Emir Olivares Alonso
LAISUM, 01/03/2012
El análisis y estudio sobre la violencia debe disociarse de los efectos que ésta genera y centrarse en lo que la produce. El debate mediático y muchas investigaciones sobre esta problemática se han quedado en las afecciones a las personas involucradas y no profundizan en lo que la origina, aseveró Salvador Maldonado, académico de El Colegio de Michoacán, durante su participación en el tercer Congreso Nacional de Ciencias Sociales.
Al participar en la mesa sobre violencia y seguridad del congreso organizado por el Consejo Mexicano de Ciencias Sociales, que se celebra en la Universidad Nacional Autónoma de México, Maldonado –quien realiza investigaciones sobre el tema en Michoacán– indicó que el discurso sobre estos problemas ha sido monopolizado por las autoridades.
“Son ellas las que nos cuentan las historias de los cárteles y de sus integrantes, nos llenan de miedo y nos advierten sobre presumibles zonas de peligro” con información proveniente en gran parte de instituciones de inteligencia militar o policiaca, por lo cual es fundamental reflexionar sobre la manera en que se afronta la violencia y a partir de ello redefinir su concepto.
El investigador sostuvo que este fenómeno se relaciona con los ciudadanos en tres niveles: individual, colectivo y organizativo. El primero se presenta sobre todo en comunidades donde hay producción de drogas. “En esos sitios hay códigos de silencio nada sencillos que se enfrentan con valentía y en muchas ocasiones se negocia el orden social. Tienen que negociar con esos grupos, pero al final saben que los pueden sacar del apuro. Esto es legitimidad de la violencia.”
La relación colectiva se presenta en contextos urbanos, donde hay extorsión, secuestros y delitos de otro tipo. Esto ocasiona movilidad residencial, principalmente de integrantes de las clases media y alta. “Es otra forma de negociar la violencia.”
El tercero es cuando las comunidades se organizan y asumen sus propias reglas para evitar más daños de los criminales.
Un ejemplo, indicó, es la comunidad de Cherán, Michoacán, donde los pobladores integraron varios grupos para evitar la entrada de talamontes y otros delincuentes a su territorio.
Posteriormente, tras una larga lucha, consiguieron que el Poder Judicial de la Federación les otorgara el derecho de elegir a sus propias autoridades, que ejercerán el mando mediante el método de usos y costumbres.
En otro de los debates, Michel Wieviorka, profesor de la Escuela de Altos Estudios de París, Francia, y director de la Casa de las Ciencias del Hombre, presentó un análisis sobre las ciencias sociales y lamentó que desde las décadas de los 60 y los 70 del siglo pasado estas disciplinas hayan dejado de lado el concepto de lo humano.
Al ofrecer la conferencia magistral El análisis de los procesos de subjetivación y desubjetivación: un punto de partida para las ciencias sociales contemporáneas, el sociólogo francés apuntó que el sujeto y la memoria deben ubicarse en el centro de las ciencias sociales para reflexionar sobre la realidad contemporánea de manera diferente.
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Al participar en la mesa sobre violencia y seguridad del congreso organizado por el Consejo Mexicano de Ciencias Sociales, que se celebra en la Universidad Nacional Autónoma de México, Maldonado –quien realiza investigaciones sobre el tema en Michoacán– indicó que el discurso sobre estos problemas ha sido monopolizado por las autoridades.
“Son ellas las que nos cuentan las historias de los cárteles y de sus integrantes, nos llenan de miedo y nos advierten sobre presumibles zonas de peligro” con información proveniente en gran parte de instituciones de inteligencia militar o policiaca, por lo cual es fundamental reflexionar sobre la manera en que se afronta la violencia y a partir de ello redefinir su concepto.
El investigador sostuvo que este fenómeno se relaciona con los ciudadanos en tres niveles: individual, colectivo y organizativo. El primero se presenta sobre todo en comunidades donde hay producción de drogas. “En esos sitios hay códigos de silencio nada sencillos que se enfrentan con valentía y en muchas ocasiones se negocia el orden social. Tienen que negociar con esos grupos, pero al final saben que los pueden sacar del apuro. Esto es legitimidad de la violencia.”
La relación colectiva se presenta en contextos urbanos, donde hay extorsión, secuestros y delitos de otro tipo. Esto ocasiona movilidad residencial, principalmente de integrantes de las clases media y alta. “Es otra forma de negociar la violencia.”
El tercero es cuando las comunidades se organizan y asumen sus propias reglas para evitar más daños de los criminales.
Un ejemplo, indicó, es la comunidad de Cherán, Michoacán, donde los pobladores integraron varios grupos para evitar la entrada de talamontes y otros delincuentes a su territorio.
Posteriormente, tras una larga lucha, consiguieron que el Poder Judicial de la Federación les otorgara el derecho de elegir a sus propias autoridades, que ejercerán el mando mediante el método de usos y costumbres.
En otro de los debates, Michel Wieviorka, profesor de la Escuela de Altos Estudios de París, Francia, y director de la Casa de las Ciencias del Hombre, presentó un análisis sobre las ciencias sociales y lamentó que desde las décadas de los 60 y los 70 del siglo pasado estas disciplinas hayan dejado de lado el concepto de lo humano.
Al ofrecer la conferencia magistral El análisis de los procesos de subjetivación y desubjetivación: un punto de partida para las ciencias sociales contemporáneas, el sociólogo francés apuntó que el sujeto y la memoria deben ubicarse en el centro de las ciencias sociales para reflexionar sobre la realidad contemporánea de manera diferente.
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