la Reforma de Córdoba y los principios de la Constitución de 1999, la sociedad como tal participa muy poco en las actividades de la academia y la misma comunidad lo hace en forma si se quiere marginal, entendiendo que la comunidad es el cuerpo institucional y la sociedad el conjunto nacional. En ambos casos en la conformación del poder en la academia, que suele estar bajo el control de quienes, por una u otra vía, logran organizar sus grupos de poder y/o de influencia tales que les permiten acceder a ese poder institucional, operando entonces como un conjunto burocratizado. El mismo opera, a su vez, con elevada eficiencia, para mantener control de los beneficios derivados del ejercicio del poder. Según tesis elaboradas, con apoyo científico, la sociedad venezolana se halla orientada más hacia el poder que hacia el logro. Los gobiernos venezolanos, en general, han manejado estas tendencias básicas de la sociedad, premiando sin condición.
El logro tiene que ver con el esfuerzo, mientras que más bien los gobiernos alimentan la vocación autoritaria de la población, que ávidos del Mesías correspondiente, esperan que el Estado desempeñe su papel de dador universal. Quienes se han referido a las características de los venezolanos no dejan de señalar como la picardía (Capriles: 2008) y la condición del vivo (Rosenblat: 1986) son ingredientes comunes en la conducta de estos, ajeno ello a su condición de clase social o de otras variables concurrentes. Sin embargo, ya en el plano sociológico ocurre que ante los impedimentos de una racionalidad social común a todos, los venezolanos, a sabiendas de que los procedimientos de la sociedad son distribuidos según adscripciones que a veces escapan las posibilidades de cada quien, pues apelan a esos famosos “caminos verdes”, que facilitan satisfacer necesidades personales, que de otro modo tienen un costo social muy elevado. En el imaginario colectivo de las comunidades universitarias la autoridad simboliza frente a los miembros de la misma el dador universal y si la misma no puede gobernar, por las limitaciones del caso, puede si otorgar favores y por ello atrae para sí la admiración, atenciones y adulancias que sociedades de comportamiento personalizado en relación a sus gobernantes suelen atribuir.
El logro tiene que ver con el esfuerzo, mientras que más bien los gobiernos alimentan la vocación autoritaria de la población, que ávidos del Mesías correspondiente, esperan que el Estado desempeñe su papel de dador universal. Quienes se han referido a las características de los venezolanos no dejan de señalar como la picardía (Capriles: 2008) y la condición del vivo (Rosenblat: 1986) son ingredientes comunes en la conducta de estos, ajeno ello a su condición de clase social o de otras variables concurrentes. Sin embargo, ya en el plano sociológico ocurre que ante los impedimentos de una racionalidad social común a todos, los venezolanos, a sabiendas de que los procedimientos de la sociedad son distribuidos según adscripciones que a veces escapan las posibilidades de cada quien, pues apelan a esos famosos “caminos verdes”, que facilitan satisfacer necesidades personales, que de otro modo tienen un costo social muy elevado. En el imaginario colectivo de las comunidades universitarias la autoridad simboliza frente a los miembros de la misma el dador universal y si la misma no puede gobernar, por las limitaciones del caso, puede si otorgar favores y por ello atrae para sí la admiración, atenciones y adulancias que sociedades de comportamiento personalizado en relación a sus gobernantes suelen atribuir.
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